Liturgia Católica

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Segunda parte de la Introducción a la vida devota

CAPÍTULO VII

DE LA CONCLUSIÓN Y RAMILLETE ESPIRITUAL


Finalmente, la meditación se ha de acabar con tres cosas, que se han de hacer con toda la humildad posible.

La primera es la acción de gracias a Dios por los afectos y propósitos que nos ha inspirado, y por su bondad y misericordia, que hemos descubierto en el misterio meditado.

La segunda es el acto de ofrecimiento, por el cual ofrecemos a Dios su misma bondad y misericordia, la muerte, la sangre, las virtudes de su Hijo, y, a la vez, nuestros afectos y resoluciones.

La tercera es la súplica, por la cual pedimos a Dios, con insistencia, que nos comunique las gracias y las virtudes de su Hijo y otorgue su bendición a nuestros afectos y propósitos, para que podamos fielmente ponerlos en práctica. Después hemos de pedir por la Iglesia, por nuestros pastores, parientes, amigos y por los demás, recurriendo, para este fin, a la intercesión de la Madre de Dios, de los ángeles y de los santos. Finalmente, ya he hecho notar que conviene decir el Padrenuestro y el Avemaría, que es la plegaria general y necesaria de todos los fieles.


A todo esto he añadido que hay que hacer un pequeño ramillete de devoción. He aquí lo que quiero decir: los que han paseado por un hermoso jardín no salen de él satisfechos, si no se llevan cuatro o cinco flores, para olerlas y tenerlas consigo durante todo el día. Por la meditación, hemos de escoger uno, dos o tres puntos, los que más nos hayan gustado y los que sean más a propósito para nuestro aprovechamiento, para recordarlos durante todo el día y olerlos espiritualmente. Y este ramillete se hace en el mismo lugar donde hemos meditado, sin movernos, o bien paseando solos durante un rato.



Dios te salve Santa María, Madre de Cristo; Ruega por nosotros.

Cristiano Católico 14-12-2012