Liturgia Católica
home
Primera parte de la Introducción
a la vida devota
CAPÍTULO
XVIII
Meditación l0ª : A MANERA DE
ELECCIÓN QUE EL ALMA HACE DE LA VIDA DEVOTA
PREPARACIÓN.
1. Ponte en la presencia de Dios.
2. Humíllate en su presencia y
pide su auxilio.
CONSIDERACIONES.
1.
Imagínate que te encuentras otra vez a campo raso, sola con tu ángel
bueno, y, al lado izquierdo, mira al diablo sentado sobre un gran trono
muy encumbrado, rodeado de muchos espíritus infernales y de una gran
muchedumbre de mundanos, que, con la cabeza descubierta, le rinden
acatamiento, unos por un pecado y otros por otro. Mira la actitud de
estos desdichados cortesanos de tan abominable rey, y verás cómo unos
están furiosos de rabia, de envidia y de cólera; otros se matan
mutuamente; otros andan demacrados, tristes y llenos de angustia, en
busca de las riquezas; otros entregados a la vanidad, sin ninguna clase
de goce, que no sea inútil o vano; otros envilecidos, perdidos y
corrompidos en sus brutales afectos. Considera cómo todos viven sin
reposo, sin orden, sin continencia; cómo se desprecian los unos a los
otros y cómo no se aman sino con fingida apariencia. Finalmente, verás
una desdichada nación, tiranizada por este rey maldito, que te hará
compasión.
2. A la derecha, contempla a Cristo crucificado, que, con un amor
cordial, ruega por estos pobres endiablados, para que salgan de esta
tiranía, y que los llama a sí, rodeado de un gran ejército de devotos,
juntamente con sus ángeles. Contempla la belleza de este reino de
devoción. ¡Qué hermoso es ver este cortejo de vírgenes, de hombres y
mujeres más blancos que los lirios; esta asamblea de viudas aureoladas
de una santa mortificación y humildad! Mira esa hilera de personas
casadas que viven tan dulcemente, unidas por un mutuo respeto que no
puede existir sino merced a una gran caridad. Ve corno, estos devotos
saben hermanar los cuidados exteriores de su casa con los de la vida
interior, el amor al marido con el amor al Esposo Celestial. Míralos en
todas partes, y siempre los verás con un porte santo, dulce, amable,
escuchando a Nuestro Señor al que quieren introducir dentro de su
corazón. Se alegran, pero con una alegría graciosa, amorosa y bien
ordenada; se aman los unos a los otros, pero con un amor sagrado y
enteramente puro. Los que, en este pueblo devoto, están afligidos, no se
atormentan excesivamente y no pierden la paz. En una palabra: contempla
los ojos de El Salvador que los consuela, y repara cómo todos juntos
suspiran por Él.
3. Hasta ahora has dejado a Satanás, con
su triste y desgraciado séquito, gracias a los buenos afectos que has
concebido, pero, a pesar de ello, todavía no has llegado al Rey Jesús,
ni te has juntado a la compañía santa y feliz de los devotos, sino que
has fluctuado siempre entre uno y otro.
4. La Santísima
Virgen, con San José, San Luis, Santa Mónica y otros cien mil, que
forman en el escuadrón de los que han vivido en medio del mundo, te
invitan y te alientan.
5. El Rey crucificado te llama por
tu propio nombre: «Ven, mi bienamada, ven, que quiero coronarte. »
ELECCIÓN.
1. ¡Oh mundo, oh legión
abominable! ; no, jamás me verás bajo tu bandera; por siempre jamás he
dejado tus locuras y tus vanidades. Rey de orgullo, rey de desdicha,
espíritu infernal, renuncio a ti y a tus vanas pompas y te detesto con
todas tus obras.
2. Y, al convertirme a Ti, dulce Jesús mío, Rey de
bienaventuranza y de gloria eterna, te abrazo, con todas las fuerzas de
mi alma, te adoro con todo mi corazón, te elijo, ahora y para siempre,
por mi Rey, y, con inviolable fidelidad, te rindo homenaje irrevocable;
me someto a la obediencia de tus santas leyes y mandamientos.
3. ¡Oh Virgen santa, amada Señora mía!, te elijo por mi guía, me
pongo bajo tu enseña, te ofrezco un particular respeto y una reverencia
especial. ¡Oh, mi santo ángel!, preséntame a esta sagrada asamblea; no me
dejes hasta que llegue a esta dichosa compañía, con la cual digo y diré,
por siempre jamás, en testimonio de mi elección: «Viva Jesús, viva
Jesús».
12-12-2012
Dios te salve Santa María de Guadalupe, llena, eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y
bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de
Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la ahora de nuestra
muerte. Amén