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San Juan de la Cruz Noche oscura
DECLARACIÓN DE LAS CANCIONES DEL MODO QUE TIENE EL ALMA EN EL CAMINO
ESPIRITUAL PARA LLEGAR A LA PERFECTA UNIÓN DE AMOR CON DIOS, CUAL SE PUEDE EN
ESTA VIDA. DÍCESE TAMBIÉN LAS PROPIEDADES QUE TIENE EL QUE HA LLEGADO A LA DICHA
PERFECCIÓN, SEGUN EN LAS CANCIONES SE CONTIENE.
PRÓLOGO
En este libro se ponen primero todas las canciones que se han de declarar.
Después se declara cada canción de por sí, poniendo cada una de ellas antes de
su declaración, y luego se va declarando cada verso de por sí, poniéndole
también al principio.
En las dos primeras canciones se declaran los efectos de las dos purgaciones
espirituales de la parte sensitiva del hombre y de la espiritual. En las otras
seis se declaran varios y admirables efectos de la iluminación espiritual y
unión de amor con Dios.
CANCIONES DEL ALMA
1. En una noche oscura, con ansias, en amores inflamada, ¡oh dichosa
ventura!, salí sin ser notada estando ya mi casa sosegada.
2. A oscuras y segura, por la secreta escala, disfrazada, ¡oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada, estando ya mi casa sosegada.
3. En la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin
otra luz y guía sino la que en el corazón ardía.
4. Aquésta me guiaba más cierto que la luz de mediodía, adonde me esperaba quien
yo bien me sabía, en parte donde nadie parecía.
5. ¡Oh noche que guiaste! ¡oh noche amable más que el alborada! ¡oh noche que
juntaste Amado con amada, amada en el Amado transformada!
6. En mi pecho florido, que entero para él solo se guardaba, allí quedó dormido,
y yo le regalaba, y el ventalle de cedros aire daba.
7. El aire de la almena, cuando yo sus cabellos esparcía, con su mano serena en
mi cuello hería y todos mis sentidos suspendía.
8. Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el Amado, cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado.
FIN
Comienza la declaración de las canciones que tratan del modo y manera que tiene
el alma en el camino de la unión del amor con Dios, por el padre fray Juan de la
Cruz.
Antes que entremos en la declaración de estas canciones, conviene saber aquí que
el alma las dice estando ya en la perfección, que es la unión de amor con Dios,
habiendo ya pasado por los estrechos trabajos y aprietos, mediante el ejercicio
espiritual del camino estrecho de la vida eterna que dice nuestro Salvador en el
Evangelio (Mt. 7, 74), por el cual camino ordinariamente pasa para llegar a esta
alta y dichosa unión con Dios. El cual por ser tan estrecho y por ser tan pocos
los que entran por él, como también dice el mismo Señor (Mt. 7, 14), tiene el
alma por gran dicha y ventura haber pasado por él a la dicha perfección de amor,
como ella lo canta en esta primera canción, llamando noche oscura con harta
propiedad a este camino estrecho, como se declarará adelante en los versos de la
dicha canción.
Dice, pues, el alma, gozosa de haber pasado por este angosto camino de donde
tanto bien se le siguió, en esta manera:
LIBRO PRIMERO
En que se trata de la noche del sentido.
CANCIÓN 1ª
En una noche oscura, con ansias, en amores inflamada, ¡oh dichosa ventura!, salí
sin ser notada estando ya mi casa sosegada.
DECLARACIÓN
1. Cuenta el alma en esta primera canción el modo y manera que tuvo en salir,
según la afición, de sí y de todas las cosas, muriendo por verdadera
mortificación a todas ellas y a sí misma, para venir a vivir vida de amor dulce
y sabrosa con Dios. Y dice que este salir de sí y de todas las cosas fue una
noche oscura, que aquí entiende por la contemplación purgativa, como después se
dirá, la cual pasivamente causa en el alma la dicha negación de sí misma y de
todas las cosas.
2. Y esta salida dice ella aquí que pudo hacer con la fuerza y calor que para
ello le dio el amor de su Esposo en la dicha contemplación oscura. En lo cual
encarece la buena dicha que tuvo en caminar a Dios por esta noche con tan
próspero suceso que ninguno de los tres enemigos, que son mundo, demonio y
carne, que son los que siempre contrarían este camino, se lo pudiese impedir;
por cuanto la dicha noche de contemplación purificativa hizo adormecer y
amortiguar en la casa de su sensualidad todas las pasiones y apetitos según sus
apetitos y movimientos contrarios. Dice, pues, el verso:
En una noche oscura.
CAPÍTULO 1
Pone el primer verso y comienza a tratar de las imperfecciones de los
principiantes.
1. En esta noche oscura comienzan a entrar las almas cuando Dios las va sacando
de estado de principiantes, que es de los que meditan en el camino espiritual, y
las comienza a poner en el de los aprovechantes, que es ya el de los
contemplativos, para que, pasando por aquí, lleguen al estado de los perfectos,
que es el de la divina unión del alma con Dios. Por tanto, para entender y
declarar mejor qué noche sea ésta por que el alma pasa, y por qué causa la pone
Dios en ella, primero convendrá tocar aquí algunas propiedades de los
principiantes. Lo cual, aunque será con la brevedad que pudiere, no dejará
también de servir a los mismos principiantes, para que, entendiendo la flaqueza
del estado que llevan, se animen y deseen que los ponga Dios en esta noche,
donde se fortalece y confirma el alma en las virtudes y para los inestimables
deleites del amor de Dios. Y, aunque nos detengamos un poco, no será más de lo
que basta para tratar luego de esta noche oscura.
2. Es, pues, de saber que el alma, después que determinadamente se convierte a
servir a Dios, ordinariamente la va Dios criando en espíritu y regalando, al
modo que la amorosa madre hace al niño tierno, al cual al calor de sus pechos le
calienta, y con leche sabrosa y manjar blando y dulce le cría, y en sus brazos
le trae y le regala. Pero, a la medida que va creciendo, le va la madre quitando
el regalo y, escondiendo el tierno amor, pone el amargo acíbar en el dulce
pecho, y, abajándole de los brazos, le hace andar por su pie, porque, perdiendo
las propiedades de niño, se dé a cosas más grandes y sustanciales. La amorosa
madre de la gracia de Dios, luego que por nuevo calor y hervor de servir a Dios
reengendra al alma, eso mismo hace con ella; porque la hace hallar dulce y
sabrosa la leche espiritual sin algún trabajo suyo en todas las cosas de Dios, y
en los ejercicios espirituales gran gusto, porque le da Dios aquí su pecho de
amor tierno, bien así como a niño tierno (1 Pe. 2, 2-3).
3. Por tanto, su deleite halla pasarse grandes ratos en oración, y por ventura
las noches enteras; sus gustos son las penitencias, sus contentos los ayunos, y
sus consuelos usar de los sacramentos y comunicar en las cosas divinas; las
cuales cosas, aunque con grande eficacia y porfía asisten a ellas y las usan y
tratan con grande cuidado los espirituales, hablando espiritualmente, comúnmente
se han muy flaca e imperfectamente en ellas. Porque, como son movidos a estas
cosas y ejercicios espirituales por el consuelo y gusto que allí hallan, y, como
también ellos no están habilitados por ejercicios de fuerte lucha en las
virtudes, acerca de estas sus obras espirituales tienen muchas faltas e
imperfecciones; porque, al fin, cada uno obra conforme al hábito de perfección
que tiene; y, como éstos no han tenido lugar de adquirir los hábitos fuertes, de
necesidad han de obrar como flacos niños, flacamente.
Lo cual para que más claramente se vea, y cuán faltos van estos principiantes en
las virtudes acerca de lo que con el dicho gusto con facilidad obran, irémoslo
notando por los siete vicios capitales, diciendo algunas de las muchas
imperfecciones que en cada uno de ellos tienen, en que se verá claro cuán de
niños es el obrar que éstos obran; y veráse también cuántos bienes trae consigo
la noche oscura de que luego habemos de tratar, pues de todas estas
imperfecciones limpia al alma y la purifica.
CAPÍTULO 2
De algunas imperfecciones espirituales que tienen los principiantes acerca del
hábito de la soberbia.
1. Como estos principiantes se sienten tan fervorosos y diligentes en las cosas
espirituales y ejercicios devotos, de esta propiedad (aunque es verdad que las
cosas santas de suyo humillan) por su imperfección les nace muchas veces cierto
ramo de soberbia oculta, de donde vienen a tener alguna satisfacción de sus
obras y de sí mismos. Y de aquí también les nace cierta gana algo vana, y a
veces muy vana, de hablar cosas espirituales delante de otros, y aun a veces de
enseñarlas más que de aprenderlas, y condenan en su corazón a otros cuando no
los ven con la manera de devoción que ellos querrían, y aun a veces lo dicen de
palabra, pareciéndose en esto al fariseo, que se jactaba alabando a Dios sobre
las obras que hacía, y despreciando al publicano (Lc. 18, 11-12).
2. A estos muchas veces los acrecienta el demonio el fervor y gana de hacer más
estas y otras obras porque les vaya creciendo la soberbia y presunción. Porque
sabe muy bien el demonio que todas estas obras y virtudes que obran, no
solamente no les valen nada, mas antes se les vuelven en vicio. Y a tanto mal
suelen llegar algunos de éstos, que no querrían que pareciese bueno otro sino
ellos; y así, con la obra y palabra, cuando se ofrece, les condenan y detraen,
mirando la motica en el ojo de su hermano, y no considerando la viga que está en
el suyo (Mt.7,37); cuelan el mosquito ajeno y tráganse su camello (Mt. 23, 24).
3. A veces también, cuando sus maestros espirituales, como son confesores y
prelados, no les aprueban su espíritu y modo de proceder (porque tienen gana que
estimen y alaben sus cosas), juzgan que no los entienden el espíritu, o que
ellos no son espirituales, pues no aprueban aquello y condescienden con ello. Y
así, luego desean y procuran tratar con otro que cuadre con su gusto; porque
ordinariamente desean tratar su espíritu con aquellos que entienden que han de
alabar y estimar sus cosas, y huyen, como de la muerte, de aquellos que se los
deshacen para ponerlos en camino seguro, y aun a veces toman ojeriza con ellos.
Presumiendo, suelen proponer mucho y hacen muy poco. Tienen algunas veces gana
de que los otros entiendan su espíritu y su devoción, y para esto a veces hacen
muestras exteriores de movimientos, suspiros y otras ceremonias; y, a veces,
algunos arrobamientos, en público más que en secreto, a los cuales les ayuda el
demonio, y tienen complacencia en que les entiendan aquello, y muchas veces
codicia.
4. Muchos quieren preceder y privar con los confesores, y de aquí les nacen mil
envidias y desquietudes. Tienen empacho de decir sus pecados desnudos porque no
los tengan sus confesores en menos, y vanlos coloreando porque no parezcan tan
malos, lo cual más es irse a excusar que a acusar. Y a veces buscan otro
confesor para decir lo malo porque el otro no piense que tienen nada malo, sino
bueno; y así, siempre gustan de decirle lo bueno, y a veces por términos que
parezca antes más de lo que es que menos, con gana de que le parezca bueno, como
quiera que fuera más humildad, como lo diremos, deshacerlo y tener gana que ni
él ni nadie lo tuviesen en algo.
5. También algunos de éstos tienen en poco sus faltas, y otras veces se
entristecen demasiado de verse caer en ellas, pensando que ya habían de ser
santos, y se enojan contra sí mismos con impaciencia, lo cual es otra
imperfección. Tienen muchas veces grandes ansias con Dios porque les quite sus
imperfecciones y faltas, más por verse sin la molestia de ellas en paz que por
Dios; no mirando que, si se las quitase, por ventura se harían más soberbios y
presuntuosos. Son enemigos de alabar a otros y amigos que los alaben, y a veces
lo pretenden; en lo cual son semejantes a las vírgenes locas, que, teniendo sus
lámparas muertas, buscaban óleo por de fuera (Mt. 25, 8).
6. De estas imperfecciones algunos llegan a tener muchas muy intensamente, y a
mucho mal en ellas; pero algunos tienen menos, algunos más, y algunos solos
primeros movimientos o poco más; y apenas hay algunos de estos principiantes que
al tiempo de estos fervores no caigan en algo de esto.
Pero los que en este tiempo van en perfección, muy de otra manera proceden y con
muy diferente temple de espíritu; porque se aprovechan y edifican mucho con la
humildad, no sólo teniendo sus propias cosas en nada, mas con muy poca
satisfacción de sí; a todos los demás tienen por muy mejores, y les suelen tener
una santa envidia, con gana de servir a Dios como ellos; porque, cuanto más
fervor llevan y cuantas más obras hacen y gusto tienen en ellas, como van en
humildad, tanto más conocen lo mucho que Dios merece y lo poco que es todo
cuanto hacen por él; y así, cuanto más hacen, tanto menos se satisfacen. Que
tanto es lo que de caridad y amor querrían hacer por él, que todo lo que hacen
no les parezca nada; y tanto les solicita, ocupa y embebe este cuidado de amor,
que nunca advierten en si los demás hacen o no hacen; y si advierten, todo es,
como digo, creyendo que todos los demás son muy mejores que ellos. De donde,
teniéndose en poco, tienen gana también que los demás los tengan en poco y que
los deshagan y desestimen sus cosas. Y tienen más, que, aunque se los quieran
alabar y estimar, en ninguna manera lo pueden creer, y les parece cosa extraña
decir de ellos aquellos bienes.
7. Estos, con mucha tranquilidad y humildad, tienen gran deseo que les enseñe
cualquiera que los pueda aprovechar; harta contraria cosa de la que tienen los
que habemos dicho arriba, que lo querrían ellos enseñar todo, y aun cuando
parece les enseñan algo, ellos mismos toman la palabra de la boca como que ya se
lo saben. Pero éstos, estando muy lejos de querer ser maestros de nadie, están
muy prontos de caminar y echar por otro camino del que llevan, si se lo
mandaren, porque nunca piensan que aciertan en nada. De que alaben a los demás
se gozan; sólo tienen pena de que no sirven a Dios como ellos.
No tienen gana de decir sus cosas, porque las tienen en tan poco, que aun a sus
maestros espirituales tienen vergüenza de decirlas, pareciéndoles que no son
cosas que merezcan hacer lenguaje de ellas. Más gana tienen de decir sus faltas
y pecados, o que los entiendan, que no sus virtudes; y así se inclinan más a
tratar su alma con quien en menos tienen sus cosas y su espíritu, lo cual es
propiedad de espíritu sencillo, puro y verdadero, y muy agradable a Dios.
Porque, como mora en estas humildes almas el espíritu sabio de Dios, luego las
mueve e inclina a guardar adentro sus tesoros en secreto y echar afuera sus
males. Porque da Dios a los humildes, junto con las demás virtudes, esta gracia,
así como a los soberbios la niega (Sab. 4, 6).
8. Darán éstos la sangre de su corazón a quien sirve a Dios, y ayudarán, cuanto
esto es en sí, a que le sirvan. En las imperfecciones que se ven caer, con
humildad se sufren, y con blandura de espíritu y temor amoroso de Dios,
esperando en él.
Pero almas que al principio caminen con esta manera de perfección, entiendo son,
como queda dicho, las menos y muy pocas; que ya nos contentaríamos que no
cayesen en las cosas contrarias. Que, por eso, como después diremos, pone Dios
en la noche oscura a los que quiere purificar de todas estas imperfecciones para
llevarlos adelante.
CAPÍTULO 3
De algunas imperfecciones que suelen tener algunos de éstos acerca del segundo
vicio capital, que es la avaricia, espiritualmente hablando.
1. Tienen muchos de estos principiantes también a veces mucha avaricia
espiritual, porque apenas les verán contentos en el espíritu que Dios les da;
andan muy desconsolados y quejosos porque no hallan el consuelo que querrían en
las cosas espirituales. Muchos no se acaban de hartar de oír consejos y aprender
preceptos espirituales y tener y leer muchos libros que traten de eso, y váseles
más en esto el tiempo que en obrar la mortificación y perfección de la pobreza
interior de espíritu que deben. Porque, a más de esto, se cargan de imágenes y
rosarios bien curiosos; ahora dejan unos, ya toman otros; ahora truecan, ahora
destruecan; ya los quieren de esta manera, ya de esotra, aficionándose más a
esta cruz que a aquélla, por ser más curiosa. Y veréis a otros arreados de
"agnusdeis" y reliquias y nóminas, como los niños de dijes.
En lo cual yo condeno la propiedad de corazón y el asimiento que tienen al modo,
multitud y curiosidad de cosas, por cuanto es muy contra la pobreza de espíritu,
que sólo mira en la sustancia de la devoción, aprovechándose sólo de aquello que
basta para ella, y cansándose de esotra multiplicidad y de la curiosidad de
ella; pues que la verdadera devoción ha de salir del corazón, sólo en la verdad
y sustancia de lo que representan las cosas espirituales, y todo lo demás es
asimiento y propiedad de imperfección, que, para pasar a alguna manera de
perfección, es necesario que se acabe el tal apetito.
2. Yo conocí una persona que más de diez años se aprovechó de una cruz hecha
toscamente de un ramo bendito, clavada con un alfiler retorcida alrededor, y
nunca la había dejado, trayéndola consigo hasta que yo se la tomé; y no era
persona de poca razón y entendimiento. Y vi otra que rezaba por cuentas que eran
de huesos de las espinas del pescado, cuya devoción es cierto que por eso no era
de menos quilates delante de Dios; pues se ve claro que éstos no la tenían en la
hechura y valor.
Los que van, pues, bien encaminados desde estos principios, no se asen a los
instrumentos visibles, ni se cargan de ellos, ni se les da nada de saber más de
lo que conviene saber para obrar; porque sólo ponen los ojos en ponerse bien con
Dios y agradarle, y en esto es su codicia. Y así con gran largueza dan cuanto
tienen, y su gusto es saberse quedar sin ello por Dios y por la caridad del
prójimo, no me da más que sean cosas espirituales que temporales; porque, como
digo, sólo ponen los ojos en las veras de la perfección interior: dar a Dios
gusto, y no a sí mismo en nada.
3. Pero de estas imperfecciones tampoco, como de las demás, no se puede el alma
purificar cumplidamente hasta que Dios le ponga en la pasiva purgación de
aquella oscura noche que luego diremos. Mas conviene al alma, en cuanto pudiere,
procurar de su parte hacer por perfeccionarse, porque merezca que Dios le ponga
en aquella divina cura, donde sana el alma de todo lo que ella no alcanzaba a
remediarse; porque, por más que el alma se ayude, no puede ella activamente
purificarse de manera que esté dispuesta en la menor parte para la divina unión
de perfección de amor, si Dios no toma la mano y la purga en aquel fuego oscuro
para ella, cómo y de la manera que habemos de decir.
CAPÍTULO 4
De otras imperfecciones que suelen tener estos principiantes acerca del tercer
vicio, que es lujuria.
1. Otras muchas imperfecciones más de las que acerca de cada vicio voy diciendo
tienen muchos de estos principiantes, que por evitar prolijidad dejo, tocando
algunas de las más principales, que son como origen y causa de las otras.
Y así, acerca de este vicio de lujuria (dejado aparte lo que es caer en este
pecado en los espirituales, pues mi intento es tratar de las imperfecciones que
se han de purgar por la noche oscura) tienen muchas imperfecciones muchos, que
se podrían llamar lujuria espiritual, no porque así lo sea, sino porque procede
de cosas espirituales. Porque muchas veces acaece que en los mismos ejercicios
espirituales, sin ser en manos de ellos, se levantan y acaecen en la sensualidad
movimientos y actos torpes, y a veces aun cuando el espíritu está en mucha
oración, o ejercitando los Sacramentos de la Penitencia o Eucaristía. Los
cuales, sin ser, como digo, en su mano, proceden de una de tres causas:
2. La primera, proceden muchas veces del gusto que tiene el natural en las cosas
espirituales; porque, como gusta el espíritu y sentido, con aquella recreación
se mueve cada parte del hombre a deleitarse según su porción y propiedad; porque
entonces el espíritu se mueve a recreación y gusto de Dios, que es la parte
superior; y la sensualidad, que es la porción inferior, se mueve a gusto y
deleite sensual, porque no sabe ella tener y tomar otro, y toma entonces el más
conjunto a sí, que es el sensual torpe. Y así, acaece que el alma está en mucha
oración con Dios según el espíritu, y, por otra parte, según el sentido siente
rebeliones y movimientos y actos sensuales pasivamente, no sin harta desgana
suya; lo cual muchas veces acaece en la Comunión, que, como en este acto de amor
recibe el alma alegría y regalo, porque se le hace este Señor, pues para eso se
da, la sensualidad toma también el suyo, como habemos dicho, a su modo. Que,
como, en fin, estas dos partes son un supuesto, ordinariamente participan
entrambas de lo que una recibe, cada una a su modo; porque, como dice el
Filósofo, cualquiera cosa que se recibe, está en el recipiente al modo del mismo
recipiente. Y así en estos principios, y aun cuando ya el alma está aprovechada,
como está la sensualidad imperfecta, recibe el espíritu de Dios con la misma
imperfección muchas veces. Que, cuando esta parte sensitiva está reformada por
la purgación de la noche oscura que diremos, ya no tiene ella estas flaquezas;
porque no es ella la que recibe ya, mas antes está recibida ella en el espíritu;
y así lo tiene todo entonces al modo del espíritu.
3. La segunda causa, de donde a veces proceden estas rebeliones, es el demonio,
que, por desquietar y turbar el alma al tiempo que está en oración o la procura
tener, procura levantar en el natural estos movimientos torpes, con que, si al
alma se le da algo de ellos, le hace harto daño. Porque no sólo por el temor de
esto aflojan en la oración, que es lo que él pretende, por ponerse a luchar con
ellos, mas algunos dejan la oración del todo, pareciéndoles que en aquel
ejercicio les acaecen más aquellas cosas que fuera de él, como es la verdad,
porque se las pone el demonio más en aquella que en otra cosa, por que dejen el
ejercicio espiritual. Y no sólo eso, sino que llega a representarles muy al vivo
cosas muy feas y torpes, y a veces muy conjuntamente acerca de cualesquier cosas
espirituales y personas que aprovechan sus almas, para aterrarlas y
acobardarlas; de manera, que los que de ello hacen caso, aun no se atreven a
mirar nada ni poner la consideración en nada, porque luego tropiezan en aquello.
Y esto en los que son tocados de melancolía acaece con tanta eficacia y
frecuencia, que es de haberlos lástima grande, porque padecen vida triste,
porque llega a tanto en algunas personas este trabajo cuando tienen este mal
humor, que les parece claro que sienten tener consigo acceso el demonio, sin ser
libres para poderlo evitar, aunque algunas personas de éstas puedan evitar el
tal acceso con gran fuerza y trabajo. Cuando estas cosas torpes acaecen a los
tales por medio de la melancolía, ordinariamente no se libran de ellas hasta que
sanan de aquella calidad de humor, si no es que entrase en la noche oscura el
alma, que la priva sucesivamente de todo.
4. El tercer origen, de donde suelen proceder y hacer guerra estos movimientos
torpes, suele ser el temor que ya tienen cobrado estos tales a estos movimientos
y representaciones torpes; porque el temor que les da la súbita memoria en lo
que ven o tratan o piensan, les hace padecer estos actos sin culpa suya.
