Liturgia Católica
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CAPITULO XVI
El espíritu de Oración
1. El orar es el primer paso, la costumbre de orar el segundo, el tercero como
fruto de los otros dos, el espíritu de oración.
Hay personas que la cabo de años con la costumbre de orar, no han conseguido
todavía el espíritu de oración; señal clara de algún defecto que se interpone en
su modo de orar y las priva del fruto cuajado de su oración. Para verse triunfar
hasta llegar a la perfección, no basta con la oración de la mañana; hay que
añadir oración en otras ocasiones y volver a oración las ocupaciones de la vida.
Para redondear pues, la materia dentro de nuestro plan, trataremos brevemente en
este capitulo del espíritu de oración.
I. Noción. - Fuentes. - Frutos. - Práctica general. – Sectores.
2. Noción.
Es la tendencia del alma pronta para acudir en todo y con todo
a Dios: es la necesidad interna que lleva a estar continuamente con Dios: es el
«Oportet semper orare et non deficere», el «Sine intermissione orate», vivido
prácticamente por el alma.
3. Fuentes.
A dos capítulos podemos acudir para hallar las fuentes del espíritu de oración:
a) los principios de donde deriva; b) las causas, que hacen obrar esos
principios.
A) Los PRINCIPIOS son:
1.º La necesidad que de Dios tenemos, esencial, de todo momento, para todo
y de modo particular.
2.° La necesidad de la gracia, sin la cual nada somos y nada podemos en el orden
sobrenatural.
3.° La necesidad de la oración, de la cual penden las gracias divinas.
4.° El derecho esencial de Dios a todo en nosotros.
5.° La excelencia de Dios, que reclama en nosotros amor sobre todo, de todo
corazón, de toda el alma; con todas nuestras fuerzas.
Estos principios, al paso que van penetrando en el alma, la van empujando a ir
con todo a Dios, a esperarlo todo de Dios, a pedírselo todo a Dios, a
ofrecérselo todo a Dios, a desear la unión más íntima, más continua, más amante,
más abnegada de alma y corazón con Dios.
4. B)
LAS CAUSAS que hacen obrar estos principios, supuesta siempre la fe y la gracia
general, son principalmente la oración y los sacramentos, especialmente la
Eucaristía, con las luces y mociones que en ellas se reciben y con ellas se
impetran y merecen.
Como el elemento de que más hemos de echar mano para que los sacramentos nos
den colmados sus frutos, es la oración; por eso, bien podemos condensar en ella,
las causas del espíritu de oración y decir que en la oración y con la oración,
nace, crece, se conserva y perfecciona, el espíritu de oración.
Si repasamos ahora (cap. XII, 11-15), las condiciones de la oración perfecta;
saltará con toda evidencia a los ojos, que el manantial del espíritu de oración
está en la oración bien hecha y concluiremos que toda alma sacará el espíritu de
oración de la oración bien hecha; que al paso a que vayan en ella la frecuencia
y la perfección de la oración, a ese mismo paso irá también el espíritu de
oración.
5. Frutos.
Una palabra los compendia todos: LA PERFECCIÓN. Porque el
espíritu de oración es, en realidad, la unión con Dios, vivida en el grado mayor
de que va siendo el alma capaz.
Ahora bien, si tanto más; perfecto es un ser, cuanto más se está en su fin,
cuanto más está con su principio, cuanto más se mantiene en el medio de que ha
de recibir todos los elementos de su vida y desarrollo; al tenernos unidos a
Dios en el grado mayor que nos es posible, nos pone el espíritu de oración, en
nuestro fin definitivo, Dios; en nuestro principio y origen esencial, Dios; en
el medio del que hemos de recibir todos los elementos de nuestra vida y
desarrollo, Dios.
6. Al mismo resultado nos llevarán los fórmulas del influjo divino en el alma,
tan familiares a S. IGNACIO: tanto más obrará Dios en uno, cuanto más unido esté
él con Dios; Dios por su parte, siempre está propenso a derramar sus dones, la
disposición de la criaturas es la que los detiene o los desborda sobre ella;
cuanto más uno se ligare con Dios Nuestro Señor y más liberal se mostrare con
la divina Majestad, tanto le hallará más liberal consigo y él será más dispuesto
para recibir cada día, mayores gracias y dones espirituales.
7. Dejando para los artículos siguientes los pormenores, notemos ahora
solamente los efectos que, de este espíritu, refluyen en las fuentes de nuestras
gracias, la oración y los sacramentos; pues en él tienen la mejor preparación,
el mejor apoyo y el complemento mejor para todos sus frutos. No hay ambiente
interior que atraiga, atienda, cultive y haga fructificar las luces y mociones
divinas, como el espíritu de oración. No hay cosa que así santifique las obras,
resista los asaltos, ahuyente las faltas, avive las virtudes, haga dócil a los
toques del Espíritu Santo, como el espíritu de oración.
