Liturgia Católica
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INTRODUCCIÓN A LA VIDA DEVOTA
SAN FRANCISCO DE SALES
Primera parte
Primera parte de la Introducción a la vida devota
CAPÍTULO I
DESCRIPCIÓN DE LA VERDADERA DEVOCIÓN
Tú aspiras a la devoción, queridísima Filotea, porque eres cristiana y sabes que es una virtud
sumamente agradable a la divina Majestad; más, como sea, que las pequeñas
faltas que se cometen al comienzo de una empresa crecen infinitamente en el
decurso de la misma y son casi irreparables al fin, es menester, ante todo,
que sepas en qué consiste la virtud de la devoción, porque, no existiendo
más que una verdadera y siendo muchas las falsas y vanas, si no conocieses
cuál es aquella, podrías engañarte y seguir alguna devoción impertinente y
supersticiosa.
Aurelio pintaba el rostro de todas las imágenes que hacía según el aire y el aspecto de las mujeres que amaba, y
cada uno pinta la devoción según su pasión y fantasía. El que es aficionado
al ayuno se tendrá por muy devoto si puede ayunar, aunque su corazón esté
lleno de rencor, y -mientras no se atreverá, por sobriedad, a mojar su
lengua en el vino y ni siquiera en el agua-, no vacilará en sumergirla en la
sangre del prójimo por la maledicencia y la calumnia. Otro creerá que es
devoto porque reza una gran cantidad de oraciones todos los días, aunque
después se desate su lengua en palabras insolentes, arrogantes e injuriosas
contra sus familiares y vecinos.
Otro sacará con gran presteza la limosna de su bolsa para darla a los
pobres, pero no sabrá sacar dulzura de su corazón para perdonar a sus
enemigos. Otro perdonará a sus enemigos, pero no pagará sus deudas, si no le
obliga a ello, a viva fuerza, la justicia. Todos estos son tenidos
vulgarmente por devotos y, no obstante, no lo son en manera alguna. Las
gentes de Saúl buscaban a David en su casa; Micol metió una estatua en la
cama, cubrió la con las vestiduras de David y les hizo creer que era el
mismo David que yacía enfermo. Así, muchas personas se cubren con ciertas
acciones exteriores propias de la devoción, y el mundo cree que son devotas
y espirituales de verdad, pero, en realidad, no son más que estatuas y
apariencias de devoción.
La viva y verdadera devoción, ¡oh Filotea!, presupone el amor de Dios; más no un amor cualquiera, porque,
cuando el amor divino embellece a nuestras almas, se llama gracia, la cual
nos hace agradables a su divina Majestad; cuando nos da fuerza para obrar
bien, se llama caridad; pero, cuando llega a un tal grado de perfección, que
no solo nos hace obrar bien, sino además, con cuidado, frecuencia y
prontitud, entonces se llama devoción.
Los avestruces nunca vuelan; las
gallinas vuelan, pero raras veces, despacio, muy bajo y con pesadez; más las
águilas, las palomas y las golondrinas vuelan con frecuencia veloces y muy
altas. De la misma manera, los pecadores no vuelan hacia Dios por las buenas
acciones, pero son terrenos y rastreros; las personas buenas, pero que
todavía no han alcanzado la devoción, vuelan hacia Dios por las buenas
oraciones, pero poco, lenta y pesadamente; las personas devotas vuelan hacia
Dios, con frecuencia con prontitud y por las alturas. En una palabra, la
devoción no es más que una agilidad y una viveza espiritual, por cuyo medio
la caridad hace sus obras en nosotros, o nosotros por ella, pronta y
afectuosamente, y, así como corresponde a la caridad, el hacernos cumplir
general y universalmente todos los mandamientos de Dios, corresponde también
a la devoción hacer que los cumplamos con ánimo pronto y resuelto.
Por esta
causa, el que no guarda todos los mandamientos de Dios, no puede ser tenido
por bueno ni devoto, porque, para ser bueno, es menester tener caridad y,
para ser devoto, además de la caridad, se requiere una gran diligencia y
presteza en los actos de esta virtud.
Y, puesto que la devoción consiste en cierto grado de excelente caridad, no solo nos hace
prontos, activos y diligentes, en la observancia de todos los mandamientos
de Dios, sino además, nos incita a hacer, con prontitud y afecto, el mayor
número de obras buenas que podemos, aun aquellas que no están en manera algunas mandadas, sino tan solo aconsejadas o inspiradas.
Porque, así como un
hombre que está convaleciente, anda tan solo el camino que le es necesario,
pero lenta y pesadamente, de la misma manera, el pecador, recién curado de
sus iniquidades, anda* lo que Dios manda, pero despacio y con fatiga, hasta
que alcanza la devoción, ya que entonces, como un hombre lleno de salud, no solo anda, sino que corre y salta «por los caminos de los mandamientos de
Dios», y, además, pasa y corre por las sendas de los consejos y de las
celestiales inspiraciones. Finalmente, la caridad y la devoción solo se
diferencian entre sí, como la llama y el fuego; pues siendo la caridad un
fuego espiritual, cuando está bien encendida se llama devoción, de manera
que la devoción nada añade al fuego de la caridad, fuera de la llama que
hace a la caridad pronta, activa y diligente no solo en la observancia de
los mandamientos de Dios, sino también en la práctica de los consejos y de
las inspiraciones celestiales.
12-12-2012
Dios te salve
Santa María de Guadalupe, llena, eres de gracia, el Señor es contigo; bendita
tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la
ahora de nuestra muerte.
Amén