Liturgia Católica
Una Santa Católica Apostólica
Visible, Infalible e Indefectible
home
Artículo VII:
Grados de la contemplación.
I
De todas estas divisiones de los grados de la contemplación (1), la más justa es
la que se hace de parte del entendimiento y de las distintas maneras de conocer
a Dios y las cosas divinas.
La primera, por el conocimiento que se tiene por medio de los sentidos.
La segunda, por medio de la imaginación y sus fantasmas.
La tercera, por lo que Dios mismo pone directamente en el entendimiento sin la
cooperación de las facultades más bajas.
Estas son como las tres fuentes de la contemplación.
La primera responde al primer grado, donde las almas deben entregarse al
conocimiento y amor de Jesucristo.
La segunda, se relaciona con el segundo grado llamado de oscuridad divina, y
que conduce por la vía del desprendimiento al último grado, donde las almas
tienen arrobamientos y éxtasis.
La tercera corresponde al cuarto grado, en el que ya las almas caminan por la
más alta región del espíritu y tienen la más subida perfección que se puede
lograr en la tierra.
Notas (1)
En dos artículos anteriores, el P. Lallemant citaba varias divisiones de los
grados de contemplación: hemos suprimido esos artículos por juzgar que más bien
podrían desorientar al lector moderno. Hoy día los estudios sobre la
contemplación han avanzado mucho en este punto. (Nota del Traductor).
II
Aun en los grados más inferiores de contemplación, Dios se comunica con tanta
dulzura, que miles de años pasados en los mayores placeres del mundo no son nada
comparados con lo que el alma goza en Él. Las grandezas y delicias que
encuentra, la arrebatan dé tal manera que le es como imposible amar otra cosa
que no sea Dios y buscar satisfacción fuera de Dios.
A estos grados más altos no se llega sino cuando los pecados están perdonados,
no solamente en cuanto a la culpa, sino también en cuanto a la pena. Y si en
estos sublimes estados llegasen a cometerse (pues no hay estado por perfecto que
sea en que no se peque) son pecados ligeros, de sorpresa y de fragilidad, que
se lloran con amargura y que se perdonan fácilmente.
Como es imposible llegar a estos grados sin una gran pureza de corazón, tampoco
es posible permanecer en ellos sin una gran fidelidad a la gracia. Y como Dios
tiene entonces para el alma, generosidades inmensas, el alma está obligada a
corresponder lo más perfectamente posible; de no ser así, Dios retira sus
gracias y el alma no persevera en el grado a que había sido elevada.
Después que un alma ha recibido de Dios estos dones extraordinarios y
particularmente después que ha llegado al último grado de la contemplación, es
una maravilla ver lo desprendida que está de las criaturas; no se preocupa ya
por nada, ni la conmueve más que el amor de Dios.
En estos últimos grados de oración, sé obra muy poco por el motivo formal de las
virtudes particulares, como se está entonces unido con Dios, por amor, todo lo
hace por amor y con amor, sin preocupaciones generalmente de la causa de las
virtudes que podrían distraerla de su unión con Dios.
Cuando Dios concede a un alma la gracia de elevarla al último grado de la
contemplación, ya no le rehúsa nada y obtiene habitualmente todo lo que pide. Y
si se le ruega que pida a Dios alguna gracia, enseguida que se cree en él deber
de presentar a Dios su petición, siente que el espíritu de Dios la transponen,
secretos admirables donde ella se pierde, no pensando más en la causa de su
oración ni acordándose de lo que quería pedir; más no obstante Dios se lo
concede, cumpliéndose sus deseos sin que ella lo piense. Un alma que ha llegado
a este grado de perfección, puede sostener con sus oraciones y su crédito con Dios, a toda una religión y a todo un reino.
III
La unión del alma con Dios es diferente en estos cuatro grados de
contemplación, en los que cada uno tiene la suya propia.
La primera y más excelente, a la que tienden todas las acciones de la vida
activa y de la contemplativa, es una unión habitual por la que las principales
potencias del alma permanecen constantemente unidas con Dios en todo tiempo, en
todo lugar, incluso en tráfago de las ocupaciones exteriores y en los negocios
que más puedan apurar, sin estar por eso más abstraído ni ser menos apto para
obrar exteriormente. (1)
notas (1) La unión habitual descrita aquí, es
la que los místicos llama unión transformante o desposorio espiritual.