5. Hay también algunas almas, de naturales tan tiernos y deleznables, que, en
viniéndoles cualquier gusto de espíritu o de oración, luego es con ellos el
espíritu de la lujuria, que de tal manera les embriaga y regala la sensualidad,
que se hallan como engolfados en aquel jugo y gusto de este vicio; y dura lo uno
con lo otro pasivamente; y algunas veces echan de ver haber sucedido algunos
torpes y rebeldes actos. La causa es que, como estos naturales sean, como digo,
deleznables y tiernos, con cualquier alteración se les remueven los humores y la
sangre, y suceden de aquí estos movimientos; porque a éstos lo mismo les acaece
cuando se encienden en ira o tienen algún alboroto o pena.
6. Algunas veces también en estos espirituales, así en hablar como en obrar
cosas espirituales, se levanta cierto brío y gallardía con memoria de las
personas que tienen delante, y tratan con alguna manera de vano gusto; lo cual
nace también de lujuria espiritual, al modo que aquí la entendemos; lo cual
ordinariamente viene con complacencia en la voluntad.
7. Cobran algunos de éstos aficiones con algunas personas por vía espiritual,
que muchas veces nacen de lujuria, y no de espíritu; lo cual se conoce ser así
cuando, con la memoria de aquella afición, no crece más la memoria y amor de
Dios, sino remordimiento en la conciencia. Porque, cuando la afición es
puramente espiritual, creciendo ella, crece la de Dios, y cuanto más se acuerda
de ella, tanto más se acuerda de Dios y le da gana de Dios, y creciendo en lo
uno crece en lo otro; porque eso tiene el espíritu de Dios, que lo bueno aumenta
con lo bueno, por cuanto hay semejanza y conformidad. Pero cuando el tal amor
nace del dicho vicio sensual, tiene los efectos contrarios; porque cuanto más
crece lo uno, tanto más decrece lo otro y la memoria juntamente; porque, si
crece aquel amor, luego verá que se va resfriando en el de Dios y olvidándose de
él con aquella memoria y algún remordimiento en la conciencia; y, por el
contrario, si crece el amor de Dios en el alma, se va resfriando en el otro y
olvidándole, porque, como son contrarios amores, no sólo no ayuda el uno al
otro, mas antes el que predomina apaga y confunde el otro y se fortalece en sí
mismo, como dicen los filósofos. Por lo cual dijo nuestro Salvador en el
Evangelio (Jn. 3, 6) que lo que nace de carne, es carne, y lo que nace de
espíritu, es espíritu, esto es: el amor que nace de sensualidad, para en
sensualidad, y el que de espíritu, para en espíritu de Dios y hácele crecer. Y
ésta es la diferencia que hay entre los dos amores para conocerlos.
8. Cuando el alma entrare en la noche oscura, todos estos amores pone en razón;
porque al uno fortalece y purifica, que es el que es según Dios, y al otro quita
y acaba; y, al principio a entrambos los hace perder de vista, como después se
dirá.
CAPÍTULO 5
De las imperfecciones en que caen los principiantes acerca del vicio de la ira.
1. Por causa de la concupiscencia que tienen muchos principiantes en los gustos
espirituales, les poseen muy de ordinario muchas imperfecciones del vicio de la
ira; porque, cuando se les acaba el sabor y gusto en las cosas espirituales,
naturalmente se hallan desabridos y, con aquel sinsabor que traen consigo, traen
mala gracia en las cosas que tratan, y se aíran muy fácilmente por cualquier
cosilla, y aun a veces no hay quien los sufra. Lo cual muchas veces acaece
después que han tenido algún muy gustoso recogimiento sensible en la oración,
que, como se les acaba aquel gusto y sabor, naturalmente queda el natural
desabrido y desganado; bien así como el niño cuando le apartan del pecho de que
estaba gustando a su sabor. En el cual natural, cuando no se dejan llevar de la
desgana, no hay culpa, sino imperfección que se ha de purgar por la sequedad y
aprieto de la noche oscura.
2. También hay otros de estos espirituales que caen en otra manera de ira
espiritual, y es que se aíran contra los vicios ajenos con cierto celo
desasosegado, notando a otros; y a veces les dan ímpetus de reprenderles
enojosamente, y aun hacen algunas veces, haciéndose ellos dueños de la virtud.
Todo lo cual es contra la mansedumbre espiritual.
3. Hay otros que, cuando se ven imperfectos, con impaciencia no humilde se aíran
contra sí mismos; acerca de lo cual tienen tanta impaciencia, que querrían ser
santos en un día. De éstos hay muchos que proponen mucho y hacen grandes
propósitos, y como no son humildes ni desconfían de sí, cuantos más propósitos
hacen, tanto más caen y tanto más se enojan, no teniendo paciencia para esperar
a que se lo dé Dios cuando él fuere servido: que también es contra la dicha
mansedumbre espiritual; que del todo no se puede remediar sino por la purgación
de la noche oscura. Aunque algunos tienen tanta paciencia en esto del querer
aprovechar, que no querría Dios ver en ellos tanta.
CAPÍTULO 6
De las imperfecciones acerca de la gula espiritual.
1. Acerca del cuarto vicio, que es gula espiritual, hay mucho que decir, porque
apenas hay uno de estos principiantes que, por bien que proceda, no caiga en
algo de las muchas imperfecciones que acerca de este vicio les nacen a estos
principiantes por medio del sabor que hallan a los principios en los ejercicios
espirituales.
Porque muchos de éstos, engolosinados con el sabor y gusto que hallan en los
tales ejercicios, procuran más el sabor del espíritu que la pureza y discreción
de él, que es lo que Dios mira y acepta en todo el camino espiritual. Por lo
cual, demás de las imperfecciones que tienen en pretender estos sabores, la
golosina que ya tienen les hace salir mucho del pie a la mano, pasando de los
límites del medio en que consisten y se granjean las virtudes. Porque, atraídos
del gusto que allí hallan, algunos se matan a penitencias, y otros se debilitan
con ayunos, haciendo más de lo que su flaqueza sufre, sin orden y consejo; antes
procuran hurtar el cuerpo a quien deben obedecer en lo tal; y aun algunos se
atreven a hacerlo aunque les han mandado lo contrario.
2. Estos son imperfectísimos, gente sin razón, que posponen la sujeción y
obediencia, que es penitencia de razón y discreción, y por eso es para Dios más
acepto y gustoso sacrificio que todos los demás, a la penitencia corporal, que,
dejada estotra parte, no es más que penitencia de bestias, a que también como
bestias se mueven por el apetito y gusto que allí hallan. En lo cual, por cuanto
todos los extremos son viciosos, y en esta manera de proceder éstos hacen su
voluntad, antes van creciendo en vicios que en virtudes; porque, por lo menos,
ya en esta manera adquieren gula espiritual y soberbia, pues no va en obediencia
(lo que hacen).
Y tanto empuja el demonio a muchos de éstos, atizándoles esta gula por gustos y
apetitos que les acrecienta, que ya que más no pueden, o mudan o añaden o varían
lo que les mandan, porque les es aceda toda obediencia acerca de esto. En lo
cual algunos llegan a tanto mal, que, por el mismo caso que van por obediencia
los tales ejercicios, se les quita la gana y devoción de hacerlos, porque sola
su gana y gusto es hacer lo que les mueve; todo lo cual por ventura les valiera
más no hacerlo.
3. Veréis a muchos de éstos muy porfiados con sus maestros espirituales porque
les concedan lo que quieren, y allá medio por fuerza lo sacan; y si no, se
entristecen como niños y andan de mala gana, y les parece que no sirven a Dios
cuando no los dejan hacer lo que querrían. Porque, como andan arrimados al gusto
y voluntad propia, y esto tienen por su Dios, luego que se lo quitan y les
quieren poner en voluntad de Dios, se entristecen y aflojan y faltan. Piensan
éstos que el gustar ellos y estar satisfechos, es servir a Dios y satisfacerle.
4. Hay también otros que por esta golosina tienen tan poco conocida su bajeza y
propia miseria y tan echado aparte el amoroso temor y respeto que deben a la
grandeza de Dios, (que) no dudan de porfiar mucho con sus confesores sobre que
les dejen comulgar muchas veces. Y lo peor es que muchas veces se atreven a
comulgar sin licencia y parecer del ministro y despensero de Cristo, sólo por su
parecer, y le procuran encubrir la verdad. Y a esta causa, con ojo de ir
comulgando, hacen como quiera las confesiones, teniendo más codicia en comer que
en comer limpia y perfectamente; como quiera que fuera más sano y santo tener la
inclinación contraria, rogando a sus confesores que no les manden llegar tan a
menudo; aunque entre lo uno y lo otro mejor es la resignación humilde, pero los
demás atrevimientos cosa es para grande mal y castigo de ellos sobre tal
temeridad.
5. Estos, en comulgando, todo se les va en procurar algún sentimiento y gusto
más que en reverenciar y alabar en sí con humildad a Dios: y de tal manera se
apropian a esto, que, cuando no han sacado algún gusto o sentimiento sensible,
piensan que no han hecho nada, lo cual es juzgar muy bajamente de Dios, no
entendiendo que el menor de los provechos que hace este Santísimo Sacramento es
el que toca al sentido, porque mayor es el invisible de la gracia que da; que,
porque pongan en él los ojos de la fe, quita Dios muchas veces esotros gustos y
sabores sensibles. Y así, quieren sentir a Dios y gustarle como si fuese
comprensible y accesible, no sólo en éste, sino también en los demás ejercicios
espirituales, todo lo cual es muy grande imperfección y muy contra la condición
de Dios, porque es impureza en la fe.
6. Lo mismo tienen éstos en la oración que ejercitan, que piensan que todo el
negocio de ella está en hallar gusto y devoción sensible, y procuran sacarle,
como dicen, a fuerza de brazos, cansando y fatigando las potencias y la cabeza;
y, cuando no han hallado el tal gusto, se desconsuelan mucho pensando que no han
hecho nada. Y por esta pretensión pierden la verdadera devoción y espíritu, que
consiste en perseverar allí con paciencia y humildad, desconfiando de sí, sólo
por agradar a Dios. A esta causa, cuando no han hallado una vez sabor en este u
otro ejercicio, tienen mucha desgana y repugnancia de volver a él, y a veces lo
dejan; que, en fin, son, como habemos dicho, semejantes a los niños, que no se
mueven ni obran por razón, sino por el gusto.
Todo se les va a éstos en buscar gusto y consuelo de espíritu, y por esto nunca
se hartan de leer libros, y ahora toman una meditación, ahora otra, andando a
caza de este gusto con las cosas de Dios; a los cuales les niega Dios muy justa,
discreta y amorosamente, porque, si esto no fuese, crecerían por esta gula y
golosina espiritual en males sin cuento. Por lo cual conviene mucho a éstos
entrar en la noche oscura que habemos de dar, para que se purguen de estas
niñerías.
7. Estos que así están inclinados a estos gustos, también tienen otra
imperfección muy grande, y es que son muy flojos y remisos en ir por el camino
áspero de la cruz; porque el alma que se da al sabor, naturalmente le da en
rostro todo sinsabor de negación propia.
8. Tienen éstos otras muchas imperfecciones que de aquí les nacen, las cuales el
Señor a tiempos les cura con tentaciones, sequedades y otros trabajos, que todo
es parte de la noche oscura. De las cuales, por no me alargar, no quiero tratar
aquí más, sino sólo decir que la sobriedad y templanza espiritual lleva otro
temple muy diferente de mortificación, temor y sujeción en todas sus cosas,
echando de ver que no está la perfección y valor de las cosas en la multitud y
gusto de las obras, sino en saberse negar a sí mismo en ellas; lo cual ellos han
de procurar hacer cuanto pudieren de su parte, hasta que Dios quiera
purificarlos de hecho entrándolos en la noche oscura, a la cual por llegar me
voy dando priesa con estas imperfecciones.
CAPÍTULO 7
De las imperfecciones acerca de la envidia y acidia espiritual.
1. Acerca también de los otros dos vicios, que son envidia y acidia espiritual,
no dejan estos principiantes de tener hartas imperfecciones. Porque acerca de la
envidia muchos de éstos suelen tener movimientos de pesarles del bien espiritual
de los otros, dándoles alguna pena sensible que les lleven ventaja en este
camino, y no querrían verlos alabar; porque se entristecen de las virtudes
ajenas, y a veces no lo pueden sufrir sin decir ellos lo contrario, deshaciendo
aquellas alabanzas como pueden, y les crece, como dicen, el ojo no hacerse con
ellos otro tanto, porque querrían ellos ser preferidos en todo. Todo lo cual es
muy contrario a la caridad, la cual, como dice san Pablo (1 Cor. 13, 6), se goza
de la verdad;y, si alguna envidia tiene, es envidia santa, pesándole de no tener
las virtudes del otro, con gozo de que el otro las tenga, y holgándose de que
todos le lleven la ventaja porque sirvan a Dios, ya que él está tan falto en
ello.
2. También, acerca de la acidia espiritual, suelen tener tedio en las cosas que
son más espirituales y huyen de ellas, como son aquellas que contradicen al
gusto sensible; porque, como ellos están tan saboreados en las cosas
espirituales, en no hallando sabor en ellas las fastidian. Porque, si una vez no
hallaron en la oración la satisfacción que pedía su gusto (porque en fin
conviene que se le quite Dios para probarlos), no querrían volver a ella, o a
veces la dejan o van de mala gana. Y así, por esta acidia, posponen el camino de
perfección, que es el de la negación de su voluntad y gusto por Dios, al gusto y
sabor de su voluntad, a la cual en esta manera andan ellos por satisfacer más
que a la de Dios.
3. Y muchos de éstos querrían que quisiese Dios lo que ellos quieren, y se
entristecen de querer lo que quiere Dios, con repugnancia de acomodar su
voluntad a la de Dios. De donde les nace que, muchas veces, en lo que ellos no
hallan su voluntad y gusto, piensen que no es voluntad de Dios; y que, por el
contrario, cuando ellos se satisfacen, crean que Dios se satisface, midiendo a
Dios consigo, y no a si mismos con Dios, siendo muy al contrario lo que él mismo
enseñó en el Evangelio (Mt. 16, 25), diciendo que el que perdiese su voluntad
por él, ese la ganaría, el que la quisiese ganar, ése la perdería.
4. Estos también tienen tedio cuando les mandan lo que no tiene gusto para
ellos. Estos, porque se andan al regalo y sabor del espíritu, son muy flojos
para la fortaleza y trabajo de perfección, hechos semejantes a los que se crían
en regalo, que huyen con tristeza de toda cosa áspera, y oféndense de la cruz,
en que están los deleites del espíritu; y en las cosas más espirituales más
tedio tienen, porque, como ellos pretenden andar en las cosas espirituales a sus
anchuras y gusto de su voluntad, háceles gran tristeza y repugnancia entrar por
el camino estrecho, que dice Cristo (Mt. 7, 14), de la vida.
5. Estas imperfecciones baste aquí haber referido de las muchas en que viven los
de este primer estado de principiantes, para que se vea cuánta sea la necesidad
que tienen de que Dios los ponga en estado de aprovechados, que se hace
entrándolos en la noche oscura que ahora decimos, donde, destetándolos Dios de
los pechos de estos gustos y sabores en puras sequedades y tinieblas interiores,
les quita todas estas impertinencias y niñerías, y hace ganar las virtudes por
medios muy diferentes. Porque, por más que el principiante en mortificar en sí
se ejercite todas sus acciones y pasiones, nunca del todo, ni con mucho, puede
hasta que Dios lo hace pasivamente por medio de la purgación de la dicha noche.
En la cual para hablar algo que sea en su provecho, sea Dios servido darme su
divina luz, porque es bien menester en noche tan oscura y materia tan
dificultosa para ser hablada y recitada. Es, pues, el verso:
En una noche oscura.
CAPÍTULO 8
En que se declara el primer verso de la primera canción y se comienza a explicar
esta noche oscura.
1. Esta noche, que decimos ser la contemplación, dos maneras de tinieblas causa
en los espirituales o purgaciones, según las dos partes del hombre, conviene a
saber, sensitiva y espiritual.
Y así, la una noche o purgación será sensitiva, con que se purga el alma según
el sentido, acomodándolo al espíritu; y la otra es noche o purgación espiritual,
con que se purga y desnuda el alma según el espíritu, acomodándole y
disponiéndole para la unión de amor con Dios. La sensitiva es común y que acaece
a muchos, y éstos son los principiantes, de la cual trataremos primero; la
espiritual es de muy pocos, y éstos ya de los ejercitados y aprovechados, de que
trataremos después.
2. La primera purgación o noche es amarga y terrible para el sentido, como ahora
diremos. La segunda no tiene comparación, porque es horrenda y espantable para
el espíritu, como luego diremos. Y porque en orden es primero y acaece primero
la sensitiva, de ella con brevedad diremos alguna cosa primero, porque de ella,
como cosa más común, se hallan más cosas escritas, por pasar a tratar más de
propósito de la noche espiritual, por haber de ella muy poco lenguaje, así de
plática como de escritura, y aun de experiencia muy poco.
3. Pues, como el estilo que llevan los principiantes en el camino de Dios es
bajo y que frisa mucho con su propio amor y gusto, como arriba queda dado a
entender, queriendo Dios llevarlos adelante, y sacarlos de este bajo modo de
amor a más alto grado de amor de Dios y librarlos de bajo ejercicio del sentido
y discurso, con que tan tasadamente y con tantos inconvenientes, como habemos
dicho, andan buscando a Dios, y ponerlos en el ejercicio de espíritu, en que más
abundantemente y más libres de imperfecciones pueden comunicarse con Dios; ya
que se han ejercitado algún tiempo en el camino de la virtud, perseverando en
meditación y oración, en que con el sabor y gusto que allí han hallado se han
desaficionado de las cosas del mundo y cobrado algunas espirituales fuerzas en
Dios, con que tienen algo refrenados los apetitos de las criaturas, con que
podrán sufrir por Dios un poco de carga y sequedad sin volver atrás, al mejor
tiempo, cuando más a sabor y gusto andan en estos ejercicios espirituales, y
cuando más claro a su parecer les luce el sol de los divinos favores,
oscuréceles Dios toda esta luz y ciérrales la puerta y manantial de la dulce
agua espiritual que andaban gustando en Dios todas las veces y todo el tiempo
que ellos querían; porque, como eran flacos y tiernos, no había puerta cerrada
para éstos, como dice san Juan en el Apocalipsis (3, 8). Y así, los deja tan a
oscuras que no saben dónde ir con el sentido de la imaginación y el discurso,
porque no pueden dar un paso en meditar como antes solían, anegado ya el sentido
interior en estas noches, y déjalos tan a secas que no solo no hallan jugo y
gusto en las cosas espirituales y buenos ejercicios en que solían ellos hallar
sus deleites y gustos, mas, en lugar de esto, hallan por el contrario sinsabor y
amargura en las dichas cosas; porque, como he dicho, sintiéndolos ya Dios aquí
algo crecidillos, para que se fortalezcan y salgan de mantillas los desarrima
del dulce pecho y, abajándolos de sus brazos, los veza a andar por sus pies; en
lo cual sienten ellos gran novedad porque se les ha vuelto todo al revés.
4. Esto a la gente recogida comúnmente acaece más en breve, después que
comienzan, que a los demás, por cuanto están más libres de ocasiones para volver
atrás y reformar más presto los apetitos de las cosas del siglo, que es lo que
se requiere para comenzar a entrar en esta dichosa noche del sentido.
Ordinariamente no pasa mucho tiempo, después que comienzan, en entrar en esta
noche del sentido; y todos los más entran en ella, porque comúnmente les verán
caer en estas sequedades.
5. De esta manera de purgación sensitiva, por ser tan común, podríamos traer
aquí grande número de autoridades de la Escritura divina, donde a cada paso,
particularmente en los Salmos y en los Profetas, se hallan muchas. Por tanto, no
quiero en esto gastar tiempo, porque el que allí no las supiere mirar, bastarle
ha la común experiencia que de ella se tiene.
CAPÍTULO 9
De las señales en que se conocerá que el espiritual va por el camino de esta
noche y purgación sensitiva.
1. Pero, porque estas sequedades podrían proceder muchas veces no de la dicha
noche y purgación del apetito sensitivo, sino de pecados e imperfecciones o de
flojedad y tibieza, o de algún mal humor o indisposición corporal, pondré aquí
algunas señales en que se conoce si es la tal dicha purgación, o si nace de
alguno de los dichos vicios. Para lo cual hallo que hay tres señales
principales.
2. La primera es si, así como no halla gusto ni consuelo en las cosas de Dios,
tampoco le halla en alguna de las cosas criadas; porque, como pone Dios al alma
en esta oscura noche a fin de enjugarle y purgarle el apetito sensitivo, en
ninguna cosa le deja engolosinar ni hallar sabor. Y en esto se conoce muy
probablemente que esta sequedad y sinsabor no proviene ni de pecados ni de
imperfecciones nuevamente cometidas; porque, si esto fuese, sentirse hía en el
natural alguna inclinación o gana de gustar de otra alguna cosa que de las de
Dios; porque, cuando quiera que se relaja el apetito en alguna imperfección,
luego se siente quedar inclinado a ella, poco o mucho, según el gusto y afición
que allí aplicó.
Pero, porque este no gustar ni de cosa de arriba ni de abajo podría provenir de
alguna indisposición o humor melancólico, el cual muchas veces no deja hallar
gusto en nada, es menester la segunda señal y condición.
3. La segunda señal para que se crea ser la dicha purgación es que
ordinariamente trae la memoria en Dios con solicitud y cuidado penoso, pensando
que no sirve a Dios, sino que vuelve atrás, como se ve en aquel sinsabor en las
cosas de Dios. Y en esto se ve que no sale de flojedad y tibieza este sinsabor y
sequedad; porque de razón de la tibieza es no se le dar mucho ni tener solicitud
interior por las cosas de Dios.
De donde entre la sequedad y tibieza hay mucha diferencia; porque la que es
tibieza tiene mucha flojedad y remisión en la voluntad y en el ánimo, sin
solicitud de servir a Dios; la que sólo es sequedad purgativa tiene consigo
ordinaria solicitud con cuidado y pena, como digo, de que no sirve a Dios. Y
ésta, aunque algunas veces sea ayudada de la melancolía u otro humor, como
muchas veces lo es, no por eso deja de hacer su efecto purgativo del apetito,
pues de todo gusto está privado, y sólo su cuidado trae en Dios; porque, cuando
es puro humor, sólo se va en disgusto y estrago del natural, sin estos deseos de
servir a Dios que tiene la sequedad purgativa, con la cual aunque la parte
sensitiva está muy caída y floja y flaca para obrar por el poco gusto que halla,
el espíritu, empero, está pronto y fuerte.
4. Porque la causa de esta sequedad es porque muda Dios los bienes y fuerza del
sentido al espíritu, de los cuales, por no ser capaz el sentido y fuerza
natural, se queda ayuno, seco y vacío. Porque la parte sensitiva no tiene
habilidad para lo que es puro espíritu, y así, gustando el espíritu se desabre
la carne y se afloja para obrar; mas el espíritu que va recibiendo el manjar,
anda fuerte y más alerto y solícito que antes en el cuidado de no faltar a Dios,
el cual, si no siente luego al principio el sabor y deleite espiritual, sino la
sequedad y sinsabor, es por la novedad del trueque; porque, habiendo tenido el
paladar hecho a esotros gustos sensibles (y todavía tiene los ojos puestos en
ellos), y porque también el paladar espiritual no está acomodado ni purgado para
tan sutil gusto, hasta que sucesivamente se vaya disponiendo por medio de esta
seca y oscura noche no puede sentir el gusto y bien espiritual, sino la sequedad
y sinsabor, a falta del gusto que antes con tanta facilidad gustaba.
