Liturgia Católica
home
Cuarta parte de la Introducción
a la vida devota
CAPÍTULO I
QUE NO HAY QUE HACER CASO DE LAS PALABRAS DE LOS HIJOS DEL MUNDO
En cuanto los mundanos se den cuenta de que quieres emprender la vida
devota, dispararán contra ti mil tiros de habladurías y maledicencia;
los más malos calificarán maliciosamente tu mudanza, llamándola
hipocresía, fanatismo y artificio: dirán que el mundo te ha puesto mala
cara y que, a causa de su desprecio, has acudido a Dios.
Tus amigos se
apresurarán a hacerte un mundo de reflexiones, muy prudentes y muy
caritativas por, cierto, según su parecer: «Acabarás -te dirán-, en
algún humor melancólico, perderás prestigio en el mundo, te harás
insoportable, envejecerás antes de tiempo, se resentirán de ello tus
quehaceres; es menester vivir en el mundo como en el mundo; nos podemos
también salvar sin tantas cosas»; y otras mil bagatelas como estas.
Filotea, todo lo dicho no es más que un hablar necio y vano; estas
personas no tienen interés ni por tu salvación ni por tus negocios. «Si
fueseis del mundo -dice el Salvador- el mundo amaría lo que es suyo; más, porque vosotros no sois del mundo, por esto os aborrece.» Hemos
visto a caballeros y señoras pasar toda la noche, y noches seguidas,
jugando al ajedrez y a los naipes. ¿Existe alguna clase de atención más
expuesta al malhumor y a la melancolía y más sombría que aquella? Sin
embargo, los mundanos nada dicen acerca de ello, y a los amigos no les
causa la menor preocupación; en cambio, por la meditación de una hora, o
porque ven que nos levantamos un poco más temprano de lo que se
acostumbra, todos corren al médico para que nos cure del humor
hipocondriaco y de la ictericia.
Pueden pasar treinta días bailando;
nadie se queja de ello, y, por la sola vela de la noche de Navidad, todo
el mundo tose y se encuentra mal al día siguiente. ¿ Quién no ve que el
mundo es un juez perverso, benévolo y condescendiente con sus hijos,
pero duro y riguroso con los hijos de Dios?
No es posible que estemos bien con el mundo, si no es perdiéndonos con
él. Es imposible tenerle contento, porque es demasiado extravagante.
«Juan ha venido -dice el Salvador- no comiendo ni bebiendo, y vosotros
decís que está endemoniado; el Hijo del hombre come y bebe, y decís que
es un samaritano.» Es cierto, Filotea: si por condescendencia reímos,
jugamos y danzamos con el mundo, este se escandalizará; si no lo
hacemos, nos acusará de hipocresía o de melancolía; si nos adornamos,
dirá que llevamos segundas intenciones; si vestimos humildemente, lo
achacará a vileza de corazón; llamará disolución a nuestro buen humor, y
tristeza a nuestras mortificaciones; siempre nos mirará de reojo y nunca
podremos serle agradables.
Exagera nuestras imperfecciones y dice que
son pecados veniales y convierte en pecados de malicia nuestros pecados
de fragilidad. Al contrario de lo que dice San Pablo, «la caridad es
benigna», el mundo es maligno: si «la caridad nunca piensa mal», el
mundo piensa mal siempre, y, cuando no puede acusar nuestras acciones,
acusa nuestras intenciones. Ya tengan cuernos los corderos, ya no los
tengan, ya sean blancos, ya sean negros, no dejará el lobo de
devorarlos, si puede.
Hagamos lo que hagamos, siempre el mundo nos hará la guerra: si
permanecemos mucho rato en el confesionario, se extrañará de que
tengamos tantas cosas que decir; si estamos poco, dirá que no lo
confesamos todo. Espiará nuestros movimientos, y, por una sola palabra
insignificante de cólera, hará saber que somos insoportables; el cuidado
de nuestros negocios le parecerá avaricia, y nuestra dulzura,
apocamiento. En cuanto a los hijos del mundo, sus cóleras son
generosidades; sus avaricias, ahorros; sus libertades, pasatiempos
honestos. Las arañas siempre echan a perder la obra de las abejas.
Dejemos a este ciego, Filotea, que grite cuanto quiera, como la lechuza
para inquietar a las aves diurnas. Seamos firmes en nuestros propósitos,
invariables en nuestras resoluciones; la perseverancia nos dará a
conocer si, de verdad y enteramente, nos hemos ofrecido a Dios y hemos
entrado en la vida devota.
En apariencia, los cometas y los planetas son
casi igualmente luminosos, pero los cometas, por ser tan solo unos
fuegos pasajeros, desaparecen al poco tiempo, más los planetas poseen
una claridad perpetua. De la misma manera, la hipocresía y la verdadera
virtud tienen mucha semejanza externa, pero fácilmente se distingue la
una de la otra, porque la hipocresía no tiene duración y se disipa como
el humo por el aire, pero la verdadera virtud siempre es firme y
constante. No es pequeña ventaja, para asegurar bien los comienzos de la
devoción, padecer, por su causa, oprobios y calumnias, porque, por este
medio, evitamos el peligro de la vanidad y del orgullo, que son como las
comadres de Egipto, a las cuales el Faraón infernal ha ordenado que
maten a los hijos varones de Israel el mismo día de su nacimiento.
Nosotros estamos crucificados al mundo, y el mundo ha de estar
crucificado para nosotros; nos tiene por locos; tengámosle por
insensato.
Ave María Purísima
Cristiano Católico 19-12-2012 Año de la Fe
Sea Bendita la Santa e Inmaculada Purísima Concepción de
la Santísima Virgen María