8. Práctica general.
Digno de todo deseo, de todo esfuerzo, de todo
sacrificio es: veamos ya la práctica de este espíritu. Todo el resto del
capítulo, a ella irá consagrado; por eso aquí sólo diremos en sustancia, lo que
luego desarrollaremos. Vivir CON Dios, COMO EL NIÑO; CON SU MADRE: a ella va con
todo y para todo; si le amenazan, a ella se acoge; si le hacen un regalo, a ella
va a enseñárselo; si algo ve, oye, hace o aprende, a ella se lo cuenta; sus
tristezas y temores, sus alegrías y deseos, tiene que comunicar selos a su
madre; y con los gozos y tristezas de su madre, goza él también y se entristece,
cuando es capaz de conmprenderlos algo.
Esto hemos de hacer con Dios y así nos hace vivir con EL este espíritu de
oración. Hasta nuestras faltas y miserias nos las hace presentar a Dios, como
vuelve el niño a su madre con la muñeca rota o con el vestido manchado y
revuelto y las narices manando sangre.
9. Sectores.
Tres elementos capitales entran en el espíritu de oración: la inteligencia, el
corazón y la voluntad: los tres van inseparablemente, unidos; pero según la
parte que a cada uno se le otorga, tenemos tres sectores, en el espíritu de
oración: si se da al entendimiento parte destacada, tendremos la presencia de
Dios propiamente dicha; si lo predominante, es el corazón, viviremos las
jaculatorias; si lleva la parte del león la voluntad, nos hallaremos con la
oración virtual o implícita. Dediquemos un artículo a cada sector.
II. La presencia de Dios. - Qué es. - Excelencia y frutos. - limites y
oscilaciones. - Formas. - Método. - Esquema práctico.
10. La presencia dé Dios.
La forma principal del espíritu de oración,
la que más se parece a la oración misma (como que es verdadera oración, completa
en sus elementos esenciales) es el ejercicio de la presencia de Dios, que sólo
se distingue de la oración, en que no vaca a ella exclusivamente el alma,
porque va entreverada con las ocupaciones materiales o mentales, y no es por lo
mismo tan seguida, la atención concentrada en Dios. Actos de presencia de Dios
un poco prolongados, son pasos de contemplación.
Qué es. Consiste el ejercicio de la presencia de Dios en avivar la conciencia de
que está Dios con nosotros y hacer nosotros por estar con EL. Envuelve, por
tanto, entendimiento, corazón y voluntad. El entendimiento mira a Dios presente;
el corazón y voluntad se complacen en EL, le adoran, desean, aman, ofrecen...,
según lo inspira la devoción y la gracia y según lo pide la utilidad del alma.
11. Elementos.
Es el primero la conciencia de que está con nosotros Dios. La transcendencia de
este elemento en todo acto religioso, la advertimos ya ex profeso cap. IX, n.°
17, 1, a).
Luego notaremos la variedad que admite y se debe dar a este elemento básico,
para que conserve su influjo fresco y eficaz en el alma.
El segundo elemento es la correspondencia nuestra a esta presencia de Dios,
pagándole tributo de gloria y buscando en EL remedio a nuestras necesidades y
cumplimiento a nuestros deseos espirituales y temporales. También este elemento
admite amplísima variedad, como por sí solo se deja entender.
12. Excelencia y frutos.
Es, a una con la oración, el medio más eficaz de santificación: porque es:
1.° GRAN DEFENSA CONTRA TODA CULPA por el respeto de temor al juez y señor y de
amor al padre y amigo; - por la luz que da sobre el desorden; - por la vergüenza
santa de aparecer así ante los ojos de Dios; - porque alumbra para conocer los
peligros y asechanzas; - porque mantiene en vela costante.
2.° GRAN IMPULSO PARA TODA VIRTUD, porque ilumina sobre su necesidad, belleza y
el agrado de Dios en ella; - porque la mirada del rey da valor y aliento para
señalarse, ya se le, tema ya se espere el premio ya incite el amor que se le
tiene; porque se destacan más frecuentes, más vivas y potentes las tendencias de
la gracia en el alma atenta siempre a la mirada de Dios; - porque en esta
atmósfera de Dios, crecen rápidamente el temor filial, la reverencia, adoración,
fidelidad, esperanza y amor.
3.° GRAN PREPARACIÓN PARA LA ORACIÓN Y FAMILIARIDAD CON Dios es vivir, bajo la
mirada de Dios, unido con EL de entendimiento, corazón y voluntad, vivir
verdadera oración y familiaridad verdadera con Dios, como la del niño con su
madre.