5. Porque éstos que comienza Dios a llevar por estas soledades del desierto son
semejantes a los hijos de Israel, que luego que en el desierto les comenzó Dios
a dar el manjar del cielo, que de suyo tenía todos los sabores, y, como allí
dice (Sab. 16, 20-21), se convertía al sabor que cada uno quería,con todo,
sentían más la falta de los gustos y sabores de las carnes y cebollas que comían
antes en Egipto, por haber tenido el paladar hecho y engolosinado en ellas, que
la dulzura delicada del maná angélico, y lloraban y gemían por las carnes entre
los manjares del cielo (Núm. 11, 4-6). Que a tanto llega la bajeza de nuestro
apetito, que nos hace llorar nuestras miserias y fastidiar el bien incomunicable
del cielo.
6. Pero, como digo, cuando estas sequedades provienen de la vida purgativa del
apetito sensible, aunque el espíritu no siente al principio el sabor por las
causas que acabamos de decir, siente la fortaleza y brío para obrar en la
sustancia que le da el manjar interior, el cual manjar es principio de oscura y
seca contemplación para el sentido; la cual contemplación, que es oculta y
secreta para el mismo que la tiene, ordinariamente, junto con la sequedad y
vacío que hace al sentido, da al alma inclinación y gana de estarse a solas y en
quietud, sin poder pensar en cosa particular ni tener gana de pensarla.
Y entonces, si a los que esto acaece se supiesen quietar, descuidando de
cualquier obra interior y exterior, sin solicitud de hacer allí nada, luego en
aquel descuido y ocio sentirán delicadamente aquella refección interior; la cual
es tan delicada que, ordinariamente, si tiene gana o cuidado en sentirla, no la
siente; porque, como digo, ella obra en el mayor ocio y descuido del alma; que
es como el aire, que, en queriendo cerrar el puño, se sale.
7. Y a este propósito podemos entender lo que a la Esposa dijo el Esposo en los
Cantares (6, 4): Aparta tus ojos de mí, porque ellos me hacen volar;porque de
tal manera pone Dios al alma en este estado y en tan diferente camino la lleva,
que, si ella quiere obrar con sus potencias, antes estorba la obra que Dios en
ella va haciendo, que ayuda; lo cual antes era muy al revés. La causa es porque
ya en este estado de contemplación, que es cuando sale del discurso y entra en
el estado de aprovechados, ya Dios es el que obra en el ánima, porque por eso la
ata las potencias interiores, no dejándole arrimo en el entendimiento, ni jugo
en la voluntad, ni discurso en la memoria. Porque, en este tiempo, lo que de
suyo puede obrar el alma no sirve sino, como habemos dicho, de estorbar la paz
interior y la obra que en aquella sequedad del sentido hace Dios en el espíritu.
La cual, como espiritual y delicada, hace obra quieta, delicada, solitaria,
satisfactoria y pacífica, muy ajena de todos esotros gustos primeros, que eran
muy palpables y sensibles; porque es la paz ésta que dice David (Sal. 84, 9) que
habla Dios en el alma para hacerla espiritual. Y de aquí es la tercera.
8. La tercera señal que hay para que se conozca esta purgación del sentido es el
no poder ya meditar ni discurrir en el sentido de la imaginación, como solía,
aunque más haga de su parte. Porque, como aquí comienza Dios a comunicarse, no
ya por el sentido, como antes hacía por medio del discurso que componía y
dividía las noticias, sino por el espíritu puro, en que no cae discurso
sucesivamente, comunicándosele con acto de sencilla contemplación, la cual no
alcanza los sentidos de la parte inferior, exteriores ni interiores, de aquí es
que la imaginativa y fantasía no pueden hacer arrimo en alguna consideración ni
hallar en ella pie ya de ahí adelante.
9. En esta tercera señal se ha de tener que este empacho de las potencias y del
gusto de ellas no proviene de algún mal humor; porque, cuando de aquí nace, en
acabando aquel humor (porque nunca permanece en un ser), luego con algún cuidado
que ponga el alma vuelve a poder lo que antes, y hallan sus arrimos las
potencias, lo cual en la purgación del apetito no es así, porque, en comenzando
a entrar en ella, siempre va delante el no poder discurrir con las potencias.
Que, aunque es verdad que, a los principios, en algunos, a veces no entra con
tanta continuación que algunas veces dejen de llevar sus gustos y discursos
sensibles, porque, por ventura, por su flaqueza no convendría destetarlos de un
golpe, con todo van siempre entrando más en ella y acabando con la obra
sensitiva, si es que han de ir adelante. Porque los que no van por camino de
contemplación muy diferente modo llevan, porque esta noche de sequedades no
suele ser en ellos continua en el sentido, porque, aunque algunas veces las
tienen, otras veces no; y aunque algunas no pueden discurrir, otras pueden;
porque, como sólo les mete Dios en esta noche a éstos para ejercitarlos y
humillarlos y reformarles el apetito porque no vayan criando golosina viciosa en
las cosas espirituales, y no para llevarlos a la vida del espíritu, que es la
contemplación (porque no todos los que se ejercitan de propósito en el camino
del espíritu lleva Dios a contemplación, ni aún la mitad: el por qué, él se lo
sabe), de aquí es que a éstos nunca les acaba de hecho de desarrimar el sentido
de los pechos de las consideraciones y discursos, sino algunos ratos a
temporadas, como habemos dicho.
CAPÍTULO 10
Del modo que se han de haber éstos en esta noche oscura.
1. En el tiempo, pues, de las sequedades de esta noche sensitiva (en la cual
hace Dios el trueque que habemos dicho arriba, sacando el alma de la vida del
sentido a la del espíritu, que es de la meditación a contemplación, donde ya no
hay poder obrar ni discurrir en las cosas de Dios el alma con sus potencias,
como queda dicho) padecen los espirituales grandes penas, no tanto por las
sequedades que padecen, como por el recelo que tienen de que van perdidos en el
camino, pensando que se les ha acabado el bien espiritual y que los ha dejado
Dios, pues no hallan arrimo ni gusto en cosa buena. Entonces se fatigan y
procuran, como lo han habido de costumbre, arrimar con algún gusto las potencias
a algún objeto de discurso, pensando ellos que, cuando no hacen esto y se
sienten obrar, no se hace nada; lo cual hacen no sin harta desgana y repugnancia
interior del alma, que gustaba de estarse en aquella quietud y ocio, sin obrar
con las potencias. En lo cual, estragándose en lo uno, no aprovechan en lo otro;
porque, por buscar espíritu, pierden el espíritu que tenían de tranquilidad y
paz. Y así son semejantes al que deja lo hecho para volverlo a hacer, o al que
se sale de la ciudad para volver a entrar en ella, o al que deja la caza que
tiene para volver a andar a caza. Y esto en esta parte es excusado, porque no
hallará nada ya por aquel primer estilo de proceder, como queda dicho.
2. Estos, en este tiempo, si no hay quien los entienda, vuelven atrás, dejando
el camino, aflojando, o, a lo menos, se estorban de ir adelante, por las muchas
diligencias que ponen de ir por el camino de meditación y discurso, fatigando y
trabajando demasiadamente el natural, imaginando que queda por su negligencia o
pecados. Lo cual les es escusado, porque los lleva ya Dios por otro camino, que
es de contemplación, diferentísimo del primero; porque el uno es de meditación y
discurso, y el otro no cae en imaginación ni discurso.
3. Los que de esta manera se vieren, conviéneles que se consuelen perseverando
en paciencia, no teniendo pena; confíen en Dios, que no deja a los que con
sencillo y recto corazón le buscan, ni los dejará de dar lo necesario para el
camino, hasta llevarlos a la clara y pura luz de amor, que les dará por medio de
la noche oscura del espíritu, si merecieren que Dios los ponga en ella.
4. El estilo que han de tener en ésta del sentido es que no se den nada por el
discurso y meditación, pues ya no es tiempo de eso, sino que dejen estar el alma
en sosiego y quietud, aunque les parezca claro que no hacen nada y que pierden
tiempo, y aunque les parezca que por su flojedad no tienen gana de pensar allí
nada; que harto harán en tener paciencia en perseverar en la oración sin hacer
ellos nada. Sólo lo que aquí han de hacer es dejar el alma libre y desembarazada
y descansada de todas las noticias y pensamientos, no teniendo cuidado allí de
qué pensarán y meditarán, contentándose sólo con una advertencia amorosa y
sosegada en Dios, y estar sin cuidado y sin eficacia y sin gana de gustarle o de
sentirle; porque todas estas pretensiones desquietan y distraen el alma de la
sosegada quietud y ocio suave de contemplación que aquí se da.
5. Y aunque más escrúpulos se vengan de que pierde tiempo y que sería bueno
hacer otra cosa, pues en la oración no puede hacer ni pensar nada, súfrase y
estése sosegado, como que no va allí más que a estarse a su placer y anchura de
espíritu; porque, si de suyo quiere algo obrar con las potencias interiores,
será estorbar y perder los bienes que Dios por medio de aquella paz y ocio del
alma está asentando e imprimiendo en ella; bien así como si algún pintor
estuviera pintando o alcoholando un rostro, que si el rostro se menease en
querer hacer algo, no dejaría hacer nada al pintor, y deturbaría lo que estaba
haciendo. Y así, cuando el alma se quiere estar en paz y ocio interior,
cualquiera operación o afición o advertencia que ella quiera entonces tener, la
distraerá y desquietará y hará sentir la sequedad y vacío del sentido, porque,
cuanto más pretendiere tener algún arrimo de afecto y noticia, tanto más sentirá
la falta, de la cual no puede ya ser suplida por aquella vía.
6. De donde a esta tal alma le conviene no hacer aquí caso que se le pierdan las
operaciones de las potencias, antes ha de gustar que se le pierdan presto,
porque, no estorbando la operación de la contemplación infusa que va Dios dando,
con más abundancia pacífica la reciba, y dé lugar a que arda y se encienda en el
espíritu el amor que esta oscura y secreta contemplación trae consigo y pega al
alma. Porque contemplación no es otra cosa que infusión secreta, pacífica y
amorosa de Dios, que, si la dan lugar, inflama al alma en espíritu de amor,
según ella da a entender en el verso siguiente, es a saber.
Con ansias en amores inflamada.
CAPÍTULO 11
Decláranse los tres versos de la canción.
1. La cual inflamación de amor, aunque comúnmente a los principios no se siente,
por no haber uviado o comenzado a emprenderse por la impureza del natural, o por
no le dar lugar pacífico en sí el alma por no entenderse, como habemos dicho
(aunque, a veces, sin eso y con eso comienza luego a sentirse alguna ansia de
Dios), cuanto más va, más se va viendo el alma aficionada e inflamada en amor de
Dios, sin saber ni entender cómo y de dónde le nace el tal amor y afición, sino
que ve crecer tanto en sí a veces esta llama e inflamación, que con ansias de
amor desea a Dios, según David estando en esta noche, lo dice de sí por estas
palabras (Sal. 72, 21-22), es a saber: Porque se inflamó mi corazón, es a saber
en amor de contemplación, también mis renes se mudaron, esto es, mis apetitos de
afecciones sensitivas se mudaron, es a saber, de la vida sensitiva a la
espiritual, que es la sequedad y cesación en todos ellos que vamos diciendo; y
yo, dice, fui resuelto en nada y aniquilado, y no supe; porque, como habemos
dicho, sin saber el alma por dónde va, se ve aniquilada acerca de todas las
cosas de arriba y de abajo que solía gustar, y sólo se ve enamorada sin saber
cómo y por qué. Y, porque a veces crece mucho la inflamación de amor en el
espíritu, son las ansias por Dios tan grandes en el alma, que parece se le secan
los huesos en esta sed, y se marchita el natural, y se estraga su calor y fuerza
por la viveza de la sed de amor, porque siente el alma que es viva esta sed de
amor. La cual también David (Sal. 41, 3) tenía y sentía, cuando dijo: Mi alma
tuvo sed a Dios vivo; que es tanto como decir: Viva fue la sed que tuvo mi alma.
La cual sed, por ser viva, podemos decir que mata de sed. Pero es de notar que
la vehemencia de esta sed no es continua, sino algunas veces, aunque de
ordinario suele sentir alguna sed.
2. Pero hase de advertir que, como aquí comencé a decir, que a los principios
comúnmente no se siente este amor, sino la sequedad y vacío que vamos diciendo;
y entonces, en lugar de este amor que después se va encendiendo, lo que trae el
alma en medio de aquellas sequedades y vacíos de las potencias es un ordinario
cuidado y solicitud de Dios, con pena y recelo de que no le sirve; que no es
para Dios poco agradable sacrificiover andar el espíritu contribuladoy solícito
por su amor (Sal. 50, 19). Esta solicitud y cuidado pone en el alma aquella
secreta contemplación hasta que, por tiempo habiendo purgado algo el sentido,
esto es, la parte sensitiva, de las fuerzas y aficiones naturales por medio de
las sequedades que en ella pone, va ya encendiendo en el espíritu este amor
divino. Pero entretanto, en fin, como el que está puesto en cura, todo es
padecer en esta oscura y seca purgación del apetito, curándose de muchas
imperfecciones e imponiéndose en muchas virtudes para hacerse capaz del dicho
amor, como ahora se dirá sobre el verso siguiente:
¡Oh dichosa ventura!
3. Que por cuanto pone Dios el alma en esta noche sensitiva a fin de purgar el
sentido de la parte inferior y acomodarle y sujetarle y unirle con el espíritu,
oscureciéndole y haciéndole cesar acerca de los discursos, como también después,
al fin de purificar el espíritu para unirle con Dios, como después se dirá, le
pone en la noche espiritual, gana el alma, aunque a ella no se lo parece, tantos
provechos, que tiene por dichosa ventura haber salido del lazo y apertura del
sentido de la parte inferior por esta dicha noche. Dice el presente verso, es a
saber: ¡oh dichosa ventura! Acerca de la cual nos conviene aquí notar los
provechos que halla en esta noche el alma, por causa de los cuales tiene por
buena ventura pasar por ella. Todos los cuales provechos encierra el alma en el
siguiente verso, es a saber:
Salí sin ser notada.
4. La cual salida se entiende de la sujeción que tenía el alma a la parte
sensitiva en buscar a Dios por operaciones tan flacas, tan limitadas y tan
ocasionadas como las de esta parte inferior son; pues que a cada paso tropezaba
con mil imperfecciones e ignorancias, como habemos notado arriba en los siete
vicios capitales, de todos los cuales se libra, apagándole esta noche todos los
gustos de arriba y de abajo, y oscureciéndole todos los discursos, y haciéndole
otros innumerables bienes en la ganancia de las virtudes, como ahora diremos.
Que será cosa gustosa y de gran consuelo para el que por aquí camina, ver cómo
cosa que tan áspera y adversa parece al alma y tan contraria al gusto
espiritual, obra tantos bienes en ella.
Los cuales, como decimos, se consigue en salir el alma según la afección y
operación, por medio de esta noche, de todas las cosas criadas, y caminar a las
eternas, que es grande dicha y ventura: lo uno, por el grande bien que es apagar
el apetito y afección acerca de todas las cosas; lo otro, por ser muy pocos los
que sufren y perseveran en entrar por este puerta angosta, y por el camino
estrecho que guía a la vida, como dice nuestro Salvador (Mt. 7, 14). Porque la
angosta puerta es esta noche del sentido, del cual se despoja y desnuda el alma
para entrar en ella, juntándose en fe, que es ajena de todo sentido, para
caminar después por el camino estrecho, que es la otra noche de espíritu, en que
después entra el alma para caminar a Dios en pura fe, que es el medio por donde
el alma se une con Dios. Por el cual camino, por ser tan estrecho, oscuro y
terrible (que no hay comparación de esta noche de sentido a la oscuridad y
trabajos de aquélla, como diremos allí), son muchos menos los que caminan por
él, pero son sus provechos sin comparación mucho mayores que los de ésta. De los
cuales comenzaremos ahora a decir algo, con la brevedad que se pudiere, por
pasar a la otra noche.
CAPÍTULO 12
De los provechos que causa en el alma esta noche.
1. Esta noche y purgación del apetito, dichosa para el alma, tantos bienes y
provechos hace en ella (aunque a ella antes le parece, como habemos dicho, que
se los quita), que así como Abraham hizo gran fiesta cuando quitó la leche a su
hijo Isaac (Gn. 21, 8), se gozan en el cielo de que ya saque Dios a esta alma de
pañales, de que la baje de los brazos, de que la haga andar por su pie, de que
también, quitándola el pecho de la leche y blando y dulce manjar de niños, la
haga comer pan con corteza, y que comience a gustar el manjar de robustos, que
en estas sequedades y tinieblas del sentido se comienza a dar al espíritu vacío
y seco de los jugos del sentido, que es la contemplación infusa que habemos
dicho.
2. Y éste es el primero y principal provecho que causa esta seca y oscura noche
de contemplación: el conocimiento de sí y de su miseria. Porque, demás de que
todas las mercedes que Dios hace al alma ordinariamente las hace envueltas en
este conocimiento, estas sequedades y vacío de la potencia acerca de la
abundancia que antes sentía y la dificultad que halla el alma en las cosas
buenas, la hacen conocer de sí la bajeza y miseria que en el tiempo de su
prosperidad no echaba de ver.
De esto hay buena figura en el Exodo (33, 5), donde, queriendo Dios humillar a
los hijos de Israel y que se conociesen les mandó quitar y desnudar el traje y
atavío festival con que ordinariamente andaban compuestos en el desierto,
diciendo: Ahora ya de aquí adelante despojaos el ornato festival y poneos
vestidos comunes y de trabajo, para que sepáis el tratamiento que merecéis; lo
cual es como si dijera: Por cuanto el traje que traéis, por ser de fiesta y
alegría, os ocasionáis a no sentir de vosotros tan bajamente como vosotros sois,
quitaos ya ese traje, para que de aquí adelante, viéndoos vestidos de vilezas,
conozcáis que no merecéis más y quién sois vosotros. De donde la verdad, que el
alma antes no conocía, de su miseria: porque en el tiempo que andaba como de
fiesta, hallando en Dios mucho gusto y consuelo y arrimo, andaba más satisfecha
y contenta, pareciéndole que en algo servía a Dios; porque esto, aunque entonces
expresamente no lo tenga en sí, a lo menos, en la satisfacción que halla en el
gusto, se le asienta algo de ello y ya puesta en estotro traje de trabajo, de
sequedad y desamparo, oscurecidas sus primeras luces, tiene más de veras éstas
en esta tan excelente y necesaria virtud del conocimiento propio, no se teniendo
ya en nada ni teniendo satisfacción ninguna de sí; porque ve que de suyo no hace
nada ni puede nada.
Y esta poca satisfacción de sí y desconsuelo que tiene de que no sirve a Dios,
tiene y estima Dios en más que todas las obras y gustos primeros que tenía el
alma y hacía, por más que ellos fuesen, por cuanto en ellos se ocasionaba para
muchas imperfecciones e ignorancias; y de este traje de sequedad, no sólo lo que
habemos dicho, sino también los provechos que ahora diremos y muchos más, que se
quedarán por decir, nacen, que como de su fuente y origen, del conocimiento
propio proceden.
3. Cuanto a lo primero, nácele al alma tratar con Dios con más comedimiento y
más cortesía, que es lo que siempre ha de tener el trato con el Altísimo, lo
cual en la prosperidad de su gusto y consuelo no hacía; porque aquel sabor
gustoso que sentía, hacía ser al apetito acerca de Dios algo más atrevido de lo
que bastaba y descortés y mal mirado. Como acaeció a Moisés (Ex. 3, 2-6): cuando
sintió que Dios le hablaba, cegado de aquel gusto y apetito, sin más
consideración, se atrevía a llegar, si no le mandara Dios que se detuviera y
descalzara. Por lo cual se denota el respeto y discreción en desnudez de apetito
con que se ha de tratar con Dios; de donde, cuando obedeció en esto Moisés,
quedó tan puesto en razón y tan advertido, que dice la Escritura que no sólo no
se atrevió a llegar, más que ni aun osaba considerar; porque, quitados los
zapatos de los apetitos y gustos, conocía su miseria grandemente delante de
Dios, porque así le convenía para oír la palabra de Dios.
Como también la disposición que dio Dios a Job para hablar con él, no fueron
aquellos deleites y glorias que el mismo Job allí refiere que solía tener en su
Dios (Jb. 1, 1-8), sino tenerle desnudo en el muladar, desamparado y aun
perseguido de sus amigos, lleno de angustia y amargura, y sembrado de gusanos el
suelo (29-30); y entonces de esta manera se preció el que levanta al pobre del
estiércol (Sal. 112, 7), el Altísimo Dios, de descender y hablar allí cara a
cara con él, descubriéndole las altezas profundas, grandes, de su sabiduría,
cual nunca antes había hecho en el tiempo de la prosperidad (Jb. 38-42).
4. Y así nos conviene notar otro excelente provecho que hay en esta noche y
sequedad del sensitivo apetito, pues habemos venido a dar en él, y es: que en
esta noche oscura del apetito (porque se verifique lo que dice el profeta (Is.
58, 10), es a saber: Lucirá tu luz en las tinieblas), alumbrará Dios al alma, no
sólo dándole conocimiento de su bajeza y miseria, como habemos dicho, sino
también de la grandeza y excelencia de Dios. Porque, demás de que, apagados los
apetitos y gustos y arrimos sensibles, queda limpio y libre el entendimiento
para entender la verdad (porque el gusto sensible y apetito, aunque sea de cosas
espirituales, ofusca y embaraza el espíritu), y, demás también que aquel aprieto
y sequedad del sentido ilustra y aviva el entendimiento, como dice Isaías (28,
19), que (con) la vejación hace entender Dios cómo en el alma vacía y
desembarazada, que es lo que se requiere para su divina influencia,
sobrenaturalmente por medio de esta noche oscura y seca de contemplación la va,
como habemos dicho, instruyendo en su divina sabiduría, lo cual por los jugos y
gustos primeros no hacía.
5. Esto da muy bien a entender el mismo profeta Isaías (28, 9), diciendo: ¿A
quién enseñará Dios su ciencia y a quién hará oír su audición? A los destetados,
dice, de la leche, a los desarrimados de los pechos; en lo cual se da a entender
que para esta divina influencia no es la disposición la leche primera de la
suavidad espiritual, ni el arrimo del pecho de los sabrosos discursos de las
potencias sensitivas que gustaba el alma, sino el carecer de lo uno y desarrimo
de lo otro, por cuanto para oír a Dios le conviene al alma estar muy en pie y
desarrimada, según el afecto y sentido, como de sí lo dice el profeta (Hab. 2,
1), diciendo: Estaré en pie sobre mi custodia, esto es, desarrimado el apetito,
y afirmaré el paso, esto es, no discurriré con el sentido, para contemplar,esto
es, para entender lo que de parte de Dios se me alegare. De manera que ya
tenemos que de esta noche seca sale conocimiento de sí primeramente, de donde,
como de fundamento, sale esotro conocimiento de Dios. Que por eso decía san
Agustín a Dios: Conózcame yo, Señor, a mí, y conocerte he a ti.Porque, como
dicen los filósofos, un extremo se conoce bien por otro.
