Liturgia Católica
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Cuarta parte de la Introducción
a la vida devota
CAPÍTULO VII
REMEDIO CONTRA LAS GRANDES TENTACIONES
Enseguida que sientas en ti alguna tentación, haz como los niños, cuando
en el campo ven algún lobo o algún oso; al instante corren a los brazos
de su padre y de su madre, o, a lo menos, les llaman y les piden auxilio
y socorro. Acude de la misma manera a Dios, reclamando su auxilio y
misericordia; es el remedio que enseña Nuestro Señor: «Orad para no caer
en la tentación».
Si ves que la tentación persevera o
aumenta, corre, en espíritu, a abrazar la santa Cruz, como si vieses
delante de ti a Cristo crucificado, protesta que no consentirás en la
tentación, y pídele socorro contra ella y, mientras dure la tentación,
no ceses de afirmar que no quieres consentir.
Pero, cuando hagas tales protestas y deseches el consentimiento, no
mires de frente a la tentación, sino solamente a Nuestro Señor, porque,
si miras la tentación, podrá hacer vacilar tu valor, sobre todo si es
muy violenta.
Distrae tu espíritu con algunas buenas y
laudables ocupaciones, porque estas ocupaciones al entrar en tu corazón
y al establecerse en él, ahuyentarán las tentaciones y sugestiones
malignas.
El gran remedio contra todas las tentaciones,
grandes y pequeñas, es desahogar el corazón y comunicar a nuestro
director todas las sugestiones, sentimientos y afectos que nos agitan.
Fíjate en que la primera condición que el maligno pone al alma que
quiere seducir, es el silencio, como lo hacen los que quieren seducir a
las esposas y a las hijas, que, ante todo, les prohíben comunicar a los
maridos y a los padres sus proposiciones, siendo así que Dios quiere que
demos a conocer enseguida sus inspiraciones a nuestros superiores y
directores.
Y si, después de lo dicho, la tentación se empeña
en importunarnos y en perseguirnos, no hemos de hacer otra cosa sino insistir, por nuestra parte, en la protesta de que no queremos consentir;
porque, así como las mujeres no pueden quedar casadas mientras dicen que
no, de la misma manera no puede el alma, aunque muy agitada, ser jamás
vencida si se niega a serlo.
No concedas beligerancia a tu
enemigo, y no le contestes palabra, si no es aquella con que Nuestro
Señor le respondió, y con la cual le confundió: « ¡Vete, Satanás!
Adorarás al Señor tu Dios y a Él solo servirás». Y así como la mujer
casta no ha de responder una sola palabra al hombre envilecido que le
sigue haciéndole proposiciones deshonestas, sino que, dejándole al
punto, ha de inclinar, al instante, su corazón del lado de su esposo, y
ha de renovar el juramento de fidelidad que le prometió, sin
entretenerse en dudar, así el alma devota, al verse acometida de alguna
tentación, no ha de pararse en disputar y en responder, sino que,
sencillamente, ha de volverse hacia el lado de Jesucristo, su esposo, y
prometerle de nuevo que le será fiel, y que solo quiere ser toda de Él,
por siempre jamás.
Ave María Purísima
Cristiano Católico 20-12-2012 Año de la Fe
Sea Bendita la Santa e Inmaculada Purísima Concepción de
la Santísima Virgen María