Liturgia Católica
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Cuarta parte de la Introducción a la vida devota
CAPÍTULO V
ALIENTO PARA EL ALMA QUE SE ENCUENTRA TENTADA
Filotea, estos grandes asaltos y estas tremendas tentaciones nunca
son permitidas por Dios, si no es en las almas que quiere elevar a su puro y
excelente amor. Sin embargo, no se deduce de aquí que, después de ello, puedan
tener la certeza de haber llegado a este amor, porque ha ocurrido varias veces
que los que habían sido constantes en tan violentas acometidas, después, por no
haber correspondido con fidelidad a la gracia divina, se han visto vencidos por
tentaciones muy pequeñas. Lo digo porque, si alguna vez acontece que te sientas
afligida por alguna violenta tentación, sepas que Dios te favorece con una
merced extraordinaria, con la cual te da a entender que quiere engrandecerte
delante de su divino acatamiento; pero, a pesar de esto, seas siempre humilde y
temerosa, y no creas que vencerás las tentaciones pequeñas por el hecho de haber
vencido las grandes, si no es por una continua fidelidad a la Majestad divina.
Por cualquiera tentación que te acometa y por cualquiera delectación que de ella
se derive, mientras tu voluntad se niegue a consentir, no sólo en la tentación
sino también en la delectación, no te turbes, porque Dios no recibe ofensa
alguna.
Cuando un hombre se desmaya y no da señales de vida, ponen la
mano sobre el corazón, y, por poco movimiento que en él adviertan, creen que
todavía vive y que, con algún medicamento especial o algún reconfortante, podrá
recuperar la fuerza y los sentidos. De la misma manera suele ocurrir que, por la
violencia de las tentaciones, parece que el alma cae en un total
desfallecimiento de sus fuerzas y que, como desmayada, no tiene ya vida
espiritual ni movimiento. Veamos si el corazón y la voluntad tienen todavía
movimiento espiritual, es decir, si se niegan a consentir y a seguir la
tentación y la delectación; porque, mientras el corazón ofrezca resistencia,
podemos estar seguros de que la caridad, vida de nuestra alma, está en nosotros,
y de que Jesucristo, nuestro Salvador, permanece en nuestra alma, aunque esté en
ella oculto y embozado. De manera que, mediante el constante ejercicio de la
oración, de los sacramentos y de la confianza en Dios, recuperaremos nuestras
fuerzas y viviremos una vida llana y agradable.
Ave María Purísima
Cristiano Católico 20-12-2012 Año de la Fe
Sea Bendita la Santa e Inmaculada Purísima Concepción de
la Santísima Virgen María