6. Y para probar más claramente la eficacia que tiene esta noche sensitiva en su
sequedad y desabrigo para ocasionar la luz que de Dios decimos recibir aquí el
alma, alegaremos aquella autoridad de David (Sal. 62, 3) en que da bien a
entender la virtud grande que tiene esta noche para este alto conocimiento de
Dios. Dice, pues, así: En la tierra desierta, sin agua, seca y sin camino parecí
delante de ti para poder ver tu virtud y tu gloria. Lo cual es cosa admirable;
que no da aquí a entender David que los deleites espirituales y gustos muchos
que él había tenido le fuesen disposición y medio para conocer la gloria de
Dios, sino las sequedades y desarrimos de la parte sensitiva, que se entiende
aquí por la tierra seca y desierta; y que no diga también que los conceptos y
discursos divinos, de que él había usado mucho, fuesen camino para sentir y ver
la virtud de Dios, sino el no poder fijar el concepto en Dios, ni caminar con el
discurso de la consideración imaginaria, que se entiende aquí por la tierra sin
camino. De manera que, para conocer a Dios y a sí mismo, esta noche oscura es el
medio con sus sequedades y vacíos, aunque no con la plenitud y abundancia que en
la otra del espíritu, porque este conocimiento es como principio de la otra.
7. Saca también el alma en las sequedades y vacíos de esta noche del apetito
humildad espiritual, que es la virtud contraria al primer vicio capital que
dijimos ser soberbia espiritual; por la cual humildad, que adquiere por el dicho
conocimiento propio, se purga de todas aquellas imperfecciones en que caía
acerca de aquel vicio de soberbia en el tiempo de su prosperidad. Porque, como
se ve tan seca y miserable, ni aun por primer movimiento le parece que va mejor
que los otros, ni que los lleva ventaja, como antes hacía; antes, por el
contrario, conoce que los otros van mejor.
8. Y de aquí nace el amor del prójimo, porque los estima y no los juzga como
antes solía cuando se veía a sí con mucho fervor y a los otros no. Sólo conoce
su miseria y la tiene delante de los ojos: tanto, que no la deja ni da lugar
para poner los ojos en nadie, lo cual admirablemente David, estando en esta
noche, manifiesta, diciendo: Enmudecí y fui humillado y tuve silencio en los
bienes y renovóse mi dolor (Sal. 38, 3). Esto dice, porque le parecía que los
bienes de su alma estaban tan acabados, que no solamente no había ni hallaba
lenguaje de ellos, mas acerca de los ajenos también enmudeció con el dolor del
conocimiento de su miseria.
9. Aquí también se hacen sujetos y obedientes en el camino espiritual, que, como
se ven tan miserables, no sólo oyen lo que los enseñan, mas aun desean que
cualquiera los encamine y diga lo que deben hacer; quítaseles la presunción
afectiva que en la prosperidad a veces tenían. Y, finalmente, de camino se les
barren todas las demás imperfecciones que notamos allí acerca de este vicio
primero que es soberbia espiritual.
CAPÍTULO 13
De otros provechos que causa en el alma esta noche del sentido.
1. Acerca de las imperfecciones que en la avaricia espiritual tenía, en que
codiciaba unas y otras cosas espirituales y nunca se veía satisfecha el alma de
unos ejercicios y otros, con la codicia del apetito y gusto que hallaba en
ellos, ahora en esta noche seca y oscura anda bien reformada; porque, como no
halla el gusto y sabor que solía, antes halla en ellas sinsabor y trabajo, con
tanta templanza usa de ellas, que por ventura podría perder ya por punto de
corto como antes perdía por largo. Aunque a los que Dios pone en esta noche
comúnmente les da humildad y prontitud, aunque con sinsabor, para que sólo por
Dios hagan aquello que se les manda; y desaprovéchanse de muchas cosas porque no
hallan gusto en ellas.
2. Acerca de la lujuria espiritual también se ve claro que, por esta sequedad y
sinsabor de sentido que halla el alma en las cosas espirituales, se librará de
aquellas impurezas que allí notamos; pues, comúnmente, dijimos que procedían del
gusto que del espíritu redundaba en el sentido.
3. Pero de las imperfecciones que se libra el alma en esta noche oscura acerca
del cuarto vicio, que es la gula espiritual, puédense ver allí, aunque no están
allí dichas todas, porque son innumerables; y así yo aquí no las referiré,
porque querría ya concluir con esta noche para pasar a la otra, de la cual
tenemos grave palabra y doctrina.
Baste, para entender los innumerables provechos que demás de los dichos gana el
alma en esta noche acerca de este vicio de la gula espiritual, decir que de
todas aquellas imperfecciones que allí quedan dichas se libra, y de otros muchos
y mayores males y feas abominaciones que, como digo, allí no están escritas, en
que vinieron a dar muchos de que habemos tenido experiencia, por no tener ellos
reformado el apetito en esta golosina espiritual. Porque, como Dios en esta seca
y oscura noche, en que pone al alma, tiene refrenada la concupiscencia y
enfrenado el apetito de manera que no se puede cebar de ningún gusto ni sabor
sensible de cosa de arriba ni de abajo, y esto lo va continuando de tal manera
que queda impuesta el alma, reformada y emprensada según la concupiscencia y
apetito, pierde la fuerza de las pasiones y concupiscencia y se hace estéril, no
usándose el gusto, bien así como no acostumbrando a sacar leche de la ubre se
secan los cursos de la leche. Y, enjugados así los apetitos del alma, síguense,
demás de los dichos, por medio de esta sobriedad espiritual admirables provechos
en ella; porque, apagados los apetitos y concupiscencias, vive el alma en paz y
tranquilidad espiritual; porque donde no reina apetito y concupiscencia no hay
perturbación, sino paz y consuelo de Dios.
4. Sale de aquí otro segundo provecho, y es que trae ordinaria memoria de Dios,
con temor y recelo de volver atrás, como queda dicho, en el camino espiritual;
el cual es grande provecho y es no de los menores en esta sequedad y purgación
del apetito, porque se purifica el alma y limpia de las imperfecciones que se le
pegaban por medio de los apetitos y afecciones, que de suyo embotan y ofuscan el
ánima.
5. Hay otro provecho muy grande en esta noche para el alma, y es que se ejercita
en las virtudes de por junto, como en la paciencia y longanimidad, que se
ejercita bien en estos vacíos y sequedades, sufriendo el perseverar en los
espirituales ejercicios sin consuelo y sin gusto. Ejercítase la caridad de Dios,
pues ya no por el gusto atraído y saboreado que halla en la obra es movido, sino
sólo por Dios. Ejercita aquí también la virtud de la fortaleza, porque en estas
dificultades y sinsabores que halla en el obrar saca fuerzas de flaquezas, y así
se hace fuerte. Y, finalmente, en todas las virtudes, así teologales como
cardinales y morales, corporal y espiritualmente se ejercita el alma en estas
sequedades.
6. Y que en esta noche consiga el alma estos cuatro provechos que habemos dicho,
conviene a saber: delectación de paz, ordinaria memoria y solicitud de Dios,
limpieza y pureza del alma y el ejercicio de virtudes que acabamos de decir,
dícelo David (Sal. 76, 4), como lo experimentó él mismo estando en esta noche,
por estas palabras: Mi alma desechó las consolaciones, tuve memoria de Dios y
hallé consuelo y ejercitéme, y desfalleció mi espíritu. Y luego dice (v. 7): Y
medité de noche con mi corazón, y ejercitábame, y barría y purificaba mi
espíritu, conviene a saber, de todas las afecciones.
7. Acerca de las imperfecciones de los otros tres vicios espirituales que allí
dijimos que son ira, envidia y acidia, también en esta sequedad del apetito se
purga el alma y adquiere las virtudes a ellas contrarias; porque, ablandada y
humillada por estas sequedades y dificultades y otras tentaciones y trabajos en
que a vueltas de esta noche Dios la ejercita, se hace mansa para con Dios y para
consigo y también para con el prójimo; de manera que ya no se enoja con
alteración sobre las faltas propias contra sí, ni sobre las ajenas contra el
prójimo, ni acerca de Dios trae disgusto y querellas descomedidas porque no le
hace presto bueno.
8. Pues acerca de la envidia, también aquí tiene caridad con los demás; porque,
si alguna envidia tiene, no es viciosa como antes solía cuando le daba pena que
otros fuesen a él preferidos y que le llevasen la ventaja, porque ya aquí se la
tiene dada, viéndose tan miserable como se ve; y la envidia que tiene, si la
tiene, es virtuosa, deseando imitarlos, lo cual es mucha virtud.
9. Las acidias y tedios que aquí tiene de las cosas espirituales tampoco son
viciosas como antes; porque aquéllos procedían de los gustos espirituales que a
veces tenía y pretendía tener cuando no los hallaba; pero estos tedios no
proceden de esta flaqueza del gusto, porque se le tiene Dios quitado acerca de
todas las cosas en esta purgación del apetito.
10. Demás de estos provechos que están dichos, otros innumerables consigue por
medio de esta seca contemplación; porque en medio de estas sequedades y
aprietos, muchas veces, cuando menos piensa, comunica Dios al alma suavidad
espiritual y amor muy puro y noticias espirituales, a veces muy delicadas, cada
una de mayor provecho y precio que cuanto antes gustaba; aunque el alma en los
principios no piensa así, porque es muy delicada la influencia espiritual que
aquí se da, y no la percibe el sentido.
11. Finalmente, por cuanto aquí el alma se purga de las afecciones y apetitos
sensitivos, consigue libertad de espíritu, en que se van granjeando los doce
frutos del Espíritu Santo. También aquí admirablemente se libra de las manos de
los tres enemigos, mundo, demonio y carne; porque, apagándose el sabor y gusto
sensitivo acerca de las cosas, no tiene el demonio, ni el mundo, ni la
sensualidad armas ni fuerzas contra el espíritu.
12. Estas sequedades hacen, pues, al alma andar con pureza en el amor de Dios,
pues que ya no se mueve a obrar por el gusto y sabor de la obra, como por
ventura lo hacía cuando gustaba, sino sólo por dar gusto a Dios. Hácese no
presumida ni satisfecha, como por ventura en el tiempo de la prosperidad solía,
sino recelosa y temerosa de sí, no teniendo en sí satisfacción ninguna, en lo
cual está el santo temor que conserva y aumenta las virtudes. Apaga también esta
sequedad las concupiscencias y bríos naturales, como también queda dicho; porque
aquí, si no es el gusto que de suyo Dios le infunde algunas veces, por maravilla
halla gusto y consuelo sensible por su diligencia en alguna obra y ejercicio
espiritual, como ya queda dicho.
13. Crécele en esta noche seca el cuidado de Dios y las ansias por servirle,
porque, como se le van enjugando los pechos de la sensualidad, con que
sustentaba y criaba los apetitos tras que iba, sólo queda en seco y en desnudo
el ansia de servir a Dios, que es cosa para Dios muy agradable, pues, como dice
David (Sal. 50, 19), el espíritu atribulado es sacrificio para Dios.
14. Como el alma, pues, conoce que en esta purgación seca por donde pasó, sacó y
consiguió tantos y tan preciosos provechos como aquí se han referido, no hace
mucho en decir, en la canción que vamos declarando, el dicho verso, es a saber:
¡oh dichosa ventura! —salí sin ser notada; esto es: salí de los lazos y sujeción
de mis apetitos sensitivos y afecciones, sin ser notada, es a saber, sin que los
dichos tres enemigos me lo pudiesen impedir. Los cuales, como habemos dicho, con
los apetitos y gustos, así como con lazos, enlazan al alma y la detienen que no
salga de sí a la libertad de amor de Dios; sin los cuales ellos no pueden
combatir al alma, como queda dicho.
15. De donde, en sosegándose por continua mortificación las cuatro pasiones del
alma, que son: gozo, dolor, esperanza y temor, y en durmiéndose en la
sensualidad por ordinarias sequedades los apetitos naturales, y en alzando de
obra la armonía de los sentidos y potencias interiores, cesando sus operaciones
discursivas, como habemos dicho, lo cual es toda la gente y morada de la parte
inferior del alma, que es lo que aquí llama su casa, diciendo:
Estando ya mi casa sosegada.
CAPÍTULO 14
En que se declara el último verso de la primera canción.
1. Estando ya esta casa de la sensualidad sosegada, esto es, mortificada, sus
pasiones apagadas y apetitos sosegados y dormidos por medio de esta dichosa
noche de la purgación sensitiva, salió el alma a comenzar el camino y vía del
espíritu, que es de los aprovechantes y aprovechados, que, por otro nombre,
llaman vía iluminativa o de contemplación infusa, con que Dios de suyo anda
apacentando y reficionando al alma, sin discurso ni ayuda activa de la misma
alma.
Tal es, como habemos dicho, la noche y purgación del sentido en el alma; la
cual, en los que después han de entrar en la otra más grave del espíritu, para
pasar a la divina unión de amor (porque no todos, sino los menos, pasan
ordinariamente), suele ir acompañada con graves trabajos y tentaciones
sensitivas, que duran mucho tiempo, aunque en unos más que en otros. Porque a
algunos se les da el ángel de Satanás (2 Cor. 12, 7), que es el espíritu de
fornicación, para que les azote los sentidos con abominables y fuertes
tentaciones, y les atribule el espíritu con feas advertencias y representaciones
más visibles en la imaginación, que a veces les es mayor pena que el morir.
2. Otras veces se les añade en esta noche el espíritu de blasfemia, el cual en
todos sus conceptos y pensamientos se anda atravesando con intolerables
blasfemias, y a veces con tanta fuerza sugeridas en la imaginación, que casi se
las hace pronunciar, que les es grave tormento.
3. Otras veces se les da otro abominable espíritu, que llama Isaías (19, 14)
spiritus vertiginis,no porque caigan, sino porque los ejercite; el cual de tal
manera les oscurece el sentido, que los llena de mil escrúpulos y perplejidades
tan intrincadas al juicio de ellos, que nunca pueden satisfacerse con nada, ni
arrimar el juicio a consejo ni concepto; el cual es uno de los más graves
estímulos y horrores de esta noche, muy vecino a lo que pasa en la noche
espiritual.
4. Estas tempestades y trabajos ordinariamente envía Dios en esta noche y
purgación sensitiva a los que, como digo, ha de poner después en la otra, aunque
no todos pasan a ella, para que castigados y abofeteados de esta manera se vayan
ejercitando y disponiendo y curtiendo los sentidos y potencias para la unión de
la Sabiduría que allí les han de dar. Porque si el alma no es tentada,
ejercitada y probada con trabajos y tentaciones, no puede avivar su sentido para
la sabiduría. Que por eso dijo el Eclesiástico (34, 9-10): El que no es tentado,
¿qué sabe? Y el que no es probado, ¿cuáles son las cosas que reconoce? De la
cual verdad da Jeremías (31, 18) buen testimonio, diciendo: Castigásteme, Señor,
y fui enseñado. Y la más propia manera de este castigo para entrar en sabiduría
son los trabajos interiores que aquí decimos, por cuanto son de los que más
eficazmente purgan el sentido de todos los gustos y consuelos a que con flaqueza
natural estaba afectado, y donde es humillada el alma de veras para el
ensalzamiento que ha de tener.
5. Pero el tiempo que al alma tengan en este ayuno y penitencia del sentido,
cuánto sea, no es cosa cierta decirlo, porque no pasa en todos de una manera ni
unas mismas tentaciones; porque esto va medido por la voluntad de Dios conforme
a lo más o menos que cada uno tiene de imperfección que purgar; y también,
conforme al grado de amor de unión a que Dios la quiere levantar, la humillará
más o menos intensamente, o más o menos tiempo. Los que tienen sujeto y más
fuerza para sufrir con más intensión, los purga más presto. Porque a los muy
flacos con mucha remisión y flacas tentaciones mucho tiempo les lleva por esta
noche, dándoles ordinarias refecciones al sentido porque no vuelvan atrás, y
tarde llegan a la pureza de perfección en esta vida, y algunos de éstos nunca;
que ni bien están en la noche, ni bien fuera de ella; porque, aunque no pasan
adelante, para que se conserven en humildad y conocimiento propio, los ejercita
Dios algunos ratos y días en aquellas tentaciones y sequedades; y les acude con
el consuelo otras veces y temporadas, para que desmayando no se vuelvan a buscar
el del mundo. A otras almas más flacas anda Dios con ellas como pareciendo y
trasponiendo, para ejercitarlas en su amor, porque sin desvíos no aprendieran a
llegarse a Dios.
6. Pero las almas que han de pasar a tan dichoso y alto estado como es la unión
de amor, por muy apriesa que Dios las lleve, harto tiempo suelen durar en estas
sequedades y tentaciones ordinariamente, como está visto por experiencia.
Tiempo es, pues, de comenzar a tratar de la segunda noche.
Noche oscura, Libro II
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
1. LIBRO SEGUNDO
CAPÍTULO1
Comiénzase a tratar de la noche oscura del espíritu. Dícese a qué tiempo
comienza.
1. Un alma que Dios ha de llevar adelante, no luego que sale de las sequedades y
trabajos de la primera purgación y noche del sentido, la pone Su Majestad en
esta noche de espíritu, antes suele pasar harto tiempo y años en que, salida el
alma del estado de principiantes, se ejercita en el de aprovechados, en el cual,
así como el que ha salido de una estrecha cárcel, anda en las cosas de Dios con
mucha más anchura y satisfacción del alma y con más abundante e interior deleite
que hacía a los principios, antes que entrase en la dicha noche, no trayendo
atada ya la imaginación y potencias al discurso y cuidado espiritual, como
solía; porque con gran facilidad halla luego en su espíritu muy serena y amorosa
contemplación y sabor espiritual sin trabajo del discurso. Aunque, como no está
bien hecha la purgación del alma, porque falta la principal parte, que es la del
espíritu (sin la cual, por la comunicación que hay de la una parte a la otra,
por razón de ser un solo supuesto, tampoco la purgación sensitiva, aunque más
fuerte haya sido, queda acabada y perfecta), nunca le faltan a veces algunas
necesidades, sequedades, tinieblas y aprietos, a veces mucho más intensos que
los pasados, que son como presagios y mensajeros de la noche venidera del
espíritu; aunque no son éstos durables, como será la noche que espera. Porque,
habiendo pasado un rato, o ratos, o días de esta noche y tempestad, luego vuelve
a su acostumbrada serenidad; y de esta manera va purgando Dios a algunas almas
que no han de subir a tan alto grado de amor como las otras, metiéndolas a ratos
interpoladamente en esta noche de contemplación y purgación espiritual, haciendo
anochecer y amanecer a menudo, porque se cumpla lo que dice David (Sal. 147,
17), que envía su cristal, esto es, su contemplación, como a bocados.Aunque
estos bocados de oscura contemplación nunca son tan intensos como lo es aquella
horrenda noche de la contemplación que habemos de decir, en que de propósito
pone Dios al alma para llevarla a la divina unión.
2. Este sabor, pues, y gusto interior que decimos, que con abundancia y
facilidad hallan y gustan estos aprovechantes en su espíritu, con mucha más
abundancia que antes se les comunica, redundando de ahí en el sentido más que
solía antes de esta sensible purgación; que, por cuanto él está ya más puro, con
más facilidad puede sentir los gustos del espíritu a su modo. Y como, en fin,
esta parte sensitiva del alma es flaca e incapaz para las cosas fuertes del
espíritu, de aquí es que estos aprovechados, a causa de esta comunicación
espiritual que se hace en la parte sensitiva, padecen en ella muchas
debilitaciones y detrimentos y flaquezas de estómago, y en el espíritu,
consiguientemente, fatigas; porque, como dice el Sabio (Sab. 9, 15): El cuerpo
que se corrompe, agrava el alma. De aquí es que las comunicaciones de éstos no
pueden ser muy fuertes, ni muy intensas, ni muy espirituales, cuales se
requieren para la divina unión con Dios, por la flaqueza y corrupción de la
sensualidad que participa en ellas.
De aquí vienen los arrobamientos y traspasos y descoyuntamientos de huesos, que
siempre acaecen cuando las comunicaciones no son puramente espirituales, esto
es, al espíritu sólo, como son las de los perfectos, purificados ya por la noche
segunda del espíritu, en las cuales cesan ya estos arrobamientos y tormentos del
cuerpo, gozando ellos de la libertad del espíritu, sin que se anuble ni
trasponga el sentido.
3. Y, porque se entienda la necesidad que éstos tienen de entrar en esta noche
de espíritu, notaremos aquí algunas imperfecciones y peligros que tienen estos
aprovechados.
CAPÍTULO2
Prosigue en otras imperfecciones que tienen estos aprovechados.
1. Dos maneras de imperfecciones tienen estos aprovechados: unas son habituales,
otras actuales.
Las habituales son las afecciones y hábitos imperfectos que todavía, como
raíces, han quedado en el espíritu, donde la purgación del sentido no pudo
llegar; en la purgación de los cuales la diferencia que hay a estotra, es la que
de la raíz a la rama, o sacar una mancha fresca o una muy asentada y vieja.
Porque, como dijimos, la purgación del sentido sólo es puerta y principio de
contemplación para la del espíritu, que, como también habemos dicho, más sirve
de acomodar el sentido al espíritu, que de unir el espíritu con Dios. Mas
todavía se quedan en el espíritu las manchas del hombre viejo, aunque a él no se
le parece, ni las echa de ver; las cuales si no salen por el jabón y fuerte
lejía de la purgación de esta noche, no podrá el espíritu venir a pureza de
unión divina.
2. Tienen éstos también la hebetudo mentis y la rudeza natural que todo hombre
contrae por el pecado, y la distracción y exterioridad del espíritu; lo cual
conviene que se ilustre, clarifique y recoja por la penalidad y aprieto de
aquella noche. Estas habituales imperfecciones, todos los que no han pasado de
este estado de aprovechados las tienen; las cuales no pueden estar, como
decimos, con el estado perfecto de unión por amor.
3. En las actuales no caen todos de una manera. Mas algunos, como traen estos
bienes espirituales tan afuera y tan manuales en el sentido, caen en mayores
inconvenientes y peligros que a los principios dijimos. Porque, como ellos
hallan tan a manos llenas tantas comunicaciones y aprehensiones espirituales al
sentido y espíritu, donde muchas veces ven visiones imaginarias y espirituales
(porque todo esto, con otros sentimientos sabrosos, acaece a muchos de éstos en
este estado, en lo cual el demonio y la propia fantasía muy ordinariamente hace
trampantojos al alma), y como con tanto gusto suele imprimir y sugerir el
demonio al alma las aprensiones dichas y sentimientos, con grande facilidad la
embelesa y engaña, no teniendo ella cautela para resignarse y defenderse
fuertemente en fe de estas visiones y sentimientos. Porque aquí hace el demonio
a muchos creer visiones vanas y profecías falsas; aquí en este puesto les
procura hacer presumir que habla Dios y los santos con ellos, y creen muchas
veces a su fantasía; aquí los suele llenar el demonio de presunción y soberbia,
y, atraídos de la vanidad y arrogancia, se dejan ser vistos en actos exteriores
que parezcan de santidad, como son arrobamientos y otras apariencias. Hácense
así atrevidos a Dios, perdiendo el santo temor, que es llave y custodia de todas
las virtudes; y tantas falsedades y engaños suelen multiplicarse en algunos de
éstos, y tanto se envejecen en ellos, que es muy dudosa la vuelta de ellos al
camino puro de la virtud y verdadero espíritu. En las cuales miserias vienen a
dar, comenzando a darse con demasiada seguridad a las aprensiones y sentimientos
espirituales, cuando comenzaban a aprovechar en el camino.
4. Había tanto que decir de las imperfecciones de éstos y de cómo les son más
incurables por tenerlas ellos por más espirituales que las primeras, que lo
quiero dejar. Sólo digo, para fundar la necesidad que hay de la noche
espiritual, que es la purgación para el que ha de pasar adelante, que a lo menos
ninguno de estos aprovechados, por bien que le hayan andado las manos, deja de
tener muchas de aquellas afecciones naturales y hábitos imperfectos, que dijimos
primero ser necesario preceder purificación para pasar a la divina unión.
