Liturgia Católica
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Primera parte de la Introducción
a la vida devota
CAPÍTULO
XXII
QUE ES NECESARIO PURIFICARSE DEL
AFECTO AL PECADO VENIAL
Conforme se va haciendo de
día, vemos con mayor claridad, en el espejo, las manchas y la suciedad
de nuestro rostro; de la misma manera, según la luz interior del
Espíritu Santo ilumina nuestras conciencias, vemos más clara y
distintamente los pecados, las inclinaciones y las imperfecciones que
pueden impedir en nosotros la verdadera devoción; y la misma luz que
nos ayuda a ver nuestras manchas y defectos, enciende en nosotros el
deseo de lavarnos y purificarnos.
Descubrirás, pues, ¡oh amada Filotea¡, que además de los pecados
mortales y del afecto a los mismos, de todo lo cual ya estás purificada
por los ejercicios anteriormente indicados, tienes todavía en tu alma
muchas inclinaciones y mucho afecto a los pecados veniales! No digo que
descubrirás pecados veniales, sino que descubrirás inclinaciones y
afecto a los pecados veniales; y una cosa es muy diferente de la otra,
porque nosotros no podemos estar siempre enteramente puros de pecados
veniales ni perseverar mucho tiempo en esta pureza, pero podemos muy
bien estar libres de todo afecto al pecado venial. Ciertamente, una cosa
es mentir una o dos veces, para bromear y en cosas de poca importancia,
y otra cosa es complacerse en la mentira y tener afición a esta clase de
pecados.
Y digo ahora que es menester purgar el alma de todo
afecto al pecado venial, es decir, que no conviene alimentar
voluntariamente la voluntad de continuar y de perseverar en ninguna
especie de pecado venial, porque sería una insensatez demasiado grande
querer, con pleno conocimiento, guardar en nuestra conciencia una cosa
tan desagradable a Dios como lo es la voluntad de querer desagradarle.
El pecado venial, por pequeño que sea, desagrada a Dios, pero no hasta
el extremo de que, por su causa, quiera condenarnos y perdernos. Y, si
el pecado venial le desagrada, la voluntad y el afecto que tenemos al
pecado venial no es otra cosa que una resolución de querer desagradar a
la divina Majestad. ¿Es posible que una alma bien nacida no solo quiera
desagradar a Dios, sino también complacerse en desagradarle?
Estos afectos, Filotea, son directamente contrarios a la devoción,
como el afecto al pecado mortal es contrario a la caridad: debilitan las
fuerzas del espíritu, impiden las consolaciones divinas, abren la puerta
a las tentaciones, y, aunque no matan al alma, la ponen muy enferma.
«Las moscas que mueren en él, dice el Sabio, hacen que se pierda la
suavidad del ungüento», con lo que quiere decir que las moscas, cuando
apenas se posan sobre el ungüento de modo que comen de él de paso, no
contaminan sino lo que cogen, y se conserva bien lo restante; pero,
cuando mueren dentro del ungüento le roban su valor y lo echan a perder. Asimismo, los pecados veniales; si se detienen poco tiempo en una alma devota, no le causan mucho mal; pero, si estos mismos pecados establecen
su morada en el alma, por el afecto que en ellos se pone, hacen que
pierda la suavidad del ungüento, es decir, la santa devoción.
Las arañas no matan a las abejas, sino que echan a perder y
corrompen la miel y embrollan con sus telas los panales, de suerte que
las abejas no pueden trabajar, pero esto ocurre cuando las arañas se
establecen allí. De la misma manera, el pecado venial no mata a nuestra
alma; infecta, no obstante, la devoción, y enreda de tal manera, con
malos hábitos y malas inclinaciones, las potencias del alma, que no
puede esta ejercitar con presteza la caridad, en la cual consiste la
esencia de la devoción; pero esto se entiende de cuando el pecado venial
habita en nuestra conciencia por el afecto que le tenemos. No es nada,
Filotea, decir. Alguna mentirijilla, descomponerse un poco en las
palabras, en las acciones, en las miradas, en los vestidos, en
ataviarse, en los juegos, en los bailes, siempre que, al momento de
entrar en nuestra alma, estas arañas espirituales, las rechacemos y las
echemos fuera, como lo hacen las abejas con las arañas corporales. Pero,
si permitimos que se detengan en nuestros corazones, y no solo esto,
sino que nos gusta retenerlas y multiplicarlas, pronto veremos perdida
nuestra miel y el panal de nuestra conciencia apestado y deshecho. Pero
repito: ¿qué apariencias de sano juicio mostraría una alma generosa, si
se gozara desagradando a Dios, si gustase de causarle molestia e
intentase querer aquello que sabe que le es enojoso?
12-12-2012
Dios te salve Santa María de Guadalupe, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y
bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de
Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la ahora de nuestra
muerte. Amén