4.° ES LA DEVOCIÓN VERDADERA; por eso suple los demás ejercicios y no puede ser
suplido por ninguno sino mal y a medias; - sin él imposible la vida
contemplativa y tampoco se puede llevar bien la vida activa; -- el descanso es
ocio y la acción embrollo.
5.° ES EL EJERCICIO MISMO DE LA PERFECCIÓN, ya que vivir en Dios para darse a
Dios, es la voluntad de
Dios buscada, abrazada y amada en cada momento; - es la caridad dominando,
rigiendo, moviéndolo todo en el alma. Nada extraño que la Sagrada Escritura y
los Santos nos propongan este ejercicio como estímulo, causa y prueba de la
perfección. Bien pudo FABER (1) afirmar por un. lado que la paz y la presencia
de Dios dan el lustre de la perfección a nuestras acciones ordinarias y por otro
que perder el sentido de la presencia de Dios, . es el secreto de la
espiritualidad falsa.
13. Límites y oscilaciones.
Naturalmente no somos capaces de tener
continuamente el pensamiento en Dios: si en la oración recogida, asaltan sin
querer las distracciones, mucho más en medio de ocupaciones distintas de la
oración.
No somos capaces de dos centros simultáneos de atención intensa, sino por
tiempo muy corto y con mucho desgaste.
No podemos mantener fija por mucho tiempo seguido la atención alerta, sin
grandes oscilaciones de intensidad.
Hasta la oración infusa las tiene y no digamos la oración ordinaria. Ni los
místicos, antes de asentados en la unión trasformante, pueden conservar por
fuera plena libertad para atender normalmente a las cosas de la vida y estar a
la vez con el alma interiormente concentrada toda en Dios, como si a ninguna
otra cosa atendieran (cap. XXI, n .o 38; XIX, n.° 9).
Por tanto esa tendencia y deseo vivo de tener presente a Dios siempre en el
pensamiento, es en sí muy bueno; nos ha de mover a poner los medios para que
vayan aumentando los momentos y ratos en que de hecho esté el entendimiento en
Dios; pero con prudencia, sin tensión nerviosa ni ansiedad, sin pretender con
nuestras fuerzas lo imposible a ellas.
Lo hemos de pedir ardientemente al Señor; pero no hemos de inquietarnos y
desalentarnos por no lograrlo.
Hemos de hacer más hincapié en la unión de corazón y de voluntad.
14. Más fijeza que el pensamiento tiene el corazón:
el deseo llega a
convertirse en una necesidad costante, en un ¡ay! del alma que suspira
costantemente por estar con Dios: fuego continuo del, corazón cuyas llamaradas
son los suspiros y aspiraciones que brotan muchas veces aun en medio de las
ocupaciones más apremiantes y hasta en medio del trabajo mental intenso.
Todavía más unida puede estar con Dios la voluntad en cuanto nada hace, omite o
sufre a sabiendas, que no sea para Dios y según Dios y para complacerle a Dios.
Esta unión de voluntad, está más en nuestra mano con la gracia. La madre no
está en cada momento con el pensamiento de su niño, pero siempre le ama y en él
tiene centrada la ternura del corazón y el interés de toda el alma: así es aquí
con Dios.
(1) Progreso del alma en la vida espiritual cap. 17 y 18.
15. OSCILACIONES.
En general cuanto más atención piden las cosas para
hacerlas o para hacerlas bien, menos queda para la atención actual a la
presencia de Dios. .
Se palpa esto singularmente en trabajos mentales intensos - en cosas apremiantes
por su urgencia, por su trascendencia, por desacostumbradas.
Esto último merece advertirse, por la sorpresa y escrúpulo que engendra muchas
veces. Al empezar cosa nueva, baja la atención a Dios sin culpa ni descuido
alguno propio, sino que lo desacostumbrado de la ocupación exige al principio
más atención a ella. Al paso que se va dominando la cosa, vuelve a subir la
presencia de Dios, porque va quedando más libre la atención.
Es una de las ventajas de la costumbre, que se encarga de las cosas el
subconsciente y queda libre para otros cuidados la atención consciente.
- Lo menos difícil en trabajos absorbentes, es trabajar bajo la mirada de Dios,
como cuando se trabaja a la vista de una persona respetada o querida. Conviene
hacerse a este procedimiento, para conservar en medio de las ocupaciones la
presencia divina.
16. Formas.
Dos formas puede revestir la presencia de Dios de imaginación
y de fe: a)' POR LA VIA DE IMAGINACIÓN se mira: la divinidad en imágenes
analógicas de gran luz, de tiniebla grande, de nube refulgente o tenebrosa, de
anciano lleno de majestad.
La Sagrada Escritura y particularmente los Profetas, ofrecen con frecuencia
estas imágenes.
