Liturgia Católica
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Tercera parte de la Introducción
a la vida devota
CAPÍTULO XIV
DE LA POBREZA DE ESPÍRITU PRACTICADA EN MEDIO DE LAS
RIQUEZAS
« Bienaventurados los pobres de espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos» ; luego, desgraciados los
ricos de espíritu, porque de ellos es la desgracia del infierno. Es rico
de espíritu aquel que tiene las riquezas en su espíritu o su espíritu en
las riquezas; aquel es pobre de espíritu, que no tiene las riquezas en
su espíritu ni su espíritu en las riquezas. Los halcones construyen sus
nidos en forma de pelota y solo dejan en ellos una abertura en la parte
superior; los dejan en la orilla, junto al mar, y los hacen tan fuertes
e impenetrables, que, aunque se los lleven las olas, nunca puede entrar
en ellos el agua, sino que siempre flotan, y permanecen en medio del
mar, sobre el mar y como señores del mar. Tu corazón, querida Filotea,
ha de ser como estos nidos, abierto solamente al cielo e impenetrable a
las riquezas y a las cosas perecederas; si posees alguna de estas cosas,
guarda tu corazón libre de todo afecto a ellas; haz que siempre se
mantenga por encima de todo y que, en medio de las riquezas, permanezca
sin riquezas y sea señor de las riquezas. No, no pongas este espíritu
celestial en las riquezas de la tierra; haz que se conserve siempre
superior, sobre ellas y no debajo de ellas.
Hay mucha
diferencia entre poseer venenos y ser envenenados. Así, todos los
farmacéuticos tienen venenos, para servirse de ellos en diversas
ocasiones, pero no, por ello, están envenenados, porque no tienen el
veneno en su cuerpo, sino en sus tiendas. De la propia manera puedes tú
tener riquezas sin ser emponzoñada por ellas; así ocurrirá si las tienes
en tu bolsillo o en tu casa, pero no en tu corazón. Ser rico de hecho y,
a la vez, pobre de espíritu, he aquí la gran felicidad del cristiano,
porque, de esta manera, goza de las ventajas de la riqueza en este mundo
y del mérito de la pobreza en el otro.
¡Ali Filotea! Jamás
confesará nadie que es avaro; todos quieren ser tenidos por libres de
esta bajeza y vileza del corazón. Unos dan por excusa la pesada carga de
los hijos; otros dicen que la prudencia exige allegar recursos; nunca
hay bastante, y siempre se descubren necesidades para tener más; aun los
más avaros no solo no confiesan que lo son, pero ni siquiera lo creen en
su conciencia; porque la avaricia es una fiebre prodigiosa, que se
vuelve más insensible cuanto es más violenta y ardorosa. Moisés vio, que
el fuego sagrado quemaba una zarza y no la consumía; el fuego profano de
la avaricia quema y devora al avariento, pero no le consume; al
contrario, el avaro, en medio de los ardores y calores más excesivos, se gloría de sentir el fresco más agradable del mundo y cree que su sed
insaciable es una sed enteramente natural y ligera.
Si
durante mucho tiempo, apeteces, con ardor e inquietud, los bienes que no
posees, aunque andes diciendo que no los quieres poseer injustamente, no
por ello dejas de ser avaro de verdad. El que ardorosamente, durante
mucho tiempo y con inquietud, desea beber, aunque solo quiera beber
agua, da pruebas de que tiene calentura.
¡ Filotea ! No sé si
es un deseo justo el desear poseer justamente lo que otros justamente
poseen; pues parece que, con este deseo, lo que quisiéramos sería
acomodarnos mediante la incomodidad del prójimo. Cuando alguno posee un
bien justamente, ¿no es más justo que él lo guarde justamente, que
desear nosotros poseerlo aunque sea con justicia? ¿Por qué, pues,
hacemos recaer nuestros deseos sobre el bien de los demás, para
privarles de él? Ciertamente, aunque fuese justo este deseo, no sería
caritativo, porque nosotros no quisiéramos que nadie desease, aunque
fuese justamente, lo que justamente queremos conservar. Tal fue el
pecado de Acab, el cual quiso poseer, sin injusticia, la viña de Nabot,
quien, más justamente todavía, deseaba conservarla; la deseó con ardor,
durante mucho tiempo, y con afán, con lo cual ofendió a Dios.
Antes de desear los bienes del prójimo, amada Filotea, aguarda que
comience a querer desprenderse de ellos, pues entonces su deseo hará que
el tuyo no solo sea justo, sino también conforme a la caridad. Y digo
esto, porque deseo que te preocupes de acrecentar tus bienes y caudales,
con tal que lo hagas, no solo según justicia, sino también con dulzura y
caridad.
Si sientes gran afecto a los bienes que posees, si
te traen muy atareada y pones en ellos el corazón, esclavizando a ellos
tu pensamiento y temiendo perderlos, con un miedo intenso e impaciente,
ello es debido a que padeces todavía cierta fiebre; porque los
calenturientos suelen beber el agua que les dan con una avidez, con una
especie de atención y presteza, que no tienen los que están sanos; no es
posible complacerse mucho en una cosa, sin ponerle mucho afecto. Si te
acontece que, al perder alguno de tus bienes, sientes que tu corazón
queda muy desolado y afligido, créeme, Filotea, ello es debido a que le
tenías mucha afición, porque no hay señal mayor del afecto a una cosa
perdida que la aflicción causada por su pérdida.
No desees,
pues, con un deseo completo y formal el bien que no posees; no
introduzcas muy adentro de tu corazón el que ya tienes; no te aflijas
por las pérdidas que puedan sobrevenir, y entonces tendrás motivos para
creer que, siendo rica de hecho, no lo eres de afecto, sino que eres
pobre de espíritu, y, por lo tanto, bienaventurada, porque «tuyo es el
reino de los cielos».
Ave María Purísima
Cristiano Católico 18-12-2012 Año de la Fe
Vida Devota
Sea Bendita la Santa e Inmaculada Purísima Concepción de
la Santísima Virgen María