5. Y, demás de esto, lo que arriba dejamos dicho, es a saber: que, por cuanto
todavía participa la parte inferior en estas comunicaciones espirituales, no
pueden ser tan intensas, puras y fuertes como se requieren para la dicha unión;
por tanto, para venir a ella, conviénele al alma entrar en la segunda noche del
espíritu, donde desnudando al sentido y espíritu perfectamente de todas estas
aprensiones y sabores, le han de hacer caminar en oscura y pura fe, que es
propio y adecuado medio por donde el alma se une con Dios, según por Oseas (2,
20) lo dice, diciendo: Yo te desposaré,esto es, te uniré conmigo, por fe.
CAPÍTULO3
Anotación para lo que se sigue.
1. Estando ya, pues, estos (espirituales) ya aprovechados, por el tiempo que han
pasado cebando los sentidos con dulces comunicaciones, para que así atraída y
saboreada del espiritual gusto la parte sensitiva, que del espíritu le manaba,
se aunase y acomodase en uno con el espíritu, (están) comiendo cada uno en su
manera de un mismo manjar espiritual en un mismo plato de un solo supuesto y
sujeto, para que así ellos, en alguna manera juntos y conformes en uno, juntos
estén dispuestos para sufrir la áspera y dura purgación del espíritu que les
espera. Porque en ella se han de purgar cumplidamente estas dos partes del alma,
espiritual y sensitiva, porque la una nunca se purga bien sin la otra, porque la
purgación válida para el sentido es cuando de propósito comienza la del
espíritu. De donde la noche que habemos dicho del sentido, más se puede y debe
llamar cierta reformación y enfrenamiento del apetito que purgación. La causa es
porque todas las imperfecciones y desórdenes de la parte sensitiva tienen su
fuerza y raíz en el espíritu, donde se sujetan todos los hábitos buenos y malos,
y así, hasta que éstos se purgan, las rebeliones y siniestros del sentido no se
pueden bien purgar.
2. De donde en esta noche que se sigue se purgan entrambas partes juntas, que
éste es el fin porque convenía haber pasado por la reformación de la primera
noche y la bonanza que de ello salió, para que, aunado con el espíritu el
sentido, en cierta manera se purgue y padezca aquí con más fortaleza, porque
para tan fuerte y dura purga es menester (disposición) tan grande; que, sin
haber reformádose antes la flaqueza de la parte inferior y cobrado fortaleza en
Dios por el dulce y sabroso trato que con él después tuvo, ni tuviera fuerza ni
disposición el natural para sufrirla.
3. Por tanto, porque estos aprovechados todavía el trato y operaciones que
tienen con Dios son muy bajas y muy naturales, a causa de no tener purificado e
ilustrado el oro del espíritu; por lo cual todavía entiendende Dios como
pequeñuelos, y saben y sienten de Dios como pequeñuelos,según dice san Pablo (1
Cor. 13, 11), por no haber llegado a la perfección, que es la unión del alma con
Dios; por la cual unión ya, como grandes, obran grandezas en su espíritu, siendo
ya sus obras y potencias más divinas que humanas, como después se dirá.
Queriendo Dios desnudarlos de hecho de este viejo hombre y vestirlos del nuevo,
que según Dios es criado en la novedad del sentido, que dice el Apóstol (Cl. 3,
10), desnúdales las potencias y afecciones y sentidos, así espirituales como
sensitivos, así exteriores como interiores, dejando a oscuras el entendimiento,
y la voluntad a secas, y vacía la memoria, y las afecciones del alma en suma
aflicción, amargura y aprieto, privándola del sentido y gusto que antes sentía
de los bienes espirituales, para que esta privación sea uno de los principios
que se requiere en el espíritu para que se introduzca y una en él la forma
espiritual del espíritu, que es la unión de amor. Todo lo cual obra el Señor en
ella por medio de una pura y oscura contemplación, como el alma lo da a entender
por la primera canción. La cual, aunque está declarada al propósito de la
primera noche del sentido, principalmente la entiende el alma por esta segunda
del espíritu, por ser la principal parte de la purificación del alma. Y así, a
este propósito la pondremos y declararemos aquí otra vez.
CAPÍTULO4
Pónese la primera canción y su declaración.
CANCIÓN 1ª
En una noche oscura, con ansias, en amores inflamada, ¡oh dichosa ventura!, salí
sin ser notada estando ya mi casa sosegada.
DECLARACIÓN
1. Entendiendo ahora esta canción a propósito de la purgación contemplativa, o
desnudez y pobreza de espíritu, que todo aquí casi es una misma cosa, podémosla
declarar en esta manera, y que dice el alma así:
En pobreza, desamparo y desarrimo de todas las aprensiones de mi alma, esto es,
en oscuridad de mi entendimiento y aprieto de mi voluntad, en afición y angustia
acerca de la memoria, dejándome a oscuras en pura fe (la cual es noche oscura
para las dichas potencias naturales) sólo la voluntad tocada de dolor y
aflicciones y ansias de amor de Dios, salí de mí misma, esto es, de mi bajo modo
de entender, y de mi flaca suerte de amar, y de mi pobre y escasa manera de
gustar de Dios, sin que la sensualidad ni el demonio me lo estorben.
2. Lo cual fue grande dicha y buena ventura para mí; porque, en acabándose de
aniquilarse y sosegarse las potencias, pasiones, apetitos y afecciones de mi
alma, con que bajamente sentía y gustaba de Dios, salí del trato y operación
humana mía a operación y trato de Dios, es a saber:
Mi entendimiento salió de sí, volviéndose de humano y natural en divino; porque,
uniéndose por medio de esta purgación con Dios, ya no entiende por su vigor y
luz natural, sino por la divina Sabiduría con que se unió.
Y mi voluntad salió de sí, haciéndose divina, porque, unida con el divino amor,
ya no ama bajamente con su fuerza natural, sino con fuerza y pureza del Espíritu
Santo; y así la voluntad acerca de Dios no obra humanamente.
Y, ni más ni menos, la memoria se ha trocado en aprensiones eternas de gloria.
Y, finalmente, todas las fuerzas y afectos del alma, por medio de esta noche y
purgación del viejo hombre, todas se renuevan en temples y deleites divinos.
Síguese el verso:
En una noche oscura.
CAPÍTULO5
Pónese el primer verso y comienza a declarar cómo esta contemplación oscura no
sólo es noche para el alma, sino también pena y tormento.
1. Esta noche oscura es una influencia de Dios en el alma, que la purga de sus
ignorancias e imperfecciones habituales, naturales y espirituales, que llaman
los contemplativos contemplación infusa o mística teología, en que de secreto
enseña Dios al alma y la instruye en perfección de amor, sin ella hacer nada ni
entender cómo. Esta contemplación infusa, por cuanto es sabiduría de Dios
amorosa, hace dos principales efectos en el alma, porque la dispone purgándola e
iluminándola para la unión de amor de Dios. De donde la misma sabiduría amorosa
que purga los espíritus bienaventurados ilustrándolos es la que aquí purga al
alma y la ilumina.
2. Pero es la duda: ¿por qué, pues es lumbre divina, que, como decimos, ilumina
y purga el alma de sus ignorancias, la llama aquí el alma noche oscura?A lo cual
se responde que por dos casas es esta divina Sabiduría no sólo noche y tiniebla
para el alma, mas también pena y tormento: la primera es por la alteza de la
Sabiduría divina, que excede al talento del alma, y en esta manera le es
tiniebla; la segunda, por la bajeza e impureza de ella, y de esta manera le es
penosa y aflictiva, y también oscura.
3. Para probar la primera conviene suponer cierta doctrina del Filósofo, que
dice que cuanto las cosas divinas son en sí más claras y manifiestas, tanto más
son al alma oscuras y ocultas naturalmente; así como la luz, cuanto más clara
es, tanto más ciega y oscurece la pupila de la lechuza, y cuanto el sol se mira
más de lleno, más tinieblas causa a la potencia visiva y la priva, excediéndola
por su flaqueza.
De donde, cuando esta divina luz de contemplación embiste en el alma que aún no
está ilustrada totalmente, le hace tinieblas espirituales, porque no sólo la
excede, pero también la priva y oscurece el acto de su inteligencia natural. Que
por esta causa san Dionisio y otros místicos teólogos llaman a esta
contemplación infusa rayo de tiniebla, conviene a saber, para el alma no
ilustrada y purgada, porque de su gran luz sobrenatural es vencida la fuerza
natural intelectiva y privada.
Por lo cual David (Sal. 96, 2) también dijo que cerca de Dios y en rededor de él
está oscuridad y nube;no porque en sí ello sea así, sino para nuestros
entendimientos flacos, que en tan inmensa luz se oscurecen y quedan ofuscados,
no alcanzando. Que por eso el mismo David (Sal. 17, 13) lo declaró luego,
diciendo: Por el gran resplandor de su presencia se atravesaron nubes,es a
saber, entre Dios y nuestro entendimiento. Y ésta es la causa por que, en
derivando de sí Dios al alma que aún no está transformada este esclarecido rayo
de su sabiduría secreta, le hace tinieblas oscuras en el entendimiento.
4. Y que esta oscura contemplación también le sea al alma penosa a estos
principios, está claro; porque, como esta divina contemplación infusa tiene
muchas excelencias en extremo buenas y el alma que las recibe, por no estar
purgada, tiene muchas miserias también en extremo malas, de aquí es que, no
pudiendo caber dos contrarios en el sujeto del alma, de necesidad haya de penar
y padecer el alma, siendo ella el sujeto en que contra sí se ejercitan estos dos
contrarios, haciendo los unos contra los otros, por razón de la purgación que de
las imperfecciones del alma por esta contemplación se hace. Lo cual probaremos
por inducción en esta manera.
5. —Cuanto a lo primero, porque la luz y sabiduría de esta contemplación es muy
clara y pura y el alma en que ella embiste está oscura e impura, de aquí es que
pena mucho el alma recibiéndola en sí, como cuando los ojos están de mal humor
impuros y enfermos, del embestimiento de la clara luz reciben pena.
Y esta pena en el alma, a causa de su impureza, es inmensa cuando de veras es
embestida de esta divina luz, porque embistiéndose en el alma esta luz pura a
fin de expeler la impureza del alma, siéntese el alma tan impura y miserable que
le parece estar Dios contra ella y que ella está hecha contraria a Dios. Lo cual
es de tanto sentimiento y pena para el alma, porque le parece aquí que la ha
Dios arrojado, que uno de los mayores trabajos que sentía Job (7, 20) cuando
Dios le tenía en este ejercicio, era éste, diciendo: ¿Por qué me has puesto
contrario a ti, y soy grave y pesado para mí mismo? Porque viendo el alma
claramente aquí por medio de esta pura luz, aunque a oscuras, su impureza,
conoce claro que no es digna de Dios ni de criatura alguna. Y lo que más le pena
es que piensa que nunca lo será, y que ya se le acabaron sus bienes. Esto le
causa la profunda inmersión que tiene de la mente en el conocimiento y
sentimiento de sus males y miserias; porque aquí se las muestra todas al ojo
esta divina y oscura luz, y que vea claro cómo de suyo no podrá tener ya otra
cosa. Podemos entender a este sentido aquella autoridad de David (Sal. 38, 12),
que dice: Por la iniquidad corregiste al hombre, e hiciste deshacer y
contabescer su alma; como la araña se desentraña.
6. —La segunda manera en que pena el alma es causa de su flaqueza natural, moral
y espiritual; porque, como esta divina contemplación embiste en el alma con
alguna fuerza, al fin de la ir fortaleciendo y domando, de tal manera pena en su
flaqueza, que poco menos desfallece, particularmente algunas veces cuando con
alguna más fuerza embiste. Porque el sentido y espíritu, así como si estuviese
debajo de una inmensa y oscura carga, está penando y agonizando tanto, que
tomaría por alivio y partido el morir. Lo cual habiendo experimentado el profeta
Job (23, 6), decía: No quiero que trate conmigo con mucha fortaleza, porque no
me oprima con el peso de su grandeza.
7. En la fuerza de esta opresión y peso se siente el alma tan ajena de ser
favorecida, que le parece, y así es, que aun en lo que solía hallar algún arrimo
se acabó con lo demás, y que no hay quien se compadezca de ella. A cuyo
propósito dice también Job (19, 21): Compadeceos de mí, a lo menos vosotros mis
amigos, porque me ha tocado la mano del Señor.
¡Cosa de grande maravilla y lástima que sea aquí tanta la flaqueza e impureza
del alma, que, siendo la mano de Dios de suyo tan blanda y suave, la sienta el
alma aquí tan grave y contraria, con no cargar ni asentar, sino solamente
tocando, y eso misericordiosamente, pues lo hace a fin de hacer mercedes al
alma, y no de castigarla!
CAPÍTULO6
De otras maneras de pena que el alma padece en esta noche.
1. — La tercera manera de pasión y pena que el alma aquí padece es a causa de
otros dos extremos, conviene a saber, divino y humano, que aquí se juntan. El
divino es esta contemplación purgativa, y el humano es sujeto del alma. Que como
el divino embiste a fin de renovarla para hacerla divina, desnudándola de las
afecciones habituales y propiedades del hombre viejo, en que ella está muy
unida, conglutinada y conformada, de tal manera la destrica y descuece la
sustancia espiritual, absorbiéndola en una profunda y honda tiniebla, que el
alma se siente estar deshaciendo y derritiendo en la haz y vista de sus miserias
con muerte de espíritu cruel; así como si, tragada de una bestia, en su vientre
tenebroso se sintiese estar digiriendo, padeciendo estas angustias como Jonás
(2, 1) en el vientre de aquella marina bestia. Porque en este sepulcro de oscura
muerte la conviene estar para la espiritual resurrección que espera.
2. La manera de esta pasión y pena, aunque de verdad ella es sobre manera,
descríbela David (Sal. 17, 5-7), diciendo: Cercáronme los gemidos de la muerte,
los dolores del infierno me rodearon, en mi tribulación clamé.
Pero lo que esta doliente alma aquí más siente, es parecerle claro que Dios la
ha desechado y, aborreciéndola, arrojado en las tinieblas, que para ella es
grave y lastimera pena creer que la ha dejado Dios. La cual también David,
sintiéndola mucho en este caso, dice (Sal. 87, 6-8): De la manera que los
llagados están muertos en los sepulcros, dejados ya de tu mano, de que no te
acuerdas más, así me pusieron a mí en el lago más hondo e inferior en
tenebrosidades y sombra de muerte, y está sobre mi confirmado tu furor, y todas
tus olas descargaste sobre mí. Porque, verdaderamente, cuando esta contemplación
purgativa aprieta, sombra de muerte y gemidos de muerte y dolores de infierno
siente el alma muy a lo vivo, que consiste en sentirse sin Dios y castigada y
arrojada e indigna de él, y que está enojado, que todo se siente aquí; y más,
que le parece que ya es para siempre.
3. Y el mismo desamparo siente de todas las criaturas y desprecio acerca de
ellas, particularmente de los amigos. Que por eso prosigue luego David (Sal. 87,
9), diciendo: Alejaste de mí mis amigos y conocidos; tuviéronme por
abominación.Todo lo cual, como quien tan bien lo experimentó en el vientre de la
bestia corporal y espiritualmente, testifica bien Jonás (2, 4-7), diciendo así:
Arrojásteme al profundo en el corazón de la mar, y la corriente me cercó; todos
sus golfos y olas pasaron sobre mí y dije: arrojado estoy de la presencia de tus
ojos; pero otra vez veré tu santo templo (lo cual dice, porque aquí purifica
Dios al alma para verlo); cercáronme las aguas hasta el alma, el abismo me ciñó,
el piélago me cubrió mi cabeza, a los extremos de los montes descendí; los
cerrojos de la tierra me encerraron para siempre.Los cuales cerrojos se
entienden aquí a este propósito por las imperfecciones del alma, que la tienen
impedida que no goce esta sabrosa contemplación.
4.— La cuarta manera de pena causa en el alma otra excelencia de esta oscura
contemplación, que es la majestad y grandeza de ella, la cual hace sentir en el
alma otro extremo que hay en ella de íntima pobreza y miseria; la cual es de las
principales penas que padece en esta purgación. Porque siente en sí un profundo
vacío y pobreza de tres maneras de bienes que se ordenan al gusto del alma, que
son temporal, natural y espiritual, viéndose puesta en los males contrarios,
conviene a saber: miserias de imperfecciones, sequedades y vacíos de las
aprensiones de las potencias y desamparo del espíritu en tiniebla. Que, por
cuanto aquí purga Dios al alma según la sustancia sensitiva y espiritual y según
las potencias interiores y exteriores, conviene que el alma sea puesta en vacío
y pobreza y desamparo de todas estas partes, dejándola seca, vacía y en
tinieblas; porque la parte sensitiva se purifica en sequedad, y las potencias en
su vacío de sus aprensiones, y el espíritu en tiniebla oscura.
5. Todo lo cual hace Dios por medio de esta oscura contemplación; en la cual no
sólo padece el alma el vacío y suspensión de estos arrimos naturales y
aprensiones, que es un padecer muy congojoso, de manera que si a uno
suspendiesen o detuviesen en el aire, que no respirase, mas también está
purgando el alma, aniquilando y vaciando o consumiendo en ella, así como hace el
fuego al orín y moho del metal, todas las afecciones y hábitos imperfectos que
ha contraído toda la vida. Que, por estar ellos muy arraigados en la sustancia
del alma, sobrepadece grave deshacimiento y tormento interior, demás de la dicha
pobreza y vacío natural y espiritual, para que se verifique aquí la autoridad de
Ezequiel que dice: Juntaré los huesos, y encenderlos he en fuego, consumirse han
las carnes y cocerse ha toda la composición, y deshacerse han los huesos (Ez.
24, 10). En lo cual se entiende la pena que padece en el vacío y pobreza de la
sustancia del alma sensitiva y espiritual. Y sobre esto dice luego (24, 11):
Ponedla también así vacía sobre las ascuas, para que se caliente y se derrita su
metal, y se deshaga en medio de ella su inmundicia y sea consumido su moho. En
lo cual se da a entender la grave pasión que el alma aquí padece en la purgación
del fuego de esta contemplación, pues dice el profeta que para que se purifique
y deshaga el orín de las afecciones que están en medio del alma, es menester en
cierta manera que ella misma se aniquile y deshaga, según está ennaturalizada en
estas pasiones e imperfecciones.
6. De donde, porque en esta fragua se purifica el alma como el oro en el crisol,
según el Sabio dice (Sab. 3, 6), siente este grande deshacimiento en la misma
sustancia del alma, con extremada pobreza, en que está como acabando, como se
puede ver por lo que a este propósito dijo David (Sal. 68, 2-4) por estas
palabras, clamando a Dios: Sálvame, Señor, porque han entrado las aguas hasta el
alma mía; fijado estoy en el limo del profundo, y no hay donde me sustente; vine
hasta el profundo del mar, y la tempestad me anegó; trabajé clamando,
enronqueciéronseme mis gargantas, desfallecieron mis ojos en tanto que espero en
mi Dios.
En esto humilla Dios mucho al alma para ensalzarla mucho después y, si él no
ordenase que estos sentimientos, cuando se avivan en el alma, se adormeciesen
presto, moriría muy en breves días; mas son interpolados los ratos en que se
siente su íntima viveza. Lo cual algunas veces se siente tan a lo vivo, que la
parece al alma que ve abierto el infierno y la perdición. Porque de éstos son
los que de veras descienden al infierno viviendo(Sal. 54, 16), pues aquí se
purgan a la manera que allí; porque esta purgación es la que allí se había de
hacer. Y así el alma que por aquí pasa, o no entra en aquel lugar, o se detiene
allí muy poco, porque aprovecha más una hora aquí que muchas allí.
CAPÍTULO7
Prosigue en la misma materia de otras aflicciones y aprietos de la voluntad.
1. Las aflicciones de la voluntad y aprietos son aquí también inmensos y de
manera que algunas veces traspasan al alma en la súbita memoria de los males en
que se ve, con la incertidumbre de su remedio. Y añádese a esto la memoria de
las prosperidades pasadas; porque éstos, ordinariamente, cuando entran en esta
noche, han tenido muchos gustos en Dios y héchole muchos servicios, y esto les
causa más dolor, ver que están ajenos de aquel bien y que ya no pueden entrar en
él. Esto dice Job (16, 13-17), también como lo experimentó por aquellas
palabras: Yo, aquél que solía ser opulento y rico, de repente estoy deshecho y
contrito; asióme la cerviz, quebrantóme y púsome como señuelo suyo para herir en
mí; cercóme con sus lanzas, llagó todos mis lomos, no perdonó, derramó en la
tierra mis entrañas, rompióme como llaga sobre llaga; embistió en mí como fuerte
gigante; cosí saco sobre mi piel, y cubrí con ceniza mi carne; mi rostro se ha
hinchado en llanto y cegádose mis ojos.
2. Tantas y tan graves son las penas de esta noche, y tantas autoridades hay en
la Escritura que a este propósito se podrían alegar, que nos faltaría tiempo y
fuerzas escribiendo, porque sin duda todo lo que se puede decir es menos. Por
las autoridades ya dichas se podrá barruntar algo de ello.
Y para ir concluyendo con este verso y dando a entender más lo que obra en el
alma esta noche, diré lo que en ella siente Jeremías (Lm. 3, 1-20), la cual por
ser tanto, lo dice y llora él por muchas palabras en esta manera: Yo, varón, que
veo mi pobreza en la vara de su indignación, hame amenazado, y trájome a las
tinieblas, y no a la luz. ¡Tanto ha vuelto y convertido su manos sobre mí todo
el día! Hizo vieja mi piel y mi carne, desmenuzó mis huesos; en rededor de mí
hizo cerca, y cercóme de hiel y de trabajo; en tenebrosidades me colocó, como
muertos sempiternos. Cercó en rededor contra mí porque no salga, agravóme las
prisiones. Y también, cuando hubiere clamado y rogado, ha excluido mi oración.
Cerrádome ha mis salidas y vías con piedras cuadradas: desbaratóme mis pasos.
Oso acechador es hecho para mí, león en escondrijos. Mis pisadas trastornó y
desmenuzóme, púsome desamparada, extendió su arco, y púsome a mi como señuelo a
su saeta. Arrojó a mis entrañas las hijas de su aljaba. Hecho soy para escarnio
de todo el pueblo, y para risa y mofa de ellos todo el día. Llenádome ha de
amarguras, embriagóme con absintio. Por número me quebrantó mis dientes,
apacentóme con ceniza. Arrojada está mi alma de la paz, olvidado estoy de los
bienes. Y dije: frustrado y acabado está mi fin y pretensión y mi esperanza del
Señor. Acuérdate de mi pobreza y de mi exceso, del absintio y de la hiel.
Acordarme he con memoria, y mi alma en mí se deshará en penas.
3. Todos estos llantos hace Jeremías sobre este trabajo, en que pinta muy al
vivo las pasiones del alma en esta purgación y noche espiritual. De donde grande
compasión conviene tener al alma que Dios pone en esta tempestuosa y horrenda
noche; porque, aunque le corre muy buena dicha por los grandes bienes que de
ella le han de nacer cuando, como dice Job (12, 22), levantare Dios en el alma
de las tinieblas profundos bienes y produzca en luz la sombra de muerte, de
manera que, como dice David (Sal. 138, 12), venga a ser su luz como fueron sus
tinieblas; con todo eso, con la inmensa pena con que anda penando, y por la
grande incertidumbre que tiene de su remedio (pues cree, como aquí dice este
profeta, que no ha de acabarse su mal,pareciéndole, como también dice David
(Sal. 142, 3), que la colocó Dios en las oscuridades, como los muertos del
siglo, angustiándose por esto en ella su espíritu, y turbándose en ella su
corazón), es de haberle gran dolor y lástima.