Son impresionantes, si se logra formarlas con viveza; pero es muy difícil
normalmente conseguirlo.
Jesús en los varios pasos de su vida: la mirada ha de ser general y de conjunto;
de traer algún pormenor, sea del rostro o de las llagas, porque lo demás
ordinariamente es inútil y distrae. Estas imágenes de Jesús avivan el amor y
abren paso a la imitación.
17. Cuanto menos uso y don de oración hay, más difícil es generalmente este
sistema. Si en la oración y contemplación, no se ha de forzar para armar y
retener la imagen; mucho menos aquí que se está en las ocupaciones y con los
ojos abiertos y por tanto con, el potencial de la fantasía a cero.
Formar y mantener así la imagen exige un esfuerzo soberano que rinde las cabezas
y daña la salud y en débiles además hace visionarios.
Sólo cuando claramente lleva por aquí la gracia, se puede aprobar; porque
entonces da Dios facilidad y fruto abundante en ello. Pero no es frecuente y lo
es menos en quienes no han llegado a la contemplación adquirida o no la llevan
por recogimiento sencillo y amoroso (cap. XIV, n. 15).
Sin tendencia especial de la gracia, con personas de gran facilidad para la
composición de lugar en la oración, se les puede aprobar este modo de presencia
de Dios, con tal que sea para ratos cortos, en que cerrados los ojos, se recogen
totalmente al interior, pero sin querer conservar luego la imagen en las
ocupaciones con los ojos abiertos. .
18. b) EN FE: Se aviva la fe y se penetra de que está Dios realmente presente.
Se puede mirar esta presencia:
1.° EN LAS COSAS: por la inmensidad que las penetra, llena y envuelve; por su
poder que las sustenta y da cuanto son y tienen y hacen; por verlas y conocerlas
hasta el fondo, que se llama presencia en el sentido más riguroso. A este modo
nos invita la Sagrada Escritura: «Si ascendero in caelum, Tu illic es; si
descendero in infernum, ades; si sumpsero pennas meas diluculo et habitavero in
extremis maris, etenim illuc manús tua deducet me et tenebit me dextera tua»
(Sal. 138, 8-10); «In ipso enim, vivimus et mo- . vemur et sumus» (Hechos, 17,
28); «Qui plantavit aurem, non audiet? aut qui finxit oculum, non considerat?»
(Sal. 93, 9).
2.° EN EL CIELO, donde brilla más esplendoroso para nosotros. De esta manera lo
hacía el salmista: «Ad te levavi oculos ineos, qui habitas in caelis» (Sal. 122,
1); «Attenuati sunt oculi Inei, suspicientes in excelsum» (Sal. 38, 14): a ello
nos invita el «Padre nuestro, que estás en los cielos» y el ejemplo de
Jesucristo...: «et elevatis óculis in caelum, dixit: Pater, venit hora-_» (Jo.
17, 1).
3.° EN EL. SER NUESTRO Y MÁS ESPECIALMENTE EN EL ALMA POR LA GRACIA...: «Ad eüm
veniemus et mansionem apud eum faciemus» (Jo.. 14, 23); «Nescitis quia templum
Dei estis et spiritus Patris vestr~ habitat in vobis?» (1 Cor. 3, 16-17).
4.° EN LA* HUMANIDAD DE JESUCRISTO, sobre todo cuando se acaba de comulgar y en
el sagrario.
19. Si por vía de imaginación, sólo en los casos dichos, n°-17. ha de llevarse
este ejercicio de la presencia de Dios, queda para la generalidad de personas y
de ocasiones, esta vía (de fe.)
Entre sus varias maneras, cada cual ha de escoger la que en cada tiempo y sazón,
le ayude más y en que halle más gusto interior, más devoción, más facilidad de
recogimiento centrado.
Pero en general, la 4.a de Jesús sacramentado, es muy buena para todos ante el
sagrario; más en el rato siguiente a la comunión, cuando está realmente en
nosotros Jesús; finalmente, si se está cerca del templo, que se ve la iglesia o
la torre y se le adora allí.
La 1.ª en las cosas y en la naturaleza, se saborea muy íntimamente cuando abre
Dios los sentidos del alma, porque entonces la penetra sensiblemente el «Caeli
enarraut gloriara Dei...» y todo la llena de Dios; pero a los principios, no es
tan frecuente que ayude mucho esta manera de recogerse bien.
La 2.ª en los cielos levanta más el corazón sobre lo terreno.
La 3.ª mirarle en sí mismo, en su alma, es lo que al principio resulta mejor en
la mayoría de los casos, porque recoge más y centra más fácilmente toda el alma.
