Liturgia Católica
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Tercera parte de la Introducción a la vida devota
CAPÍTULO XXXIX
DE LA HONESTIDAD DEL TÁLAMO NUPCIAL
El tálamo nupcial, como dice el Apóstol, ha de ser inmaculado, es decir, ha de
estar libre de impureza y de otras fealdades profanas. De esta manera fue
instituido, al principio, el matrimonio en el paraíso terrenal, donde jamás, en
todo aquel tiempo, hubo el menor desorden de la concupiscencia ni cosa alguna
deshonesta.
Existe cierta semejanza entre los placeres vergonzosos y los del comer, pues
todos ellos pertenecen a la carne, aunque los primeros, por razón de su brutal
vehemencia, se llaman simplemente carnales. Explicaré, pues, lo que no puedo
decir de unos, por lo que diré de los otros.
1. El comer está ordenado a la conservación de la vida. Ahora bien, así como
comer simplemente para nutrirse y conservar la persona, es una cosa buena, santa
y mandada, así también, en el matrimonio, lo que es necesario para la generación
de los hijos y la multiplicación de las personas, es una cosa buena y muy santa,
porque es el fin principal de las nupcias.
2. Comer, no para conservar la vida, sino para mantener la mutua relación y
condescendencia que nos debemos los unos a los otros, es una cosa muy justa y
honesta. Igualmente, la recíproca y legítima satisfacción de los esposos, en el
santo matrimonio, es llamada por San Pablo débito; más débito tan grave, que no
quiere que ninguna de las partes se exima de él sin el libre y voluntario
consentimiento de la otra, ni siquiera por motivos de prácticas devotas, lo cual
me ha obligado a hablar en la forma que lo he hecho, sobre este punto, en el
capítulo de la Sagrada Comunión. Mucho menos, pues, es lícito eximirse de este
deber, por caprichosas pretensiones de virtud o por disgusto o desdén.
3. Así como los que comen por el deber de mutua condescendencia, han de comer
con libertad y no como forzados a ello, y, además, han de procurar dar a
entender que comen con apetito, de la misma manera el débito nupcial se ha de
satisfacer fiel y francamente, como si se tuviese la esperanza de tener hijos,
aunque, por alguna causa, esta esperanza hubiese desaparecido. 4. Comer, no por
los dos primeros motivos, sino, simplemente, para complacer el apetito es cosa
tolerable, pero no laudable, ya que el simple placer del apetito sensitivo no
puede ser un fin suficiente para hacer que sea laudable un acto; basta con que
sea tolerable.
5. Comer, no por simple apetito, sino por exceso y desorden, es cosa más o menos
vituperable, según que el exceso sea grande o pequeño.
6. Ahora bien, el exceso en el comer no solo consiste en la cantidad, sino
también en la forma y manera como se come. Es notable, amada Filotea, que la
miel, tan apropiada y tan saludable para las abejas, pueda, de todas maneras,
perjudicarlas tanto, que llegue a ponerlas enfermas, como ocurre cuando comen
demasiado, sobre todo en primavera, porque les produce como cierta disentería,
y, a veces, las mata inevitablemente, como cuando quedan cubiertas de miel por
delante de su cabeza y en sus aletas.
A la verdad, el comercio nupcial, que es tan santo, tan justo, tan recomendable,
tan útil a la sociedad, puede empero en algunos casos ser dañoso a los que lo
practican; pues, a veces, pone enfermas de pecado venial a las almas, como
ocurre con simples excesos, y, en algunas ocasiones, las mata con el pecado
mortal, como ocurre cuando es violado y pervertido el orden establecido para la
generación de los hijos; y, en este caso, según que alguno se aparte más o menos
de este orden, son los pecados más o menos execrables, pero siempre mortales.
Porque como quiera que la procreación de los hijos es el fin primario y
principal del matrimonio, jamás es lícito apartarse del orden que exige, aunque,
por algún motivo, tal procreación no pueda entonces seguirse, como acontece
cuando la esterilidad o el embarazo impiden la generación, pues, en estas
circunstancias, el comercio corporal no deja de poder ser justo y santo, con tal
que sean cumplidas las leyes de la generación, puesto que nunca está permitido
que cosa alguna accidental contravenga la ley impuesta por el fin principal del
matrimonio.