Porque se añade a esto, a causa de la soledad y desamparo que en esta oscura
noche la causa, no hallar consuelo ni arrimo en ninguna doctrina ni en maestro
espiritual; porque, aunque por muchas vías le testifique las causas del consuelo
que puede tener por los bienes que hay en estas penas, no lo puede creer.
Porque, como ella está tan embebida e inmersa en aquel sentimiento de males en
que ve tan claramente sus miserias, parécele que, como ellos no ven lo que ella
ve y siente, no la entendiendo dicen aquello, y, en vez de consuelo, antes
recibe nuevo dolor, pareciéndole que no es aquél el remedio de su mal, y a la
verdad así es. Porque hasta que el Señor acabe de purgarla de la manera que él
lo quiere hacer, ningún medio ni remedio le sirve ni aprovecha para su dolor;
cuánto más, que puede el alma tan poco en este puesto como el que tienen
aprisionado en una oscura mazmorra atado de pies y manos, sin poderse mover ni
ver, ni sentir algún favor de arriba ni de abajo, hasta que aquí se humille,
ablande y purifique el espíritu, y se ponga tan sutil y sencillo y delgado, que
pueda hacerse uno con el espíritu de Dios, según el grado que su misericordia
quisiere concederle de unión de amor, que conforme a esto es la purgación más o
menos fuerte y de más o menos tiempo.
4. Mas, si ha de ser algo de veras, por fuerte que sea, dura algunos años;
puesto que en estos medios hay interpolaciones de alivios, en que por
dispensación de Dios, dejando esta contemplación oscura de embestir en forma y
modo purgativo, embiste iluminativa y amorosamente, en que el alma, bien como
salida de tal mazmorra y tales prisiones, y puesta en recreación de anchura y
libertad, siente y gusta gran suavidad de paz y amigabilidad amorosa con Dios
con abundancia fácil de comunicación espiritual.
Lo cual es al alma indicio de la salud que va en ella obrando la dicha purgación
y prenuncio de la abundancia que espera. Y aún, que esto es tanto a veces, que
le parece al alma que son acabados ya sus trabajos. Porque de esta cualidad son
las cosas espirituales en el alma, cuando son más puramente espirituales, que,
cuando son trabajos, le parece al alma que nunca han de salir de ellos, y que se
le acabaron ya los bienes, como se ha visto por las autoridades alegadas; y,
cuando son bienes espirituales, también le parece al alma que ya se acabaron sus
males, y que no le faltarán ya los bienes, como David (Sal. 29, 7), viéndose en
ellos, lo confesó, diciendo: Yo dije en mi abundancia: No me moveré para
siempre.
5. Y esto acaece porque la posesión actual de un contrario en el espíritu, de
suyo remueve la actual posesión y sentimiento del otro contrario; lo cual no
acaece así en la parte sensitiva del alma, por ser flaca de aprensión. Mas, como
quiera que el espíritu aún no está aquí bien purgado y limpio de las afecciones
que de la parte inferior tiene contraídas, aunque en cuanto espíritu no se mude,
en cuanto está afectado con ellas se podrá mudar en penas, como vemos que
después se mudó David (Sal. 29, 7), sintiendo muchos males y penas, aunque en el
tiempo de su abundancia le había parecido y dicho que no se había de mover
jamás. Así el alma, como entonces se ve actuada con aquella abundancia de bienes
espirituales, no echando de ver la raíz de imperfección e impureza que todavía
le queda, piensa que se acabaron sus trabajos.
6. Mas este pensamiento las menos veces acaece, porque, hasta que está acabada
de hacer la purificación espiritual, muy raras veces suele ser la comunicación
suave tan abundante que le cubra la raíz que queda, de manera que deje el alma
de sentir allá en el interior un no sé qué que le falta o que está por hacer,
que no le deja cumplidamente gozar de aquel alivio, sintiendo ella dentro como
un enemigo suyo, que, aunque está como sosegado y dormido, se recela que volverá
a revivir y hacer de las suyas. Y así es que, cuando más segura está y menos se
cata, vuelve a tragar y absorber el alma en otro grado peor y más duro, oscuro y
lastimero que el pasado, el cual dura otra temporada, por ventura más larga que
la primera. Y aquí el alma otra vez viene a creer que todos los bienes están
acabados para siempre; que no le basta la experiencia que tuvo del bien pasado
que gozó después del primer trabajo, en que también pensaba que ya no había más
que penar, para dejar de creer en este segundo grado de aprieto que estaba ya
todo acabado y que no volverá como la vez pasada. Porque, como digo, esta
creencia tan confirmada se causa en el alma de la actual aprensión del espíritu,
que aniquila en él todo lo que a ella es contrario.
7. Esta es la causa por que los que yacen en el purgatorio padecen grandes dudas
de que han de salir de allí jamás y de que se han de acabar sus penas. Porque,
aunque habitualmente tienen las tres virtudes teologales, que son fe, esperanza
y caridad, la actualidad que tienen del sentimiento de las penas y privación de
Dios, no les deja gozar del bien actual y consuelo de estas virtudes. Porque,
aunque ellos echan de ver que quieren bien a Dios, no les consuela esto; porque
les parece que no les quiere Dios a ellos ni que de tal cosa son dignos; antes,
como se ven privados de él, puestos en sus miserias, paréceles que tienen muy
bien en sí por qué ser aborrecidos y desechados de Dios con mucha razón para
siempre.
Y así, el alma en esta purgación, aunque ella ve que quiere bien a Dios y que
daría mil vidas por él (como es así la verdad, porque en estos trabajos aman con
muchas veras estas almas a su Dios), con todo no le es alivio esto, antes le
causa más pena; porque, queriéndole ella tanto, que no tiene otra cosa que le dé
cuidado, como se ve tan mísera, no pudiendo creer que Dios la quiere a ella, ni
que tiene ni tendrá jamás por qué, sino antes tiene por qué ser aborrecida, no
sólo de él, sino de toda criatura para siempre, duélese de ver en sí causas por
que merezca ser desechada de quien ella tanto quiere y desea.
CAPÍTULO8
De otras penas que afligen al alma en este estado.
1. Pero hay aquí otra cosa que al alma aqueja y desconsuela mucho, y es que,
como esta oscura noche la tiene impedidas las potencias y afecciones, ni puede
levantar afecto ni mente a Dios, ni le puede rogar, pareciéndole lo que a
Jeremías (Lm. 3, 44), que ha puesto Dios una nube delante porque no pase la
oración. Porque esto quiere decir lo que en la autoridad alegada (Lm. 3, 9)
dice, es saber: Atrancó y cerró mis vías con piedras cuadradas. Y si algunas
veces ruega, es tan sin fuerza y sin jugo, que le parece que ni lo oye Dios ni
hace caso de ello, como también este profeta da a entender en la misma autoridad
(Lm. 3, 8), diciendo: Cuando clamare y rogare, ha excluido mi oración. A la
verdad no es éste tiempo de hablar con Dios, sino de poner, como dice Jeremías
(Lm. 3, 29), su boca en el polvo, si por ventura le viniese alguna actual
esperanza, sufriendo con paciencia su purgación. Dios es el que anda aquí
haciendo pasivamente la obra en el alma; por eso ella no puede nada. De donde ni
rezar ni asistir con advertencia a las cosas divinas puede, ni menos en las
demás cosas y tratos temporales. Tiene no sólo esto, sino también muchas veces
tales enajenamientos y tan profundos olvidos en la memoria, que se le pasan
muchos ratos sin saber lo que se hizo ni qué pensó, ni qué es lo que hace ni qué
va a hacer, ni puede advertir, aunque quiera, a nada de aquello en que está.
2. Que, por cuanto aquí no sólo se purga el entendimiento de su lumbre y la
voluntad de sus afecciones, sino también la memoria de sus discursos y noticias,
conviene también aniquilarla acerca de todas ellas, para que se cumpla lo que de
sí dice David (Sal. 72, 22) en esta purgación, es a saber: Fui yo aniquilado y
no supe.El cual no saber se refiere aquí a estas insipiencias y olvidos de la
memoria, las cuales enajenaciones y olvidos son causados del interior
recogimiento en que esta contemplación absorbe al alma. Porque, para que el alma
quede dispuesta y templada a lo divino con sus potencias para la divina unión de
amor, convenía que primero fuese absorta con todas ellas en esta divina y oscura
luz espiritual de contemplación, y así fuese abstraída de todas las afecciones y
aprensiones de criatura, lo cual singularmente dura según es la intensión. Y
así, cuanto esta divina luz embiste más sencilla y pura en el alma, tanto más la
oscurece, vacía y aniquila acerca de sus aprensiones y afecciones particulares,
así de cosas de arriba como de abajo; y también, cuanto menos sencilla y pura
embiste, tanto menos la priva y menos oscura le es. Que es cosa que parece
increíble decir que la luz sobrenatural y divina tanto más oscurece al alma
cuanto ella tiene más de claridad y pureza; y cuanto menos, le sea menos oscura.
Lo cual se entiende bien si consideramos lo que arriba queda probado con la
sentencia del Filósofo, conviene a saber; que las cosas sobrenaturales tanto son
a nuestro entendimiento más oscuras, cuanto ellas en sí son más claras y
manifiestas.
3. Y, para que más claramente se entienda, pondremos aquí una semejanza de la
luz natural y común. Vemos que el rayo del sol que entra por la ventana, cuanto
más limpio y puro es de átomos, tanto menos claramente se ve, y cuanto más de
átomos y motas tiene el aire, tanto parece más claro al ojo. La causa es porque
la luz no es la que por sí misma se ve, sino el medio con que se ven las demás
cosas que embiste; y entonces ella, por la reverberación que hace en ellas,
también se ve, y si no diese en ellas, ni ellas ni ella se verían; de tal manera
que, si el rayo del sol entrase por la ventana de un aposento y pasase por otra
de la otra parte por medio del aposento, como no topase en alguna cosa ni
hubiese en el aire átomos en que reverberar, no tendría el aposento más luz que
antes, ni el rayo se echaría de ver; antes, si bien se mirase, entonces hay más
oscuridad por donde está el rayo, porque priva y oscurece algo de la otra luz, y
él no se ve, porque, como habemos dicho, no hay objetos visibles en que pueda
reverberar.
4. Pues ni más ni menos hace este divino rayo de contemplación en el alma, que,
embistiendo en ella con su lumbre divina, excede la natural del alma, y en esto
la oscurece y priva de todas las aprensiones y afecciones naturales que antes
mediante la luz natural aprehendía: y así, no sólo la deja oscura, sino también
vacía según las potencias y apetitos, así espirituales como naturales, y,
dejándola así vacía y a oscuras, la purga e ilumina con divina luz espiritual,
sin pensar el alma que la tiene, sino que está en tinieblas, como habemos dicho
del rayo, que, aunque está en medio del aposento, si está puro y no tiene en qué
topar, no se ve. Pero en esta luz espiritual de que está embestida el alma,
cuando tiene en qué reverberar, esto es, cuando se ofrece alguna cosa que
entender espiritual y de perfección o de imperfección, por mínimo átomo que sea,
o juicio de lo que es falso o verdadero, luego lo ve y entiende mucho más
claramente que antes que estuviese en estas oscuridades. Y, ni más ni menos
conoce la luz que tiene espiritual para conocer con facilidad la imperfección
que se le ofrece, así como cuando el rayo que habemos dicho está oscuro en el
aposento, aunque él no se ve, si se ofrece pasar por él una mano o cualquiera
cosa, luego se ve la mano, y se conoce que estaba allí aquella luz del sol.
5. Donde, por ser esta luz espiritual tan sencilla, pura y general, no afectada
ni particularizada a ningún particular inteligible natural ni divino, pues
acerca de todas estas aprensiones tiene las potencias del alma vacías y
aniquiladas, de aquí es que con grande generalidad y facilidad conoce y penetra
el alma cualquiera cosa de arriba o de abajo que se ofrece; que por eso dijo el
Apóstol (1 Cor. 2, 10) que el espiritual todas las cosas penetra, hasta los
profundos de Dios.Porque de esta sabiduría general y sencilla se entiende lo que
por el Sabio (Sab. 7, 24) dice el Espíritu Santo, es a saber: Que toca hasta
doquiera por su pureza, es a saber, porque no se particulariza a ningún
particular inteligible ni afección.
Y ésta es la propiedad del espíritu purgado y aniquilado acerca de todas
particulares afecciones e inteligencias, que, en este no gustar nada ni entender
nada en particular, morando en su vacío y tiniebla, lo abraza todo con grande
disposición, para que se verifique en él lo de san Pablo (2 Cor. 6, 10): Nihil
habentes, et omnia possidentes.Porque tal bienaventuranza se debe a tal pobreza
de espíritu.
CAPÍTULO9
Cómo aunque esta noche oscurece al espíritu, es para ilustrarle y darle luz.
1. Resta, pues, decir aquí que en esta dichosa noche, aunque oscurece el
espíritu, no lo hace sino por darle luz todas las cosas; y, aunque lo humilla y
pone miserable, no es sino para ensalzarle y levantarle; y, aunque le empobrece
y vacía de toda posesión y afección natural, no es sino para que divinamente
pueda extender a gozar y gustar de todas las cosas de arriba y de abajo, siendo
con libertad de espíritu general en todo.
Porque, así como los elementos para que se comuniquen en todos los compuestos y
entes naturales, conviene que con ninguna particularidad de color, olor ni sabor
estén afectados, para poder concurrir con todos los sabores, olores y colores,
así al espíritu le conviene estar sencillo, puro y desnudo de todas maneras de
afecciones naturales, así actuales como habituales, para poder comunicar con
libertad con la anchura del espíritu con divina Sabiduría, en que por su
limpieza gusta todos los sabores de todas las cosas con cierta eminencia de
excelencia. Y sin esta purgación en ninguna manera podrá sentir ni gustar la
satisfacción de toda esta abundancia de sabores espirituales; porque una sola
afición que tenga o particularidad a que esté el espíritu asido, actual o
habitualmente, basta para no sentir ni gustar ni comunicar la delicadeza e
íntimo sabor del espíritu de amor, que contiene en sí todos los sabores con gran
eminencia.
2. Porque, así como los hijos de Israel, sólo porque les había quedado una sola
afición y memoria de las carnes y comidas de Egipto (Ex. 16, 3), no podían
gustar del delicado pan de ángeles en el desierto, que era el maná, el cual,
como dice la divina Escritura (Sab. 16, 21), tenía suavidad de todos los gustos
y se convertía al gusto que cada uno quería, así no puede llegar a gustar los
deleites del espíritu de libertad, según la voluntad desea, el espíritu que
todavía estuviere afectado con alguna afición actual o habitual, o con
particulares inteligencias o cualquiera otra aprehensión.
La razón de esto es porque las afecciones, sentimientos y aprehensiones del
espíritu perfecto, porque son divinas, son de otra suerte y género tan diferente
de lo natural y eminente, que, para poseer las unas actual y habitualmente,
habitual y actualmente se han de expeler y aniquilar las otras, como hacen dos
contrarios, que no pueden estar juntos en un sujeto. Por tanto, conviene mucho y
es necesario para que el alma haya de pasar a estas grandezas, que esta noche
oscura de contemplación la aniquile y deshaga primero en sus bajezas, poniéndola
a oscuras, seca y apretada y vacía; porque la luz que se le ha de dar es una
altísima luz divina que excede toda luz natural, que no cabe naturalmente en el
entendimiento.
3. Y así, conviene que, para que el entendimiento pueda llegar a unirse con ella
y hacerse divino en el estado de perfección, sea primero purgado y aniquilado en
su lumbre natural, poniéndole actualmente a oscuras por medio de esta oscura
contemplación. La cual tiniebla conviene que le dure tanto cuanto sea menester
para expeler y aniquilar el hábito que de mucho tiempo tiene en su manera de
entender en sí formado y, en su lugar, quede la ilustración y luz divina. Y así,
por cuanto aquella fuerza que tenía de entender antes es natural, de aquí se
sigue que las tinieblas que aquí padece son profundas y horribles y muy penosas,
porque, como se sienten en la profunda sustancia del espíritu, parecen tinieblas
sustanciales.
Ni más ni menos, por cuanto la afección de amor que se le ha de dar en la divina
unión de amor es divina, y por eso muy espiritual, sutil y delicada y muy
interior, que excede a todo afecto y sentimiento de la voluntad, y todo apetito
de ello, conviene que, para que la voluntad pueda venir a sentir y gustar por
unión de amor esta divina afección y deleite tan subido, que no cae en la
voluntad naturalmente, sea primero purgada y aniquilada en todas sus afecciones
y sentimientos, dejándola en seco y en aprieto, tanto cuanto conviene según el
hábito que tenía de naturales afecciones, así acerca de lo divino como de lo
humano, para que, extenuada y enjuta y bien extricada en el fuego de esta divina
contemplación de todo género de demonio, como el corazón del pez de Tobías en
las brasas (Tb. 6, 19), tenga disposición pura y sencilla y el paladar purgado y
sano para sentir los subidos y peregrinos toques del divino amor en que se verá
transformada divinamente, expelidas todas las contrariedades actuales y
habituales, como decimos, que antes tenía.
4. También porque en la dicha unión, a que la dispone y encamina esta oscura
noche, ha de estar el alma llena y dotada de cierta magnificencia gloriosa en la
comunicación con Dios, que encierra en sí innumerables bienes de deleites que
exceden toda la abundancia que el alma naturalmente puede poseer, porque en tan
flaco e impuro natural no la puede recibir, porque, según dice Isaías (64, 4):
Ni ojo lo vio, ni oído lo oyó, ni cayó en corazón humano lo que aparejó, etc.,
conviene que primero sea puesta el alma en vacío y pobreza de espíritu,
purgándola de todo arrimo, consuelo y aprensión natural acerca de todo lo de
arriba y de abajo, para que, así vacía, esté bien pobre de espíritu y desnuda
del hombre viejo para vivir aquella nueva y bienaventurada vida que por medio de
esta noche se alcanza, que es el estado de la unión con Dios.
5. Y porque el alma ha de venir a tener un sentido y noticia divina muy generosa
y sabrosa acerca de todas las cosas divinas y humanas que no cae en el común
sentir y saber natural del alma (que les mirará con ojos tan diferentes que
antes, como difiere el espíritu del sentido y lo divino de lo humano),
conviénele al espíritu adelgazarse y curtirse acerca del común y natural sentir,
poniéndole por medio de esta purgativa contemplación en grande angustia y
aprieto, y a la memoria remota de toda amigable y pacífica noticia, con sentido
interior y temple de peregrinación y extrañez de todas las cosas, en que le
parece que todas son extrañas y de otra manera que solían ser.
Porque en esto va sacando esta noche al espíritu de su ordinario y común sentir
de las cosas, para traerle a sentido divino, el cual es extraño y ajeno de toda
humana manera. Aquí le parece el alma que anda fuera de sí en penas. Otras veces
piensa si es encantamiento el que tiene o embelesamiento, y anda maravillada de
las cosas que ve y oye, pareciéndole muy peregrinas y extrañas, siendo las
mismas que solía tratar comúnmente; de lo cual es causa el irse ya haciendo
remota el alma y ajena del común sentido y noticia acerca de las cosas, para
que, aniquilada en éste, quede informada en el divino, que es más de la otra
vida que de ésta.
6. Todas estas aflictivas purgaciones del espíritu para reengendrarlo en vida de
espíritu por medio de esta divina influencia, las padece el alma, y con estos
dolores viene a parir el espíritu de salud, porque se cumpla la sentencia de
Isaías (26, 17-18), que dice: De tu faz, Señor, concebimos, y estuvimos con
dolores de parto, y parimos el espíritu de salud.
Demás de esto, porque por medio de esta noche contemplativa se dispone el alma
para venir a la tranquilidad y paz interior, que es tal y tan deleitable que,
como dice la Iglesia, excede todo sentido (Fil. 4, 7), conviénele al alma que
toda la paz primera que, por cuanto estaba envuelta con imperfecciones, no era
paz, aunque a la dicha alma le parecía (porque andaba a su sabor, que era paz,
paz, dos voces, esto es, que tenía ya adquirida la paz del sentido y del
espíritu, según se veía llena de abundancias espirituales) que esta paz del
sentido y del espíritu, que, como digo, aún es imperfecta, sea primero purgada
en ella y quitada y perturbada de la paz, como lo sentía y lloraba Jeremías en
la autoridad que de él alegamos para declarar las calamidades de esta noche
pasada, diciendo: Quitada y despedida está mi alma de la paz (Lm. 3, 17).
7. Esta es una penosa turbación de muchos recelos, imaginaciones y combates que
tiene el alma dentro de sí, en que, con la aprehensión y sentimiento de las
miserias en que se ve, sospecha que está perdida y acabados sus bienes para
siempre. De aquí es que trae en el espíritu un dolor y gemido tan profundo que
le causa fuertes rugidos y bramidos espirituales, pronunciándolos a veces por la
boca, y resolviéndose en lágrimas cuando hay fuerza y virtud para poderlo hacer,
aunque las menos veces hay este alivio.
David declara muy bien esto, como quien tan bien lo experimentó, en un salmo
(37, 9) diciendo: Fui muy afligido y humillado, rugía del gemido de mi
corazón.El cual rugido es cosa de gran dolor, porque algunas veces, con la
súbita y aguda memoria de estas miserias en que se ve el alma, tanto se levanta
y cerca en dolor y pena las afecciones del alma, que no sé cómo se podrá dar a
entender sino por la semejanza que el profeta Job (3, 24), estando en el mismo
trabajo de él, por estas palabras dice: De la manera que son las avenidas de las
aguas, así el rugido mío; porque así como algunas veces las aguas hacen tales
avenidas que todo lo anegan y llenan, así este rugido y sentimiento del alma
algunas veces crece tanto, que, anegándola y traspasándola toda, llena de
angustias y dolores espirituales todos sus afectos profundos y fuerzas sobre
todo lo que se puede encarecer.
8. Tal es la obra que en ella hace esta noche encubridora de las esperanzas de
la luz del día. Porque a este propósito dice también el profeta Job (30, 17): En
la noche es horadada mi boca con dolores, y los que me comen no duermen. Porque
aquí por la boca se entiende la voluntad, la cual es traspasada con estos
dolores que en despedazar al alma ni cesan ni duermen, porque las dudas y
recelos que traspasan al alma así nunca duermen.
9. Profunda es esta guerra y combate, porque la paz que espera ha de ser muy
profunda; y el dolor espiritual es íntimo y delgado, porque el amor que ha de
poseer ha de ser también muy íntimo y apurado; porque, cuanto más íntima y
esmerada ha de ser y quedar la obra, tanto más íntima, esmerada y pura ha de ser
la labor, y tanto más fuerte cuando el edificio más firme. Por eso, como dice
Job (30, 16, 27), se está marchitando en sí misma el alma, e hirviendo sus
interiores sin alguna esperanza.
Y ni más ni menos, porque el alma ha de venir a poseer y gozar en el estado de
perfección, a que por medio de esta purgativa noche camina, a innumerables
bienes de dones y virtudes, así según la sustancia del alma como también según
las potencias de ella, conviene que primero generalmente se vea y sienta ajena y
privada de todos ellos y vacía y pobre de ellos, y le parezca que de ellos está
tan lejos, que no se pueda persuadir que jamás ha de venir a ellos, sino que
todo bien se le acabó; como también lo da a entender Jeremías en la dicha
autoridad (Lm. 3, 17), cuando dice: Olvidado estoy de los bienes.