20. Método.
En cosa de tanto provecho para la vida interior, nos
agradecerán los directores noveles si, para ahorrarles tanteos, les damos en
pormenor el método que comprueba más provechoso la experiencia:
1.0 Preparación.
Según lo dicho, núms. 1 y 4, es la oración diaria bien
hecha, porque en ella se ha de formar y arraigar la estima y deseo de vivir con
Dios, en Dios y para Dios; en ella se ha de pedir más despacio esta gracia,
grande en verdad, de vivir cada día más esta presencia de Dios.
Pero además es singularmente útil para introducir en la práctica, dedicar la
temporada anterior, sus ratos de lectura espiritual y la oración mental a este
mismo tema.
2.º Ambiente. El mejor lo dan: a) el recogimiento puesto en desviarse de lo
inútil y no entregarse, sino prestarse a lo necesario y conveniente - - b)
señales sensibles, que lo recuerden, ya artificiales estampas y estatuas
sagradas (pero hay que unir desde el principio algún acto a ellas, si no, entra
la rutina y luego nada dicen al alma); ya naturales, acostumbrándose a subir de
las criaturas al Creador, como lo enseña la Contemplación para alcanzar amor -
c) pureza de intención, aunque (le ésta hablaremos en todo el artículo IV - d)
jaculatorias, para las cuales será el artículo III. Estas cosas van muy
enlazadas entre sí, sirven mutuamente de preparación y perfección.
21.
3.° Ejercicio. Viniendo al ejercicio mismo (le la presencia de Dios
conviene notar tres cosas: la clase de actos. su número y sazón, el esquema
práctico para los actos centrales de este ejercicio.
A) CLASE DE ACTOS: porque se pueden hacer detenidos y rápidos. Los detenidos son
del mismo corte que la presencia de Dios con que se abre la oración mental; en
ellos se va de asiento a la conciencia de que está Dios presente con nosotros y
se desenvuelve sobre esa base, nuestra tendencia a Dios.
En los rápidos no se echa a fondo -ese fundamento de la conciencia de que está
Dios presente, sino que salta nuestra tendencia a Dios, y la conciencia de Dios
presente, es ya explícita, pero rápida, ya implícita solamente.
Si se quiere proceder desde el principio con plena seguridad y eficiencia en el
ejercicio de la presencia de Dios, lo más eficaz es tomar como base los actos
detenidos, aplicarse a ellos solos con todo cuidado y dejar que broten luego
espontáneos los rápidos, sin llevar cuenta de ellos, ni darles más atención que
el cuidado general de vivir recogido en Dios y para Dios.
Los actos detenidos son, procediendo así, como tase columnas macizas sobre las
cuales descansa todo el peso del edificio, las que le dan solidez y
consistencia: los actos rápidos vienen a ser el complemento y ornato de la obra.
Los actos rápidos son en sus varias formas, las jaculatorias, que reciben de los
detenidos la conciencia de Dios presente y se lanzan flechados a Dios. Tanto más
fáciles, hondos y eficaces son los rápidos, cuanto más viva dejan los detenidos
la conciencia de Dios presente al alma: si esta conciencia falta o la forman los
rápidos (más difícilmente y con más esfuerzo y tiempo) o degeneran flojos y
rutinarios; jaculatorias que salen sin vigor y mueren sin herir y sin llegar al
blanco.
22. B)
NÚMERO Y SAZON DE LOS ACTOS: se debe fijar el número y las
ocasiones concretas de los actos. Tomando por base los detenidos, no conviene
empezar por muchos, sino al revés, por pocos.
No se ha de tener ansia por aumentarlos de prisa, antes bien hay que procurar
hacerlos a conciencia cada uno y dejar que vayan por sí mismos creciendo.
Es capital acostumbrarse a unir el acto con la ocasión determinada. Se empieza
por cambios más notables de sitio o de ocupación: v. gr., al salir de casa, al
entrar en ella, al ir a clase, a la oficina, al taller...; al empezar a
estudiar, a escribir, a coser... ; cuando ya en la serie primeramente elegida,
vienen los actos normalmente sin más que el cuidado ordinario, entonces se
empiezan a señalar cambios en la misma ocupación: v. gr., al mudar el papel en
la máquina, al empezar a leer otro capitulo, al atender a otro cliente...:
dominada esta segunda serie, se escogen otros cambios menores y así
sucesivamente.
Pero conviene cuando ya se tiene un acto detenido cada media hora, esperar unos
días, antes de comenzar a trabajar para llegar al acto por cuarto de hora y,
conseguido esto también, es mejor no pretender multiplicar más los detenidos,
sino asegurarse en ese número.
El tiempo que corre entre dos actos detenidos, lo irán llenando por sí mismas
las jaculatorias, sin más cuidado que el normal de estar recogido en Dios.