Es cierto que la infame y execrable acción que Onán cometió, en su
matrimonio, fue detestable delante de Dios, como lo dice el Sagrado Texto, en el
capítulo treinta y ocho del Génesis. Y aunque algunos herejes de nuestros
tiempos, cien veces más condenables que los Cínicos, de que nos habla San
Jerónimo en la epístola a los Efesios, han pretendido que fue la perversa
intención de este malvado la que desagradó a Dios, es manifiesto que no habla
así la Escritura, sino que concretamente asegura que fue la misma cosa cometida
la que pareció detestable y abominable a los ojos de Dios.
7. Es una señal indudable de un espíritu perverso, vil, abyecto e innoble,
pensar en los manjares y en la comida antes de la hora, y todavía más
deleitarse, después de comer, con el placer que se ha sentido durante la comida,
entreteniéndose en ello con palabras y pensamientos, y revolcando el espíritu en
el recuerdo del placer experimentado al tragar los manjares, como lo hacen
aquellos que, antes de comer, tienen el ánimo en el asador y, después de comer,
en los platos; personas dignas de ser galopines de cocina, que, como dice San
Pablo, hacen de su vientre un Dios.
Las personas honorables solo piensan en la
mesa cuando se sientan a ella, y, una vez han comido, se lavan las manos y la
boca para no sentir más ni el sabor ni el olor de lo que han comido. El elefante
no es sino una bestia enorme, pero es la más digna de cuantas viven en la tierra
y la que tiene más juicio. Quiero referir un rasgo de su honestidad: nunca
cambia de compañera, y ama tiernamente a la que ha escogido, con la cual,
empero, no se junta más que de tres en tres años, por espacio de cinco días, y
con tanto secreto que jamás nadie le ha visto en este acto; pero harto se conoce
el sexto día, cuando, antes de hacer cualquier otra cosa, se va derechamente al
río, donde lava todo su cuerpo, y no quiere volver a su grupo antes de haberse
purificado. ¿No son estas cosas hermosas y honestos instintos de este animal,
con los cuales invita a los casados a no permanecer encenagados en la
sensualidad y en los placeres experimentados por razón de su estado, sino a
lavar el corazón y el afecto, una vez pasados; y a purificarse lo antes posible,
para practicar después otros actos más puros y elevados, con toda la libertad
del espíritu?
En esta advertencia consiste la práctica perfecta de la excelente doctrina que
San Pablo da a los corintios: «El tiempo es breve; por lo tanto, los que tienen
esposa vivan como si no la tuviesen». Ya que, según San Gregorio, tiene esposa,
como si no la, tuviese, aquel que, de tal manera recibe los deleites corporales,
que no impide con ellos las aspiraciones espirituales: ahora bien, lo que se
dice del marido se entiende recíprocamente de la esposa. «Los que usan del mundo
-dice el mismo Apóstol- sean como si no usasen de él». Que todos, pues, usen del
mundo, cada uno según su vocación, pero de manera que, no esclavizando sus
afectos, queden libres y estén prontos para el servicio de Dios, como si no
usasen de él. «Este es el gran mal del hombre -dice San Agustín-, querer gozar
de las cosas de las cuales solamente ha de usar, y querer usar de aquellas de
las cuales solamente ha de gozar». Nosotros hemos de gozar de las cosas
espirituales y solamente usar de las corporales, de las cuales, cuando el uso se
convierte en gozo, nuestra alma racional se convierte también en alma brutal y
bestial.
Creo que he dicho todo lo que era menester decir, y que he dado a entender, sin
decirlo, lo que no quería decir.
Ave María Purísima
Cristiano Católico 19-12-2012 Año de la Fe
Vida Devota
Sea Bendita la Santa e Inmaculada Purísima Concepción de
la Santísima Virgen María