10. Pero veamos ahora cuál sea la causa por que siendo esta luz de contemplación
tan suave y amigable para el alma, que no hay más que desear (pues, como arriba
queda dicho, es la misma con que se ha de unir el alma y hallar en ella todos
los bienes en el estado de la perfección que desea), le cause con su
embestimiento a estos principios tan penosos y esquivos efectos como aquí
habemos dicho.
11. A esta duda fácilmente se responde diciendo lo que ya en parte habemos
dicho, y es que la causa de esto es que no hay de parte de la contemplación e
infusión divina cosa que de suyo pueda dar pena, antes mucha suavidad y deleite,
como después se dirá, sino que la causa es la flaqueza e imperfección que
entonces tiene el alma, y disposiciones que en sí tiene y contrarios para
recibirlos; en los cuales embistiendo la dicha lumbre divina, ha de padecer el
alma de la manera ya dicha.
CAPÍTULO10
Explícase de raíz esta purgación por una comparación.
1. De donde, para mayor claridad de lo dicho y de lo que se ha de decir,
conviene aquí notar que esta purgativa y amorosa noticia o luz divina que aquí
decimos, de la misma manera se ha en el alma, purgándola y disponiéndola para
unirla consigo perfectamente, que se ha el fuego en el madero para transformarle
en sí. Porque el fuego material, en aplicándose al madero, lo primero que hace
es comenzarle a secar, echándole la humedad fuera y haciéndole llorar el agua
que en sí tiene; luego le va poniendo negro, oscuro y feo, y aun de mal olor, y,
yéndole secando poco a poco, le va sacando a luz y echando afuera todos los
accidentes feos y oscuros que tiene contrarios a fuego; y, finalmente,
comenzándole a inflamar por de fuera y calentarle, viene a transformarle en sí y
ponerle tan hermoso como el mismo fuego. En el cual término ya de parte del
madero ninguna pasión hay ni acción propia, salva la gravedad y cantidad más
espesa que la del fuego, porque las propiedades del fuego y acciones tiene en
sí; porque está seco, y seca; está caliente, y calienta; está claro y esclarece;
está ligero mucho más que antes, obrando el fuego en él estas propiedades y
efectos.
2. A este mismo modo, pues, habemos de filosofar acerca de este divino fuego de
amor de contemplación, que, antes que una y transforme el alma en sí, primero la
purga de todos sus accidentes contrarios; hácela salir afuera sus fealdades y
pónela negra y oscura, y así parece peor que antes y más fea y abominable que
solía. Porque, como esta divina purga anda removiendo todos los malos y viciosos
humores, que por estar ellos muy arraigados y asentados en el alma, no los
echaba ella de ver, y así no entendía que tenía en sí tanto mal; y ahora, para
echarlos fuera y aniquilarlos, se los ponen al ojo, y los ve tan claramente
alumbrada por esta oscura luz de divina contemplación (aunque no es peor que
antes, ni en sí ni para con Dios), como ve en sí lo que antes no veía, parécele
claro que está mal, que no sólo no está para que Dios la vea, mas que está para
que la aborrezca, y que ya la tiene aborrecida. De esta comparación podemos
ahora entender muchas cosas acerca de lo que vamos diciendo y pensamos decir.
3. Lo primero, podemos entender cómo la misma luz y sabiduría amorosa que se ha
de unir y transformar en el alma, es la misma que al principio la purga y
dispone; así como el mismo fuego que transforma en sí al madero incorporándose
en él, es el que primero le estuvo disponiendo para el mismo efecto.
4. Lo segundo, echaremos de ver cómo estas penalidades no las siente el alma de
parte de la dicha sabiduría, pues, como dice el Sabio (Sab. 7, 11), todos los
bienes juntos le vienen al alma con ella, sino de parte de la flaqueza e
imperfección que tiene el alma para no poder recibir sin esta purgación su luz
divina, suavidad y deleite (así como el madero, que no puede luego que se le
aplica el fuego ser transformado hasta que sea dispuesto), y por eso pena tanto.
Lo cual el Eclesiástico (51, 29) aprueba bien, diciendo lo que él padeció para
venir a unirse con ella y gozarla, diciendo así: Mi ánima agonizó en ella, y mis
entrañas se enturbiaron en adquirirla; por eso poseeré buena posesión.
5. Lo tercero, podemos sacar de aquí de camino la manera de penar de los del
purgatorio. Porque el fuego no tendría en ellos poder, aunque se les aplicase,
si ellos no tuviesen imperfecciones en qué padecer, que son la materia en que
allí puede el fuego; la cual acabada, no hay más que arder; como aquí, acabadas
las imperfecciones, se acaba el penar del alma y queda el gozar.
6. Lo cuarto, sacaremos de aquí cómo al modo que se va purgando y purificando
por medio de este fuego de amor, se va más inflamando en amor; así como el
madero, al modo y paso que se va disponiendo, se va más calentando. Aunque esta
inflamación de amor no siempre la siente el alma, sino algunas veces cuando deja
de embestir la contemplación tan fuertemente, porque entonces tiene lugar el
alma de ver y aun de gozar la labor que se va haciendo, porque se la descubren;
porque parece que alzan la mano de la obra y sacan al hierro de la hornaza para
que parezca en alguna manera la labor que se va haciendo; y entonces hay lugar
para que el alma eche de ver en sí el bien que no veía cuando andaba la obra.
Así también, cuando deja de herir la llama en el madero, se da lugar para que se
vea bien cuánto haya inflamádole.
7. Lo quinto, sacaremos también de esta comparación lo que arriba queda dicho,
conviene a saber, cómo sea verdad que después de estos alivios vuelve el alma a
padecer más intensa y delgadamente que antes. Porque, después de aquella
muestra, que se hace después que se han purificado las imperfecciones más de
afuera, vuelve el fuego de amor a herir en lo que está por consumir y purificar
más adentro. En lo cual es más íntimo y sutil y espiritual el padecer del alma,
cuanto le va adelgazando las más íntimas y delgadas y espirituales
imperfecciones y más arraigadas en lo más adentro. Y esto acaece al modo que en
el madero: cuando el fuego va entrando más adentro, va con más fuerza y furor
disponiendo a lo más interior para poseerlo.
8. Lo sexto, se sacará también de aquí la causa por que le parece al alma que
todo bien se le acabó y que está llena de males, pues otra cosa en este tiempo
no la llega sino todo amarguras; así también como al madero, que aire ni otra
cosa da en él más que fuego consumidor. Pero, después que se hagan otras
muestras como las primeras, gozará más de adentro, porque ya se hizo la
purificación más adentro.
9. Lo séptimo, sacaremos que, aunque el alma se goza muy anchamente en estos
intervalos (tanto que, como dijimos, a veces le parece que no han de volver
más), con todo, cuando han de volver presto, no deja de sentir, si advierte (y a
veces ella se hace advertir) una raíz que queda, que no deja tener el gozo
cumplido, porque parece que está amenazando para volver a embestir; y cuando es
así, presto vuelve. En fin, aquello que está por purgar e ilustrar más adentro,
no se puede bien encubrir al alma acerca de lo ya purificado; así como también
en el madero lo que más adentro está por ilustrar es bien sensible la diferencia
que tiene de lo purgado; y cuando vuelve a embestir más adentro esta
purificación no hay que maravillar que le parezca al alma otra vez que todo el
bien se le acabó, y que no piense volver más a los bienes, pues que, puesta en
pasiones más interiores, todo el bien de afuera se le cegó.
10. Llevando, pues, delante de los ojos esta comparación con la noticia que ya
queda dada sobre el primer verso de la primera canción de esta oscura noche y de
sus propiedades terribles, será bueno salir de estas cosas tristes del alma y
comenzar ya a tratar del fruto de sus lágrimas y de sus propiedades dichosas,
que se comienzan a cantar desde este segundo verso:
Con ansias en amores inflamada.
CAPÍTULO11
Comiénzase a explicar el segundo verso de la primera canción. Dice cómo el alma,
por fruto de estos rigurosos aprietos, se halla con vehemente pasión de amor
divino.
1. En el cual verso da a entender el alma el fuego de amor que habemos dicho,
que, a manera del fuego material en el madero, se va prendiendo en el alma en
esta noche de contemplación penosa. La cual inflamación, aunque es en cierta
manera como la que arriba declaramos que pasaba en la parte sensitiva del alma,
es en alguna manera tan diferente de aquélla ésta que ahora dice, como lo es el
alma del cuerpo, o la parte espiritual de la sensitiva. Porque ésta es una
inflamación de amor en el espíritu en que, en medio de estos oscuros aprietos,
se siente estar herida el alma viva y agudamente en fuerte amor divino en cierto
sentimiento y barrunto de Dios, aunque sin entender cosa particular, porque,
como decimos, el entendimiento está a oscuras.
2. Siéntese aquí el espíritu apasionado en amor mucho, porque esta inflamación
espiritual hace pasión de amor; que, por cuanto este amor es infuso, es más
pasivo que activo, y así engendra en el alma pasión fuerte de amor. Va teniendo
ya este amor algo de unión con Dios, y así participa algo de sus propiedades,
las cuales son más acciones de Dios que de la misma alma, las cuales se sujetan
en ella pasivamente; aunque el alma lo que aquí hace es dar el consentimiento;
mas al calor y fuerza, y temple y pasión de amor o inflamación, como aquí la
llama el alma, sólo el amor de Dios que se va uniendo con ella se le pega. El
cual amor tanto más lugar y disposición halla con el alma para unirse y herir en
ella, cuanto más encerrados, enajenados e inhabilitados le tiene todos los
apetitos para gustar de cosa del cielo ni de la tierra.
3. Lo cual en esta oscura purgación, como ya queda dicho, acaece en gran manera,
pues tiene Dios tan destetados los gustos y tan recogidos, que no pueden gustar
de cosa que ellos quieran. Todo lo cual hace Dios a fin de que, apartándolos y
recogiéndolos todos para sí, tenga el alma más fortaleza y habilidad para
recibir esta fuerte unión de amor de Dios, que por este medio purgativo le
comienza ya a dar, en que el alma ha de amar con gran fuerza de todas las
fuerzas y apetitos espirituales y sensitivos del alma: lo cual no podría ser si
ellos se derramasen en gustar de otra cosa. Que, por eso, para poder David
recibir la fortaleza del amor de esta unión de Dios, decía a Dios (Sal. 58, 10):
Mi fortaleza guardaré para ti, esto es, de toda la habilidad y apetitos y
fuerzas de mis potencias, no queriendo emplear su operación ni gusto fuera de ti
en otra cosa.
4. Según esto, en alguna manera se podría considerar cuánta y cuán fuerte podrá
ser esta inflamación de amor en el espíritu, donde Dios tiene recogidas todas
las fuerzas, potencias y apetitos del alma, así espirituales como sensitivas,
para que toda esta armonía emplee sus fuerzas y virtud en este amor, y así venga
a cumplir de veras con el primer precepto, que, no desechando nada del hombre ni
excluyendo cosa suya de este amor, dice (Dt. 6, 5): Amarás a tu Dios de todo tu
corazón, y de toda tu mente, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas.
5. Recogidos aquí, pues, en esta inflamación de amor todos los apetitos y
fuerzas del alma, estando ella herida y tocada, según todos ellos, y apasionada,
¿cuáles podremos entender que serán los movimientos y digresiones de todas estas
fuerzas y apetitos, viéndose inflamadas y heridas de fuerte amor y sin la
posesión y satisfacción de él, en oscuridad y duda?; sin duda, padeciendo
hambre, como los canes, que dice David (Sal. 58, 7, 15-16) rodearon la ciudad,
y, no se viendo hartos de este amor, quedaron ahullando y gimiendo. Porque el
toque de este amor y fuego divino de tal manera seca al espíritu y le enciende
tanto los apetitos por satisfacer su sed de este divino amor, que da mil vueltas
en sí y se ha de mil modos y maneras a Dios con la codicia y deseo del apetito.
David da muy bien a entender esto en un salmo (62, 2), diciendo: Mi alma tuvo
sed de ti: ¡cuán de muchas maneras se ha mi carne a ti!, esto es, en deseos. Y
otra translación dice: Mi alma tuvo sed de ti, mi alma se pierde o perece por
ti.
6. Esta es la causa por que dice el alma en el verso que "con ansias en amores"
y no dice: "con ansias en amor inflamada", porque en todas las cosas y
pensamientos que en sí revuelve y en todos los negocios y cosas que se le
ofrecen ama de muchas maneras, y desea y padece en el deseo también a este modo
en muchas maneras en todos los tiempos y lugares, no sosegando en cosa,
sintiendo esta ansia en la inflamada herida, según el profeta Job (7, 2-4) lo da
a entender, diciendo: Así como el siervo desea la sombra y como el mercenario
desea el fin de su obra, así tuve yo los meses vacíos y conté las noches
prolijas y trabajosas para mí. Si me recostare a dormir, diré: ¿cuándo me
levantaré? Y luego esperaré la tarde, y seré lleno de dolores hasta las
tinieblas de la noche.
Hácesele a esta alma todo angosto, no cabe en sí, no cabe en el cielo ni en la
tierra, y llénase de dolores hasta las tinieblas que aquí dice Job, hablando
espiritualmente y a nuestro propósito: esperar y padecer sin consuelo de cierta
esperanza de alguna luz y bien espiritual, como aquí lo padece el alma. De donde
el ansia y pena de esta alma en esta inflamación de amor es mayor, por cuanto es
multiplicada de dos partes: lo uno, de parte de las tinieblas espirituales en
que se ve, que con sus dudas y recelos la afligen; lo otro, de parte del amor de
Dios, que la inflama y estimula, que con su herida amorosa ya maravillosamente
la atemoriza.
7. Las cuales dos maneras de padecer en semejante sazón da bien a entender
Isaías (26, 9), diciendo: Mi alma te deseó en la noche, esto es, en la miseria;
y ésta es la una manera de padecer de parte de esta noche oscura. Pero con mi
espíritu,dice, en mis entrañas hasta la mañana velaré por ti; y ésta es la
segunda manera de penar en deseo y ansia de parte del amor en las entrañas del
espíritu, que son las afecciones espirituales.
Pero en medio de estas penas oscuras y amorosas siente el alma cierta compañía y
fuerza en su interior, que la acompaña y esfuerza tanto, que, si se le acaba
este peso de apretada tiniebla, muchas veces se siente sola, vacía y floja. Y la
causa es entonces que, como la fuerza y eficacia del alma era pegada y
comunicada pasivamente del fuego tenebroso de amor que en ella embestía, de aquí
es que, cesando de embestir en ella, cesa la tiniebla y la fuerza y calor de
amor en el alma.
CAPÍTULO12
Dice cómo esta horrible noche es purgatorio, y cómo en ella ilumina la divina
Sabiduría a los hombres en el suelo con la misma iluminación que purga e ilumina
a los ángeles en el cielo.
1. Por lo dicho echaremos de ver cómo esta oscura noche de fuego amoroso, así
como a oscuras va al alma inflamando. Echaremos de ver también cómo, así como se
purgan los espíritus en la otra vida con fuego tenebroso material, en esta vida
se purgan y limpian con fuego amoroso tenebroso espiritual; porque ésta es la
diferencia: que allá se limpian con fuego, y acá se limpian e iluminan sólo con
amor. El cual amor pidió David (Sal. 50, 12)) cuando dijo: Cor mundum crea in
me, Deus,etc. Porque la limpieza de corazón no es menos que el amor y gracia de
Dios; porque los limpios de corazón son llamados por nuestro Salvador
bienaventurados(Mt. 5, 8), lo cual es tanto como decir "enamorados", pues que la
bienaventuranza no se da por menos que amor.
2. Y que se purgue iluminándose el alma con este fuego de sabiduría amorosa
(porque nunca da Dios sabiduría mística sin amor, pues el mismo amor la
infunde), muéstralo bien Jeremías (Lm. 1, 13) donde dice: Envió fuego en mis
huesos y enseñóme. Y David (Sal. 111, 7) dice que la sabiduría de Dios es plata
examinada en fuego, esto es, en fuego purgativo de amor. Porque esta oscura
contemplación juntamente infunde en el alma amor y sabiduría, a cada uno según
su capacidad y necesidad, alumbrando al alma y purgándola, como dice el Sabio
(Ecli. 51, 25-26) de sus ignorancias, como dice que lo hizo con él.
3. De aquí también inferiremos que purga estas almas y las ilumina la misma
Sabiduría de Dios que purga a los ángeles de sus ignorancias, haciéndolos saber,
alumbrándolos de lo que no sabían, derivándose desde Dios por las jerarquías
primeras hasta las postreras, y de ahí a los hombres. Que, por eso, todas las
obras que hacen los ángeles e inspiraciones, se dicen con verdad en la Escritura
y propiedad hacerlas Dios y hacerlas ellos; porque de ordinario las deriva por
ellos, y ellos también de unos en otros sin alguna dilación, así como el rayo
del sol comunicado de muchas vidrieras ordenadas entre sí; que, aunque es verdad
que de suyo el rayo pasa por todas, todavía cada una le envía e infunde en la
otra más modificado, conforme al modo de aquella vidriera, algo más abreviada y
remisamente, según ella está más o menos cerca del sol.
4. De donde se sigue que los superiores espíritus y los de abajo, cuanto más
cercanos están a Dios, más purgados están y clarificados con más general
purificación; y que los postreros recibirán esta iluminación muy más tenue y
remota. De donde se sigue que el hombre, que está el postrero, hasta el cual se
viene derivando esta contemplación de Dios amorosa, cuando Dios se la quiere
dar, que la ha de recibir a su modo, muy limitada y penosamente.
Porque la luz de Dios que al ángel ilumina, esclareciéndole y suavizándole en
amor, por ser puro espíritu, dispuesto para la tal infusión, al hombre, por ser
impuro y flaco, naturalmente le ilumina, como arriba queda dicho,
oscureciéndole, dándole pena y aprieto, como hace el sol al ojo legañoso y
enfermo, y le enamora apasionada y aflictivamente, hasta que este mismo fuego de
amor le espiritualice y sutilice, purificándole hasta que con suavidad pueda
recibir la unión de esta amada influencia a modo de los ángeles y ya purgado,
como después diremos, mediante el Señor. Pero, en el entretanto, esa
contemplación y noticia amorosa recíbela con el aprieto y ansia de amor que
decimos aquí.
5. Esta inflamación y ansia de amor no siempre el alma la anda sintiendo; porque
a los principios que comienza esta purgación espiritual, todo se le va a este
divino fuego más en enjugar y disponer la madera del alma que en calentarla;
pero ya, andando el tiempo, cuando ya este fuego va calentando el alma, muy de
ordinario siente esta inflamación y calor de amor.
Aquí, como se va más purgando el entendimiento por medio de esta tiniebla,
acaece que algunas veces esta mística y amorosa teología, juntamente con
inflamar la voluntad, hiere también ilustrando la otra potencia del
entendimiento con alguna noticia y lumbre divina, tan sabrosa y delgadamente,
que, ayudada de ella, la voluntad se afervora maravillosamente, ardiendo en
ella, sin ella hacerse nada, ese divino fuego de amor en vivas llamas, de manera
que ya al alma le parece él vivo fuego por causa de la viva inteligencia que se
le da. Y de aquí es aquello que dice David en un salmo (38, 4), diciendo:
Calentóse mi corazón dentro de mí, y cierto fuego, en tanto que yo entendía, se
encendía.
6. Y este entendimiento de amor con unión de estas dos potencias, entendimiento
y voluntad, que se unen aquí, es cosa de gran riqueza y deleite para el alma;
porque es cierto toque en la Divinidad y ya principios de la perfección de la
unión de amor que espera. Y así, a este toque de tan subido sentir y amor de
Dios no se llega sino habiendo pasado muchos trabajos y gran parte de la
purgación; mas para otros más bajos, que muy ordinariamente acaecen, no es
menester tanta purgación.
7. De lo que habemos dicho aquí se colige cómo en estos bienes espirituales, que
pasivamente se infunden por Dios en el alma, puede muy bien amar la voluntad sin
entender el entendimiento, así como el entendimiento puede entender sin que ame
la voluntad; porque, pues esta noche oscura de contemplación consta de luz
divina y amor, así como el fuego tiene luz y calor, no es inconveniente que,
cuando se comunica esta luz amorosa, algunas veces hiera más en la voluntad,
inflamándola con el amor, dejando a oscuras al entendimiento sin herir en él con
la luz; y otras, alumbrándole con la luz, dando inteligencia, dejando seca la
voluntad, como también acaece poder recibir el calor del fuego sin ver la luz, y
también ver la luz sin recibir el calor del fuego, y esto obrándolo el Señor que
infunde como quiere.
CAPÍTULO13
De otros sabrosos efectos que obra en el alma esta oscura noche de
contemplación.
1. Por este modo de inflamación podemos entender alguno de los sabrosos efectos
que va ya obrando en el alma esta contemplación; porque algunas veces, según
acabamos de decir, en medio de estas oscuridades es ilustrada el alma, y luce la
luz en las tinieblas (Jn. 1, 5), derivándose esta inteligencia mística al
entendimiento, quedándose seca la voluntad, quiero decir, sin unión actual de
amor, con una serenidad y sencillez tan delgada y deleitable al sentido del
alma, que no se le puede poner nombre, unas veces en una manera de sentir de
Dios, otras en otra.
2. Algunas veces también hiere juntamente, como queda dicho, en la voluntad, y
prende el amor subida, tierna y fuertemente, porque ya decimos que se unen
algunas veces estas dos potencias entendimiento y voluntad, cuando se va más
purgando el entendimiento; tanto más perfecta y calificadamente cuanto ellas más
van; pero, antes de llegar aquí, más común es sentir la voluntad el toque de la
inflamación que el entendimiento el de la inteligencia.
3. Pero parece aquí una duda, y es: ¿por qué, pues estas potencias se van
purgando a la par, se siente a los principios más comúnmente en la voluntad la
inflamación y amor de la contemplación purgativa, que en el entendimiento la
inteligencia de ella?
A esto se responde que aquí no hiere derechamente este amor pasivo en la
voluntad, porque la voluntad es libre, y esta inflamación de amor más es pasión
de amor que acto libre de la voluntad; porque hiere en la sustancia del alma
este calor de amor, y así mueve las afecciones pasivamente. Y así, ésta antes se
llama pasión de amor que acto libre de la voluntad; el cual, en tanto se llama
acto de la voluntad, en cuanto es libre. Pero, porque estas pasiones y
afecciones se reducen a la voluntad, por eso se dice que, si el alma está
apasionada con alguna afección, lo está la voluntad, y así es la verdad; porque
de esta manera se cautiva la voluntad y pierde su libertad, de manera que la
lleva tras sí el ímpetu y fuerza de la pasión. Y por eso podemos decir que esta
inflamación de amor es en la voluntad, esto es, inflama al apetito de la
voluntad; y así, ésta antes se llama, como decimos, pasión de amor que obra
libre de la voluntad. Y porque la pasión receptiva del entendimiento sólo puede
recibir la inteligencia desnuda y pasivamente (y esto no puede sin estar
purgado), por eso, antes que lo esté, siente el alma menos veces el toque de
inteligencia que el de la pasión de amor. Porque para esto no es menester que la
voluntad esté tan purgada acerca de las pasiones, pues que aún las pasiones la
ayudan a sentir amor apasionado.