23. C)
ESQUEMA PRÁCTICO PARA LOS ACTOS DETENIDOS. El acto detenido
comprende cinco puntos:
1.º Recogimiento al interior: un suspender la atención a todo lo demás,
cuan completamente lo admitan las circunstancias, para centrarla toda
realmente al interior.
2.º El acto de fe: actuando con viveza el convencimiento de que está Dios con
nosotros (en el alma, en los cielos... ; según el modo adoptado).
3.º La adoración interior profunda de reverencia y rendimiento total a Dios
(estando a solas ayuda mucho acompañar el acto interior de adoración con el
exterior, v. gr., descubriéndose, inclinando la cabeza, arrodillándose).
4° Acto de ofrecimiento de lo que se está haciendo o vase a hacer con amor,
entrega de sí, sumisión...; según el plan trazado o la devoción o el toque
interiormente sentido.
5.° Súplica de la gracia para hacer aquello y todo, por amor de Dios, a gusto de
Dios, bajo la mirada de Dios.
24. Advertencias:
a) Al principio conviene sujetarse a este esquema y hacer a conciencia sus
cinco puntos; después no hay que atarse tanto y se sigue con más libertad el
impulso de la devoción, deteniéndose donde más la halla cada uno. Pero si entra
la flojedad, será más útil tornar al esquema.
b) Se colorea espontáneamente la presencia de Dios con el tinte propio de la
forma de oración y no hay que oponerse a ello.
c) El acto de fe, si no da Dios la sensación (le su presencia, se ha de ir
variando con cambio de matices, para que, al gastarse una idea y dejar de
impresionar, no degenere y dé paso a la rutina: al principio, sólo pensar que
está Dios, basta; pero luego poco a poco pierde eficacia, porque nos hacemos a
todo y «ab assuetis non fit passio» ; sé añade, v. gr., que me. está mirando
Dios, que me está amando, que está leyéndome el corazón, que está esperando mi
amor, que...: los matices son tantos que antes de recorrerlos todos, vuelven a
cobrar viveza, los antes embotados por la costumbre.
d) Otro tanto se aplique a los demás actos de adoración, ofrecimiento..., hay
que variarlos para que no entre la rutina.
e) Ocasiones que más fácilmente disipan, es menester prevenirlas y va mucho en
ello. Se
hace una visita al sagrario o al menos un acto más detenido de presencia de
Dios antes y otro después, para evitar la disipación y rehacer luego el
recogimiento perdido y volver de lleno al interior.
25. Esta manera arraiga más y más la presencia de Dios, no sólo por lo completo
del acto en sí mismo, sino porque deja muy bien dispuesto el ambiente interior
para que broten espontáneamente más frecuentes: paso a paso se van multiplicando
los puntos, se va alargando su resonancia y se va formando la línea seguida.
Pero no haya prisas ni ansias, aunque haya deseos grandes y súplicas intensas y
frecuentes para impetrarlo. Váyase con paz y calma póngase el empeño en hacer
cada acto a fondo y remansado; llénese el tiempo intermedio
con jaculatorias y con ese estar bajo la mirada de Dios (nr. 15), en cuanto sin
nerviosismo ni ansiedades, le esa posible. Todo vendrá, si se hace así. .
III. Las jaculatorias. - Qué son. - Características. - Ventajas. -
Importancia. - Frecuencia. - Calidad. - Perseverancia.
26. El segundo sector del espíritu de oración lo forma (n° 9) el predominio del
corazón, o sea las jaculatorias.
Qué son. Oraciones cortas y fervientes, que salen como disparadas del corazón a
Dios. Las viene el nombre del latín jaculum (dardo, saeta), porque son
rápidamente lanzadas del corazón. También se las llama aspiraciones, porque son
deseos vivos del alma. Los antiguos las decían también actos anagógicos, como
subidas del corazón a lo alto.
Características. Son precisamente la brevedad y el fervor. Pueden ser vocales o
mentales; pueden tener fórmula fija o no tenerla; pueden ser una frase de la
Sagrada Escritura, de un Santo o ser un brote espontáneo del corazón, no
moldeado en otro troquel que el impulso vivo del alma.
27. Ventajas:
a) Por ser breves, no estorban ninguna otra ocupación y no
dan tiempo a distraerse en ellas, ni cansan, como no se las multiplique más de
lo que en cada tiempo va pudiendo holgadamente el alma.
b) Por ser fervientes valen mucho más para levantar el corazón y mantenerle
caliente.
e) Su frecuencia, tan fácil, conserva dentro la atmósfera divina; porque son a
la vez alimento y llamarada del fuego interior, del ansia viva del corazón por
Dios.
