Liturgia Católica
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Tercera parte de la Introducción
a la vida devota
CAPÍTULO XXXV
QUE ES NECESARIO SER FIEL EN LAS OCASIONES GRANDES Y EN LAS PEQUEÑAS
El sagrado Esposo del Cantar de los Cantares dice que la Esposa le ha
robado el corazón con uno de sus ojos y con uno de sus cabellos. Ahora
bien, de todas las partes exteriores del cuerpo humano no hay ninguna
tan noble como el ojo, tanto por su estructura como por su actividad, ni
ninguna tan vil como el cabello, por lo que no solo le son agradables
las grandes obras de las personas devotas, sino también las más pequeñas
y las más insignificantes, y que, para servirle según su agrado, hay que
tener cuidado en servirle, así en las cosas grandes y elevadas como en
las pequeñas y bajas, pues lo mismo con las unas que con las otras,
podemos robarle el corazón por el amor.
Prepárate, pues, Filotea, a sufrir muy grandes aflicciones por Nuestro
Señor, y aun el martirio; resuélvete a darle lo- que para ti es más
preciado, si a Él le place tomarlo: el padre, la madre, el hermano, el
esposo, los hijos, tu misma vida, porque para todo esto has de tener
dispuesto tu corazón, Pero, mientras la divina Providencia no te envíe
aflicciones tan sentidas y tan grandes, mientras no te pida tus ojos,
dale a lo menos tus cabellos, es decir, soporta con dulzura las pequeñas
injurias, las pequeñas incomodidades, las pequeñas pérdidas cotidianas,
porque, con estas pequeñas ocasiones, aceptadas con amor y afecto,
ganarás enteramente su corazón y lo harás tuyo. Aquellas pequeñas
limosnas cotidianas, aquel dolor de cabeza, aquel dolor de muelas, aquel
romper un vaso, aquel desprecio o aquella burla, el perder los guantes,
el anillo o el pañuelo, o la pequeña incomodidad de acostarse pronto y
levantarse temprano para ir a comulgar y a rezar, aquel poco de
vergüenza que se siente al hacer públicamente ciertos actos de devoción:
en una palabra, todos los pequeños sufrimientos, aceptados y abrazados
con amor, complacen en gran manera a la Bondad divina, la cual por un
solo vaso de agua ha prometido a sus fieles un mar de felicidad, y, como
sea que estas ocasiones se ofrecen a cada momento, el aprovecharlas es
un gran medio para atesorar muchas riquezas espirituales.
Cuando, en la vida de Santa Catalina de Sena, veo tantos raptos y
elevaciones de espíritu, tantas palabras llenas de sabiduría, y aun
predicciones hechas por ella, no dudo de que todas estas contemplaciones
cautivaron el corazón de su celestial Esposo; pero el mismo consuelo
siento cuando la veo en la cocina de su padre, dando vueltas a la
parrilla, avivando el fuego, preparando la comida, amasando el pan y
desempeñando todos los quehaceres más humildes de la casa, con esfuerzo
lleno de amor y de ternura para con Dios. Y no aprecio menos la
insignificante y sencilla meditación que ella hacía, en medio de estas
ocasiones viles y abyectas, que los éxtasis y arrobamientos que con
tanta frecuencia tenía, en recompensa, tal vez, de aquella humildad y
abyección. Su meditación era esta: Se imaginaba que, cuando servía a su
padre, servía a Nuestro Señor, como otra santa Marta; que su madre
ocupaba el lugar de la Madre de Dios y sus hermanos el lugar de los
apóstoles, y, de esta manera, se excitaba a servir en espíritu a toda la
corte celestial, y se empleaba en aquellos oficios humildes con gran
suavidad, porque sabía que era aquella la voluntad de Dios. Te he
propuesto este ejemplo, Filotea, para que sepas lo mucho que importa el
dirigir todos nuestros actos, por sencillos que sean, al servicio de su
divina Majestad.
Por esto te aconsejo, cuanto me es posible, que imites a aquella mujer fuerte, tan alabada de Salomón, la cual, como él dice, emprendía cosas
fuertes, generosas y elevadas, y, a pesar de ello, no dejaba de hilar ni
de hacer rodar el huso. «Ha puesto la mano en cosas atrevidas y sus
dedos han cogido el huso». Pon la mano en cosas de vuelo, ejercitándote
en la oración y meditación, en recibir los sacramentos, en comunicar el
amor de Dios a las almas, en derramar buenas inspiraciones sobre los
corazones, y, finalmente, en hacer obras grandes y de envergadura, según
tu vocación; pero no olvides tu huso ni el cáñamo, es decir, practica
las virtudes pequeñas y humildes, que son como flores que crecen al pie
de la cruz: servir a los pobres, visitar a los enfermos, sostener a la
familia, con los trabajos que esto acarrea, y una actividad útil, que no
te deje estar ociosa; y, en medio de estas ocupaciones, haz
consideraciones parecidas a las de Santa Catalina de Sena, que acabo de
mencionar.
Las ocasiones de servir a Dios en cosas grandes, raras veces se ofrecen,
pero las pequeñas ocurren a diario; ahora bien, «el que es fiel en lo
poco -dice el mismo Salvador-, le constituiré sobre lo mucho». Haz,
pues, todas las cosas en nombre de Dios, y todas serán bien hechas. Ya
comas, ya bebas, ya duermas, ya te recrees, ya des vueltas al asador,
mientras sepas enderezar bien tus quehaceres, aprovecharás mucho en la
presencia de Dios, sí haces todas las cosas porque Dios quiere que las
hagas.
Ave María Purísima
Cristiano Católico 19-12-2012 Año de la Fe
Vida Devota Sea Bendita la Santa e Inmaculada Purísima Concepción de
la Santísima Virgen María