Liturgia Católica
home
Primera parte de la Introducción
a la vida devota
CAPÍTULO VI
DE LA PRIMERA PURIFICACIÓN, QUE ES LA DE LOS PECADOS
MORTALES
La primera purificación que se requiere es la
del pecado mortal; el medio para lograrla es el sacramento de la
Penitencia. Busca el confesor más digno que te sea posible; toma en tus
manos algunos de los libritos que se han escrito para ayudar a las
conciencias a confesarse bien, como Granada, Bruno, Arias, Auger; léelos
con atención, y advierte punto por punto, en qué has pecado, desde que
llegaste al uso de la razón hasta la hora presente; si no te fías de la
memoria, escribe lo que hubieres notado. Después de haber repasado y
amontonado, de esta manera, los pecados de tu conciencia, detéstalos y
échalos lejos de ti, por una contrición y un pesar tan grande como pueda
soportarlo tu corazón, considerando estas cuatro cosas: que, por el
pecado, has perdido la gracia de Dios, has perdido el derecho a la
gloria, has aceptado las penas del infierno y has renunciado al amor
eterno de Dios.
Ya entiendes, Filotea, que me refiero a una
confesión general de toda la vida, la cual, si bien reconozco que no
siempre es absolutamente necesaria, con todo considero que te será
sumamente útil en los comienzos; por lo mismo, te la aconsejo con gran
encarecimiento. Acontece, con harta frecuencia, que las confesiones
ordinarias de las personas que llevan una vida común y vulgar están
llenas de grandes defectos, porque, muchas veces, la preparación es
deficiente o nula, y falta la contrición exigida; al contrario, suele
acudirse a la confesión con una voluntad tácita de volver a caer en
pecado y sin la resolución de evitar las ocasiones y de poner los medios
necesarios para la enmienda de la vida; en todos estos casos, la
confesión general es necesaria para la tranquilidad del alma. Pero,
además, de esto, la confesión general nos conduce al conocimiento de
nosotros mismos, provoca en nosotros una saludable confusión por nuestra
vida pasada, nos hace admirar la misericordia de Dios, que nos ha
aguardado con tanta paciencia; sosiega nuestros corazones, alivia
nuestros espíritus, excita en nosotros buenos propósitos, da ocasión a
nuestro padre espiritual para que nos haga las advertencias que mejor
cuadran con nuestra condición, y nos abre el corazón, para que nos
manifestemos con toda confianza, en las confesiones siguientes.
Tratando, pues, ahora, de una renovación general de nuestro corazón y de
una conversión total de nuestra alma a Dios, para emprender la vida
devota, me parece, ¡oh Filotea!, que tengo razón, si te aconsejo esta
confesión general.
12-12-2012
Dios te
salve Santa María de Guadalupe, llena, eres de gracia, el Señor es contigo;
bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu
vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros,
pecadores, ahora y en la ahora de nuestra muerte. Amén