28. Importancia.
Está clara con aplicar a este ejercicio cuanto del
espíritu de oración llevamos dicho y añadir la facilidad que da su corta
duración y su ardor. Se adaptan a todas las necesidad del alma: al espíritu y
frutos propios de la vía purgativa, iluminativa y unitiva. Responden
perfectamente a, las tendencias de la gracia y a los toques más rápidos del
Espíritu Santo.
La doctrina y ejemplos de los Santos, en todos los siglos, no se cansan de
pregonar sus excelencias y sus ventajas, tanto para defendernos de toda culpa,
como para adelantar en toda virtud; - lo mismo para satisfacer en esta vida que
para impetrar todas las gracias, pero singularmente para la caridad, la oración
y la unión con Dios.
La Iglesia, con las indulgencias, no cesa tampoco de animar a emplearlas en
todas las circunstancias de la vida.
29. Frecuencia.
Aunque de por sí, cuanto más frecuentes, mejor; pero ni
lleva tampoco en esto la gracia a todos por el mismo camino; ni se ha de
rebasar por fervor indiscreto, la moderación prudente; porque el sobrecargarse,
fatigaría la cabeza; hastiaría el apetito, agotaría el fervor y las haría
rutinarias.
LAS OCASIONES que piden, dentro de la moderación, más frecuencia, son (si no se
tiene otra manera más útil al alma) después de la comunión, en las necesidades
espirituales y temporales más sentidas, - cuando acecha la disipación, - cuando
la enfermedad impide o dificulta los ratos seguidos de oración.
No es raro que mueva especialmente a este ejercicio el Espíritu Santo (cap.
XVII, núms. 3 y 6), pero también es frecuente que atraiga más a la presencia de
Dios en mirada sencilla de amor, deseo...; lo segundo es más frecuente con
oración contemplativa; lo primero con oración activa y vida mixta.
30. Calidad.
De todo suele haber, especialmente de pasada; pero lo
predominante debe ser, acomodarlas al estado presente del alma: es decir, a sus
necesidades presentes, - al espíritu de la vía en, que se encuentra, - a las
mociones y tendencias de la gracia en ella.
En todo tiempo y en cualquier vía Re debe fomentar el espíritu de contrición,
de humildad, de amor y en amor de ofrecimiento de nosotros mismos y de
aceptación de la voluntad santísima de Dios. El motivo, aunque todos los
sobrenaturales sean buenos, pero se han de frecuentar especialmente el de
caridad y en cada vía los suyos característicos Andar cambiando continuamente de
jaculatoria, no es bueno, porque ni se saborean ni se graban y, si se hace de
propósito el andar cambiando, mata la espontaneidad y la trueca en
amaneramiento. Es más útil repetir la misma, mientras se halla en ella gusto y
sabor; pasado su efecto, se coge otra.
También en las jaculatorias influye el tipo de oración: así, cuando va entrado
la contemplación, tiende más el alma a remansarse en una sola un rato sin
repetirla o repitiéndola al cabo de un ratito para avivar el sabor.
31. Perseverancia.
Señalada la calidad preferente y la frecuencia
prudencial en los comienzos y en el progreso de este ejercicio, hay que ser
costante en él, si se quieren recoger sus provechos.
En tiempo de consuelo y fervor sensible, es muy fácil multiplicarlas y rebasar
la frecuencia prudencial; como en la sequedad y oscuridad, es difícil mantenerse
en lo propuesto y conveniente.
Es menester contar con las dificultades propias de toda vida fervorosa,
vencerlas, vencerse en ellas y perseverar. «Vincenti dabo edere de ligno vitae.»
IV. La oración virtual o implícita. - Qué es. - Qué supone. - Frutos. -
Límites. - Cómo se fomenta.
32. La oración virtual.
El tercer sector en el espíritu de oración (n."
9), lo forma y llena el predominio de la voluntad y es la oración virtual o
implícita.
Qué es. Es la tendencia de la voluntad a Dios, que cada vez se centra más para
todo, en el agrado mayor de Dios.
Al paso que avanza el alma, va también en ella la perfección de esta tendencia;
y no sólo en el objeto, sino en los motivos, en la frecuencia, intensidad y
eficacia.
Porque al principio, evita la ofensa, luego busca la conformidad, después el
agrado y, finalmente, el agrado mayor de Dios en todo lo suyo.
Los motivos suben también en perfección y, si empezó por el temor, acaba en el
amor y en el temor filial.
El ardor va creciendo a su vez y es más devoradora el ansia sosegada de
complacer en todo al Señor.
La intensidad la va haciendo estar más atenta a los toques del Espíritu Santo,
para no perder ni tina sola indicación de sus preferencias.
