Liturgia Católica
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Cuarta parte de la Introducción a la vida devota
CAPÍTULO IX
CÓMO SE HAN DE REMEDIAR LAS PEQUEÑAS TENTACIONES
Ahora bien, en cuanto a estas pequeñas tentaciones de vanidad,
de sospecha, de melancolía, de celos, de envidia, de amores, y otras semejantes
impertinencias, que, como moscas, pasan por delante de los ojos, y ora nos pican
en las mejillas, ora en la nariz; como sea que no es imposible librarnos
completamente de su importunidad, la mejor resistencia que les podemos hacer es
no inquietarnos, porque nada de esto puede dañar, aunque sí causar molestias,
mientras permanezca firme la resolución de servir a Dios.
Desprecia, pues, estos pequeños ataques, y no te dignes pensar
en lo que significan, si no déjalos que zumben cuanto quieran alrededor de tus
oídos, y que corran de acá para allá en torno de ti; y cuando te piquen, y veas
que, poco o mucho, se detienen en tu corazón, no hagas otra cosa que alejarlos
sencillamente, sin combatirles ni responderles de otra manera que con actos de
amor de Dios. Porque, si quieres creerme, no te esfuerces demasiado en querer
oponer la virtud contraria a la tentación que sientes, porque eso casi
equivaldría a querer disputar con ella; sino que después de haber hecho un acto
de virtud directamente contrario, si es que has conocido la calidad de la
tentación, inclina simplemente tu corazón hacia Jesucristo crucificado y, con un
acto de amor a Él, besa sus sagrados pies. Este es el mejor recurso para vencer
al enemigo, así en las grandes como en las pequeñas tentaciones, ya que el amor
de Dios, por contener en sí todas las perfecciones de todas las virtudes, y de
una manera más excelente que las mismas virtudes, es también un remedio más
eficaz contra todos los vicios; además, si tu espíritu se acostumbra a recurrir,
en todas las tentaciones, a esta consigna general, no se verá obligado a mirar y
examinar qué clase de tentaciones tiene, sino que, simplemente, al sentirse
turbada, se pacificará con este gran remedio, el cual, aparte de lo dicho,
espanta tanto al espíritu maligno, que, cuando ve que sus tentaciones despiertan
en nosotros este divino amor, ya no nos tienta más. Aquí tienes todo lo que
atañe a las pequeñas y frecuentes tentaciones, en medio de las cuales el que
quiera detenerse en menudencias, perderá la paciencia y no hará nada bueno.
Ave María Purísima
Cristiano Católico 20-12-2012 Año de la Fe
Sea Bendita la Santa e Inmaculada Purísima Concepción de
la Santísima Virgen María