Liturgia Católica

Una Santa Católica Apostólica

Visible, Infalible e Indefectible

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La Oración

Una Santa Católica Apostólica Visible, Infalible e Indefectible

DE LA ORACIÓN EN GENERAL

Artículo I.

De lo ventajoso que es ser hombre de oración.


     El hombre de oración no se pega a nada; por qué no estima ni los talentos, ni los empleos, ni los honores, ni la amistad de los poderosos, ni los demás bienes temporales. Solamente estima y ama el tesoro que lleva dentro de sí mismo y que ninguna fuerza extraña le puede arrebatar.
      Por poseer y guardar bien este tesoro, desprecia todo lo de más; y con tal de que le quede este único bien, no se inquieta por la pérdida de todo lo demás. Es como una persona que entendiendo de pedrería y teniendo en sus manos una piedra falsa que comúnmente pasará por verdadera, la dará con mucho gusto al primero que se la pida, por saber que nada vale, aunque sea muy estimada por los que por no entender aprecian y valoran según las apariencias. Cuando uno se ha entregado totalmente a Dios por la vida de oración, ya no se preocupa ni de las calumnias ni de nada de lo más molesto que pueda sucederle.


     Es como los que están armados a prueba de bomba, que aunque lleguen a ellos los golpes más diversos: una, piedra, una bala, un bolazo de nieve, no les hace ningún daño porque no pueden atravesar la coraza. Y lo mismo le sucede a un hombre de oración cuando es perseguido por la maledicencia: si examinándose se encuentra culpable, lo reconoce y pide perdón; si es inocente, bendice a Dios por tener ocasión de sufrir por Jesucristo.


Himno meditado
Dame Señor, la firme voluntad

Fuente: Liturgia de las horas

Reflexión: Padre Felipe Santos Campaña, SDB



Oración

Dame, Señor, la firme voluntad,
compañera y sostén de la virtud;
la que sabe en el golfo hallar quietud
y, en medio de las sombras, claridad;

la que trueca en tesón la veleidad,
y el ocio en perennal solicitud,
y las ásperas fiebres en salud,
y los torpes engaños en verdad.
Y así conseguirá mi corazón
que los favores que a tu amor debí
le ofrezcan algún fruto en galardón...

Y aún tú, Señor, conseguirás así
que no llegue a romper mi confusión
la imagen tuya que pusiste en mí.





Ave María Purísima



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