La eficacia alcanza cada día más pormenores y más sutiles que moldear más
completamente en el agrado mayor de Dios. Porque la oración virtual es el camino
y ele término de la voluntad, para hacer siempre lo que más agrada a Dios, como
más le agrada a Dios, porque le agrada, a Dios. Es la conformidad entera, en
cosa, en motivo y en modo, de nuestra voluntad con la voluntad de Dios; pero
actuada y vivida en cada cosa que hacemos, omitirnos, sufrimos (cap. 1, n." 2).
Es el dominio (le nosotros mismos, llevado costantemente a la práctica, para
estar siempre, totalmente, rendidos en amor a Dios.
33. Qué supone.
ATENCIÓN ALERTA A LA GRACIA: es decir, recogimiento
exterior e interior, en el grado compatible con sus deberes y capacidad. El
exterior la aparta no sólo de cosas .dañosas, sino de las simplemente ajenas. e
inútiles. • El interior no se contenta con ahuyentar pensamientos e imágenes
disipadoras, sino que centra su interés en la voluntad y agrado mayor de Dios;
tiene su decisión cada vez más firme en el agrado de Dios; cada vez se renueva
más rápida y rendida a cada circunstancia y matiz que pueda ofrecer al alma el
mayor agrado de Dios. Es, pues, el fruto de la oración empapando la voluntad y
manteniéndola siempre a la mira, por el interés absorbente de agradar a Dios.
Se la puede, pues, llamar oración virtual,, porque sigue en la voluntad el
influjo de la oración y porque la tiene como un resorte, siempre presto para
orar.
34. Frutos.
Son la pureza de intención, cada vez más actuada y más viva;
- la unión de voluntad cada día más perfecta; - la atención a la gracia
aumentando costantemente; - la docilidad al Espíritu Santo más pronta, más
entera, más suave cada día; - la perfección de las obras y de todos. sus
aspectos; en progresión continua e indefinida.
35. Límites.
Si en la mística, dice S. JUAN DE LA CRUZ, que «apenas se
hallará alma que, en todo y por todo tiempo sea movida de Dios, teniendo tan
continua unión con Dios, que sin medio de alguna forma, sean sus potencias
siempre movidas divinamente» (l); mucho más ha de ser limitada en la ascética
esa frecuencia y continuidad en la atención a la gracia. Por eso ha de irse en
ello paso a paso, - evitando ansiedad, sobrecarga y nerviosismo: - con
fidelidad y con paz se hará lo que va pudiendo el alma: - deseando y pidiendo
siempre lo más perfecto; - pero estando siempre contento con lo que tiene - y
no inquietándose con los mismos deseos de mayor progreso.
También en este progreso, ha de estar conforme con lo que más agrada a Dios:
quien ni da ni pide a todos lo mismo; sino que reparte sus dones según su
beneplácito.
(1) Subida, 3, II, 16.
36. Cómo se fomenta.
Aparte los medios generales, aquí hay que ir por
grados : a) EN EL OBJETO : lo corriente es empezar por quitar culpas, hasta
venir a no tener falta plenamente advertida ni descuido enteramente deliberado
(salvas, claro es, flaquezas aisladas: que nunca deja de tener alguna esta pobre
naturaleza humana).
Después se atiende a no negarle nada a sabiendas al Señor y con esto se entra
más derechamente por los grados de perfección, que en cada obra va descubriendo
el alma.
Para ello sirven: el examen particular - el estudiar por partes los quilates
que se pueden poner en cada obra y en cada virtud, para irlos ejecutando
gradualmente- el mirar sobre todo en Jesucristo y en la Virgen Santísima, cómo
hacían ellos esa obra o la equivalente suya, su exterior y su interior, e irlos
copiando con fidelidad y amor.
37.
B) EN LOS MOTIVOS: Sin dejar de atender a los que son más propios de
cada fase espiritual, se frecuenta más el de amor en sus diversos matices y
cambiantes, tanto con Dios como con Jesucristo y la Virgen.
C) EN LA FRECUENCIA, INTENSIDAD Y EFICACIA: ayudan mucho la presencia de Dios y
las jaculatorias, aplicadas mis detenidamente a este fin y el examen de
previsión que nos dispone de antemano para las incidencias probables en la
marcha de nuestras ocupaciones (cap. X, n .o 5).
D) EL MATIZ DE LA PROPIA VOCACIÓN: es natural que predomine en la manera de la
gracia y también que por su propio impulso, tienda más a él, el alma.
Esto es particularmente importante en la vocación apostólica, por la necesidad
costante de abnegaciones menudas, que tal vocación va pidiendo en todo.
NB. La manera de estar alerta el alma a la voluntad de
Dios, recibe también a su tiempo el matiz contemplativo y en vez de actos mas
frecuentes y repetidos, va siendo con oscilaciones de intensidad una mirada
general a agrado de dios y una entrega de toda el alma y voluntad.