La segunda clase de unión con Dios no es ni tan perfecta, ni tan universal, ni
tan durable; es cuando la voluntad está unida a Dios, pero no todas las otras
potencias, de tal modo sin embargo que la imaginación no puede molestar, como no
molestaba tampoco en la primera.
La tercera Clase de unión es cuando la voluntad está unida con Dios, aunque no
de tal manera que no tenga a veces distracciones y turbaciones, o en peligro de
tenerlas por la divagación y el libertinaje de las demás facultades. Es lo que
nos sucede con bastante frecuencia en la misa que nuestra voluntad está
verdaderamente unida a Dios, aunque sin embargo la ligereza de la imaginación,
el ruido y los objetos exteriores, qué impresionan nuestros sentidos, nos turban.
Los que están sujetos a estas debilidades sin haberse todavía establecido del
todo en el recogimiento interior, corren detrás de su imaginación y de sus
pensamientos vagabundos para sujetarlos, sé fatigan en vano, y su cansancio no
les sirve, más que para perder la poca unión que tenían con Dios y para llenar
su alma de turbaciones y desasosiegos, que es un desarreglo peor que el
primero. Este aviso es de Santa Teresa, que lo sabía por experiencia (1).
. Se hace notar a este propósito que esforzare después de la Comunión es hacer
actos para conversar con Nuestro Señor, no es la mejor manera de dar gracias;
algunos se toman en esto mucho trabajo con poco fruto. Es entonces tiempo de
gozar y no de buscar. Porque si bien es verdad que los actos de las virtudes no
tienen otro fin que el
de unirnos con Dios, una vez que lo tenemos dentro de nosotros mismos y
poseyéndolo como lo poseemos en el Santísimo Sacramento, ¿para qué buscamos más?
Esto no quiere decir que no le presentemos nuestras necesidades y nuestras
miserias, pero sin largos discursos. Lo mejor es permanecer recogidos en su
presencia y dejarle obrar en nosotros según sus deseos, escucharle, recibir lo
que nos da; manteniendo siempre el espíritu en el respeto y en las otras
disposiciones del recogimiento interior, sin permitirle sus divagaciones
habituales, ni dejarle caer en la inacción ni; en la falsa quietud de los
iluminados.
Deberíamos ponernos siempre en la actitud que la misma Santa Teresa nos dice
estaba; esta gran Santa no buscaba más que a Dios en todas las cosas y solo en
Él encontraba descanso; de ahí que no se preocupara ni siquiera de las virtudes
cuando se trataba de Dios, de su presencia, de gozar de Él. Por ello, cuando
Dios se lo comunicaba, prescindía de todos los actos de las virtud es, para
gozar plenamente de Él. Y en esto no hay ilusión; pues si té falta Dios, ¿qué
tienes? Si a Dios tienes, ¿qué té falta? ¿Qué virtud nos puede faltar? Es
tenerlas todas en un grado más eminente y de una manera más excelente que cuando
las poseemos formalmente - como sé habla en Teología, puesto que todas tienden a
unirnos más con Dios.
IV
A veces a las almas puras les sucede que presentándose delante de Nuestro Señor
en alguna visita que hacen al Santísimo Sacramento, sienten de repente un
arrebato de su espíritu en el Corazón de Jesús, donde permanecen luego durante
horas y días enteros.
V
A los que tienen alguna unión con Dios se les puede comparar con los niños
de pecho, que a veces se pegan con más fuerza al seno de sus madres. Así, las
almas en ocasiones se recogen más delante de Dios y se deslizan más,
íntimamente, según como las atraiga el movimiento de la gracia y como las lleven
las ocasiones exteriores.
VI
En las distintas comunicaciones que Dios hace a las almas con sus dones y de
sus visitas, no hay un orden cierto y limitado, de manera que, por ejemplo,
podamos decir: después de esta operación, seguirá esta otra, o después de este
grado de oración, se pasa a este otro. Santa Teresa hace esta observación y dice
que el orden que pone de los favores recibidos de Dios, no es más que para ella
e indica solamente lo que ella había experimentado.
Notas (1) Cuartas moradas, 1.
Cristiano Católico 11-11-2020
Santa
María; Reina de los Santos.