4. Esta inflamación y sed de amor, por ser ya aquí del espíritu, es
diferentísima de la otra que dijimos en la noche del sentido. Porque, aunque
aquí el sentido también lleva su parte, porque no deja de participar del trabajo
del espíritu, pero la raíz y el vivo de la sed de amor siéntese en la parte
superior del alma, esto es, en el espíritu, sintiendo y entendiendo de tal
manera lo que siente y la falta que le hace lo que desea, que todo el penar del
sentido, aunque sin comparación es mayor que en la primera noche sensitiva, no
le tiene en nada, porque en el interior conoce una falta de un gran bien, que
con nada ve se puede medir.
5. Pero aquí conviene notar que, aunque a los principios, cuando comienza esta
noche espiritual, no se siente esta inflamación de amor, por no haber empezado
este fuego de amor a emprender, en lugar de eso da desde luego Dios al alma un
amor estimativo tan grande de Dios, que, como habemos dicho, todo lo más que
padece y siente en los trabajos de esta noche, es ansia de pensar si tiene
perdido a Dios y pensar si está dejada de él. Y así, siempre podremos decir que
desde el principio de esta noche va el alma tocada con ansias de amor, ahora de
estimación, ahora también de inflamación.
Y vese que la mayor pasión que siente en estos trabajos es este recelo; porque,
si entonces se pudiese certificar que no está todo perdido y acabado, sino que
aquello que pasa es por mejor, como lo es, y que Dios no está enojado, no se le
daría nada de todas aquellas penas, antes se holgaría sabiendo que de ello se
sirve Dios. Porque es tan grande el amor de estimación que tiene a Dios, aunque
a oscuras sin sentirlo ella, que no sólo eso, sino que se holgaría de morir
muchas veces por satisfacerle. Pero cuando ya la llama ha inflamado el alma,
juntamente con la estimación que ya tiene de Dios, tal fuerza y brío suele
cobrar y ansia con Dios, comunicándose el calor de amor, que, con grande osadía,
sin mirar en cosa alguna, ni tener respeto a nada, en la fuerza y embriaguez del
amor y deseo, sin mirar lo que hace, haría cosas extrañas e inusitadas por
cualquier modo y manera que se le ofrece (por) poder encontrar con el que ama su
alma.
6. Esta es la causa por que María Magdalena, con ser tan estimada en sí como
antes era, no le hizo al caso la turba de hombres principales y no principales
del convite, ni el mirar que no venía bien ni lo parecería ir a llorar y
derramar lágrimas entre los convidados (Lc. 7, 37-38), a trueque de, sin dilatar
una hora esperando otro tiempo y sazón, poder llegar ante aquel de quien estaba
ya su alma herida e inflamada. Y ésta es la embriaguez y osadía de amor, que,
con saber que su Amado estaba encerrado en el sepulcro con una gran piedra
sellada y cercado de soldados —que por que no le hurtasen sus discípulos le
guardaban (Mt. 27, 60-66)— no le dio lugar para que alguna de estas cosas se le
pusiese delante, para que dejara de ir antes del día con los ungüentos para
ungirle (Jn. 20, 1).
7. Y, finalmente, esta embriaguez y ansia de amor la hizo preguntar al que,
creyendo que era el hortelano, le había hurtado del sepulcro, que le dijese, si
le había él tomado, dónde le había puesto, para que ella le tomase (Jn. 20, 15);
no mirando que aquella pregunta, en libre juicio y razón, era disparate, pues
que está claro que si el otro lo había hurtado, no se lo había de decir, ni
menos se lo había de dejar tomar.
Pero esto tiene la fuerza y vehemencia de amor, que todo le parece posible y
todos le parece que andan en lo mismo que anda él; porque no cree que hay otra
cosa en que nadie se deba emplear, ni buscar sino a quien ella busca y a quien
ella ama, pareciéndole que no hay otra cosa que querer ni en qué se emplear sino
aquello, y que también todos andan en aquello. Que, por eso, cuando la Esposa
salió a buscar a su amado por las plazas y arrabales, creyendo que los demás
andaban en lo mismo, les dijo que, si lo hallasen ellos, le hablasen, diciendo
de ella que penaba de su amor (Ct. 5, 8). Tal era la fuerza del amor de esta
María, que le pareció que, si el hortelano le dijera dónde le había escondido,
fuera ella y lo tomara, aunque más le fuera defendido.
8. A este talle, pues, son las ansias de amor que va sintiendo esta alma, cuando
ya va aprovechada en esta espiritual purgación. Porque de noche se levanta, esto
es, en estas tinieblas purgativas según las afecciones de la voluntad; y con las
ansias y fuerzas que la leona u osa va a buscar sus cachorros cuando se los han
quitado y no los halla (2 Re. 17, 8; Os. 13, 8), anda herida esta alma a buscar
a su Dios, porque, como está en tinieblas, siéntese sin él, estando muriendo de
amor por él. Y éste es el amor impaciente, que no puede durar mucho el sujeto
sin recibir o morir, según el que tenía Raquel a los hijos cuando dijo a Jacob:
Dame hijos; si no, moriré (Gn. 30, 1).
9. Pero es aquí de ver cómo el alma, sintiéndose tan miserable y tan indigna de
Dios, como hace aquí en estas tinieblas purgativas, tenga tan osada y atrevida
fuerza para ir a juntarse con Dios. La causa es que, como ya el amor le va dando
fuerza con que le ame de veras, y la propiedad del amor sea quererse unir y
juntar e igualar y asimilar a la cosa amada, para perfeccionarse en el bien de
amor, de aquí es que, no estando esta alma perfeccionada en amor, por no haber
llegado a la unión, la hambre y sed que tiene de lo que le falta, que es la
unión, y las fuerzas que ya el amor ha puesto en la voluntad con que le ha hecho
apasionada, la haga ser osada y atrevida según la voluntad inflamada, aunque
según el entendimiento, por estar a oscuras y no ilustrado, se siente indigno y
se conoce miserable.
10. No quiero dejar aquí de decir la causa por que, pues esta luz divina es
siempre luz para el alma, no la da, luego que embiste en ella, luz, como lo hace
después, antes le causa las tinieblas y trabajos que habemos dicho. Algo estaba
ya dicho antes de esto, pero a este particular se responde: que las tinieblas y
los demás males que el alma siente cuando esta divina luz embiste, no son
tinieblas ni males de la luz, sino de la misma alma, y la luz le alumbra para
que las vea. De donde, desde luego le da luz esta divina luz; pero con ella no
puede ver el alma primero sino lo que tiene más cerca de sí o, por mejor decir,
en sí, que son sus tinieblas o miserias, las cuales ve ya por la misericordia de
Dios, y antes no las veía, porque no daba en ella esta luz sobrenatural. Y ésta
es la causa por que al principio no siente sino tinieblas y males; mas, después
de purgada con el conocimiento y sentimiento de ellos, tendrá ojos para que esta
luz la muestre los bienes de la luz divina; expelidas ya todas estas tinieblas e
impresiones del alma, ya parece que van pareciendo los provechos y bienes
grandes que va consiguiendo el alma en esta dichosa noche de contemplación.
11. Pues por lo dicho queda entendido cómo Dios hace merced aquí al alma de
limpiarla y curarla con esta fuerte lejía y amarga purga, según la parte
sensitiva y la espiritual, de todas las afecciones y hábitos imperfectos que en
sí tenía acerca de lo temporal y de lo natural, sensitivo y especulativo y
espiritual, oscureciéndole las potencias interiores y vaciándoselas acerca de
todo esto, y apretándole y enjugándole las afecciones sensitivas y espirituales,
y debilitándole y adelgazándole las fuerzas naturales del alma acerca de todo
ello (lo cual nunca el alma por sí misma pudiera conseguir, como luego diremos)
haciéndola Dios desfallecer en esta manera a todo lo que no es Dios
naturalmente, para irla vistiendo de nuevo, desnuda y desollada ya ella de su
antiguo pellejo. Y así, se le renueva, como al águila, su juventud (Sal. 102,
5), quedando vestida del nuevo hombre, que es criado,como dice el Apóstol (Ef.
4, 24), según Dios. Lo cual no es otra cosa sino alumbrarle el entendimiento con
la lumbre sobrenatural, de manera que de entendimiento humano se haga divino
unido con el divino; y, ni más ni menos, informarle la voluntad de amor divino,
de manera que ya no sea voluntad menos que divina, no amando menos que
divinamente, hecha y unida en uno con la divina voluntad y amor; y la memoria,
ni más ni menos: y también las afecciones y apetitos todos mudados y vueltos
según Dios divinamente. Y así, esta alma será ya alma del cielo, celestial, y
más divina que humana.
Todo lo cual, según se ha ido viendo por lo que habemos dicho, va Dios haciendo
y obrando en ella por medio de esta noche, ilustrándola e inflamándola
divinamente con ansias de solo Dios, y no de otra cosa alguna. Por lo cual, muy
justa y razonablemente añade luego el alma el tercer verso de la canción, que
dice:
¡oh dichosa ventura!
CAPÍTULO14
En que se ponen y explican los tres versos últimos de la primera canción.
1. Esta "dichosa ventura" fue por lo que dice luego en los siguientes versos,
diciendo:
salí sin ser notada estando ya mi casa sosegada,
tomando la metáfora del que, por hacer mejor su hecho, sale de su casa de noche,
a oscuras, sosegados ya los de la casa, porque ninguno se lo estorbe.
Porque, como esta alma había de salir a hacer un hecho tan heroico y tan raro,
que era unirse con su Amado divino afuera, porque el Amado no se halla sino solo
afuera, en la soledad, que por eso la Esposa le deseaba hallar solo, diciendo
(Ct. 8, 1): ¿Quién te me diese, hermano mío, que te hallase yo solo afuera y se
comunicase contigo mi amor?, conviénele al alma enamorada, para conseguir su fin
deseado, hacerlo también así, que saliese de noche, adormidos y sosegados todos
los domésticos de su casa, esto es, las operaciones bajas y pasiones y apetitos
de su alma adormidos y apagados por medio de esta noche, que son la gente de
casa, que recordada, siempre estorban el alma estos sus bienes, enemiga de que
el alma salga libre a ellos. Porque éstos son los domésticosque dice nuestro
Salvador en el Evangelio (Mt. 10, 36) que son los enemigos del hombre. Y así
convenía que las operaciones de éstos con sus movimientos estén dormidos en esta
noche, para que no impidan al alma los bienes sobrenaturales de la unión de amor
de Dios, porque durante la viveza y operación de éstos no puede ser; porque toda
su obra y movimiento natural antes estorba que ayuda a recibir los bienes
espirituales de la unión de amor, por cuanto queda corta toda habilidad natural
acerca de los bienes sobrenaturales que Dios por sólo infusión suya pone en el
alma pasiva y secretamente, en el silencio. Y así es menester que le tengan
todas las potencias y se hayan pasivamente para recibirle, no entremetiendo allí
su baja obra y vil inclinación.
2. Pero fue dichosa ventura en esta alma que Dios en esta noche le adormeciese
toda la gente doméstica de su casa, esto es, todas las potencias, pasiones,
afecciones y apetitos que viven en el alma sensitiva y espiritualmente, para que
ella, sin ser notada, esto es, sin ser impedida de estas afecciones, etc., (por
quedar ellas adormidas y mortificadas en esta noche, en que las dejaron a
oscuras para que no pudiesen notar ni sentir a su modo bajo natural, y así
impidiesen al alma el salir de sí y de la casa de la sensualidad) (llegase) a la
unión espiritual de perfecto amor de Dios.
3. ¡Oh, cuán dichosa ventura es poder el alma librarse de la casa de la
sensualidad! No se puede bien entender si no fuera, a mi ver, el alma que ha
gustado de ello; porque verá claro cuán mísera servidumbre era la que tenía y a
cuántas miserias estaba sujeta cuando lo estaba a la obra de sus potencias y
apetitos y conocerá cómo la vida del espíritu es verdadera libertad y riqueza
que trae consigo bienes inestimables, como iremos notando algunos de ellos en
las siguientes canciones, en que se verá más claro cuánta razón tenga el alma de
cantar por dichosa ventura el paso de esta horrenda noche que arriba queda
dicho.
CAPÍTULO15
Pónese la segunda canción y su declaración.
CANCIÓN 2ª
A oscuras y segura por la secreta escala, disfrazada, ¡oh dichosa ventura!, a
oscuras y en celada, estando ya mi casa sosegada.
DECLARACIÓN
1. Va el alma cantando en esta canción todavía algunas propiedades de la
oscuridad de esta noche, repitiendo la buena dicha que le vino con ellas.
Dícelas, respondiendo a cierta objeción tácita, diciendo que no se piense que,
por haber en esta noche y oscuridad pasado por tanta tormenta de angustias,
dudas, recelos y horrores, como se ha dicho, corría por eso más peligro de
perderse, porque antes en la oscuridad de esta noche se ganó; porque en ella se
libraba y escapaba sutilmente de sus contrarios, que le impedían siempre el
paso, porque en la oscuridad de la noche iba mudado el traje y disfrazada con
tres libreas y colores que después diremos, y por una escala muy secreta, que
ninguno de casa lo sabía, que, como también en su lugar notaremos, es la viva
fe, por la cual salió tan encubierta y en celada, para poder bien hacer su
hecho, que no podía dejar de ir muy segura, mayormente estando ya en esta noche
purgativa los apetitos, afecciones y pasiones, etc., de su ánima adormidos,
morticados y apagados, que son los que, estando despiertos y vivos, no se lo
consintieron. Síguese, pues, el verso, y dice así:
A oscuras y segura.
CAPÍTULO16
Pónese el primer verso y explícase cómo, yendo el alma a oscuras, va segura.
1. La oscuridad que aquí dice el alma, ya habemos dicho que es acerca de los
apetitos y potencias sensitivas, interiores y espirituales, porque todas se
oscurecen de su natural lumbre en esta noche porque, purgándose acerca de ellas,
puedan ser ilustradas acerca de lo sobrenatural. Porque los apetitos sensitivos
y espirituales están adormecidos y amortiguados sin poder gustar de cosa ni
divina ni humana; las afecciones del alma, oprimidas y apretadas, sin poderse
mover a ella ni hallar arrimo en nada; la imaginación, atada, sin poder hacer
algún discurso de bien; la memoria, acabada; el entendimiento, entenebrecido,
sin poder entender cosa, y de aquí también la voluntad seca y apretada, y todas
las potencias vacías e inútiles, y, sobre todo esto, una espesa y pesada nube
sobre el alma, que la tiene angustiada y ajenada de Dios. De esta manera a
oscuras, dice aquí el alma que iba segura.
2. La causa de esto está bien declarada; porque, ordinariamente, el alma nunca
yerra sino por sus apetitos o sus gustos, o sus discursos, o sus inteligencias,
o sus afecciones; porque de ordinario en éstas excede o falta, o varía o
desatina, o da y se inclina en lo que no conviene. De donde, impedidas todas
estas operaciones y movimientos, claro está que queda el alma segura de errar en
ellos, porque, no sólo se libra de sí, sino también de los otros enemigos, que
son mundo y demonio, los cuales apagadas las afecciones y operaciones del alma,
no le pueden hacer guerra por otra parte ni de otra manera.
3. De aquí se sigue que, cuanto el alma va más a oscuras y vacía de sus
operaciones naturales, va más segura; porque, como dice el profeta (Os. 13, 9),
la perdición al alma solamente le viene de sí misma,esto es, de sus operaciones
y apetitos interiores y sensitivos, y el bien, dice Dios, solamente de mí. Por
tanto, impedida ella así de sus males, resta que le vengan luego los bienes de
la unión de Dios en sus apetitos y potencias, en que las hará divinas y
celestiales. De donde en el tiempo de las tinieblas, si el alma mira en ello,
muy bien echará de ver cuán poco se le divierte el apetito y las potencias a
cosas inútiles y dañosas, y cuán segura está de vanagloria, soberbia y
presunción vana y falso gozo, y de otras muchas cosas. Luego, bien se sigue que,
por ir a oscuras, no sólo no va perdida, sino aun muy ganada, pues aquí va
ganando las virtudes.
4. Pero a la duda que de aquí nace luego, conviene a saber: que, pues las cosas
de Dios de suyo hacen bien al alma y la ganan y aseguran, ¿por qué en esta noche
le oscurece Dios los apetitos y potencias también acerca de estas cosas buenas,
de manera que tampoco pueda gustar de ellas, ni tratarlas como las demás, y aun
en alguna manera menos? Respóndese que entonces conviene que tampoco le quede
operación ni gusto acerca de las cosas espirituales, porque tiene las potencias
y apetitos impuros y bajos y muy naturales; y así, aunque les den el sabor y
trato a estas potencias de las cosas sobrenaturales y divinas, no le podrían
recibir sino muy baja y naturalmente, muy a su modo. Porque, como dice el
Filósofo, cualquier cosa que se recibe está en el recipiente al modo que lo
recibe.
De donde, porque estas naturales potencias no tienen pureza ni fuerza ni caudal
para poder recibir y gustar las cosas sobrenaturales al modo de ellas, que es
divino, sino sólo al suyo, que es humano y bajo, como habemos dicho, conviene
que sean oscurecidas también acerca de esto divino, porque, destetadas y
purgadas y aniquiladas en aquello primero, pierdan aquel bajo y humano modo de
recibir y obrar, y así vengan a quedar dispuestas y templadas todas estas
potencias y apetitos del alma para poder recibir, sentir y gustar lo divino y
sobrenatural alta y subidamente, lo cual no puede ser si primero no muere el
hombre viejo.
5. De aquí es que todo lo espiritual, si de arriba no viene comunicado del Padre
de las lumbres(Sant. 1, 17) sobre el albedrío y apetito humano, aunque más se
ejercite el gusto y potencias del hombre con Dios y por mucho que les parezca
los gustan, no los gustarán divina y espiritualmente, sino humana y
naturalmente, como gustan las demás cosas, porque los bienes no van del hombre a
Dios, sino vienen de Dios al hombre. Acerca de lo cual, si éste fuera lugar de
ello, pudiéramos aquí declarar cómo hay muchas personas que tienen muchos gustos
y aficiones y operaciones de sus potencias acerca de Dios o de cosas
espirituales, y por ventura pensarán ellos que aquello es sobrenatural y
espiritual, y por ventura no son más que actos y apetitos más naturales y
humanos, que, como los tienen de las demás cosas, los tienen en el mismo temple
de aquellas cosas buenas, por cierta facilidad natural que tienen en mover el
apetito y potencias a cualquier cosa.
6. Si por ventura encontráremos ocasión en lo restante, lo trataremos, diciendo
algunas señales de cuándo los movimientos y acciones interiores del alma sean
sólo naturales, y cuándo sólo espirituales, y cuándo espirituales y naturales
acerca del trato con Dios. Basta aquí saber que, para que los actos y
movimientos interiores del alma puedan venir a ser movidos por Dios divinamente,
primero han de ser oscurecidos y adormidos, asosegados naturalmente acerca de
toda su habilidad y operación hasta que desfallezcan.
7. ¡Oh, pues, alma espiritual!, cuando vieres oscurecido tu apetito, tus
aficiones secas y apretadas, e inhabilitadas tus potencias para cualquier
ejercicio interior, no te penes por eso, antes lo ten a buena dicha; pues que te
va Dios librando de ti misma, quitándote de las manos la hacienda; con las
cuales, por bien que ellas te anduviesen, no obraras tan cabal, perfecta y
seguramente, a causa de la impureza y torpeza de ellas, como ahora que, tomando
Dios la mano tuya, te guía a oscuras como a ciego, a donde y por donde tú no
sabes, ni jamás con tus ojos y pies, por bien que anduvieran, atinaras a
caminar.
8. La causa también por que el alma no sólo va segura, cuando va así a oscuras,
sino aún se va más ganando y aprovechando, es porque, comúnmente, cuando el alma
va recibiendo mejoría de nuevo y aprovechando, es por donde ella menos entiende,
antes muy de ordinario piensa que se va perdiendo, porque, como ella nunca ha
experimentado aquella novedad que le hace salir y deslumbrar y desatinar de su
primer modo de proceder, antes piensa que se va perdiendo que acertando y
ganando, como ve que se pierde acerca de lo que sabía y gustaba, y se ve ir por
donde no sabe ni gusta.
Así como el caminante que, para ir a nuevas tierras no sabidas, va por nuevos
caminos no sabidos ni experimentados, que camina no guiado por lo que sabía
antes, sino en duda y por el dicho de otros. Y claro está que éste no podría
venir a nuevas tierras, ni saber más de lo que antes sabía, si no fuera por
caminos nuevos nunca sabidos, y dejados los que sabía; ni más ni menos, el que
va sabiendo más particularidades en un oficio o arte siempre va a oscuras, no
por su saber primero, porque, si aquél no dejase atrás, nunca saldría de él ni
aprovecharía en más; así, de la misma manera, cuando el alma va aprovechando
más, va a oscuras y no sabiendo. Por tanto, siendo, como habemos dicho, Dios el
maestro y guía de este ciego del alma bien puede ella, ya que le ha venido a
entender como aquí decimos, con verdad alegrarse y decir: a oscuras y segura.
9. Otra causa también por que en estas tinieblas ha ido el alma segura es porque
iba padeciendo; porque el camino de padecer es más seguro y aun más provechoso
que el de gozar y hacer: lo uno, porque en el padecer se le añaden fuerzas de
Dios, y en el hacer y gozar ejercita el alma sus flaquezas e imperfecciones; y
lo otro, porque en el padecer se van ejercitando y ganando las virtudes y
purificando el alma y haciendo más sabia y cauta.
10. Pero aquí hay otra más principal causa por que aquí el alma a oscuras va
segura, y es de parte de la dicha luz o sabiduría oscura; porque de tal manera
la absorbe y embebe en sí esta oscura noche de contemplación y la pone tan cerca
de Dios, que la ampara y libra de todo lo que no es Dios. Porque, como está
puesta aquí en cura esta alma para que consiga su salud, que es el mismo Dios,
tiénela Su Majestad en dieta y abstinencia de todas las cosas, estragado el
apetito para todas ellas; bien así como para que sane el enfermo, que en su casa
es estimado, le tienen tan adentro guardado, que no le dejan tocar del aire ni
aun gozar de la luz, ni que sienta las pisadas, ni aun el rumor de los de casa,
y la comida muy delicada y muy por tasa, de sustancia más que de sabor.
11. Todas estas propiedades, que todas son de seguridad y guarda del alma, causa
en ella esta oscura contemplación, porque ella está puesta más cerca de Dios;
porque, cuanto el alma más a él se acerca, más oscuras tinieblas siente y más
profunda oscuridad por su flaqueza; así como el que más cerca del sol llegase,
más tinieblas y pena le causaría su grande resplandor por la flaqueza e impureza
de su ojo. De donde tan inmensa es la luz espiritual de Dios, y tanto excede al
entendimiento natural, que, cuando llega más cerca, le ciega y oscurece.
Y ésta es la causa por que en el salmo 17 (v. 12) dice David que puso Dios por
su escondrijo y cubierta las tinieblas, y su tabernáculo en rededor de sí,
tenebrosa agua en las nubes del aire.La cual agua tenebrosa en las nubes del
aire es la oscura contemplación y sabiduría divina en las almas, como vamos
diciendo; la cual ellas van sintiendo como cosa que está cerca de él, como
tabernáculo donde él mora, cuando Dios a sí la va más juntando. Y así, lo que en
Dios es luz y claridad más alta, es para el hombre tiniebla más oscura, como
dice san Pablo (1 Cor. 2, 14) según lo declara luego David en el mismo salmo
(17, 13), diciendo: Por causa del resplandor que está en su presencia, salieron
nubes y cataratas, conviene a saber, para el entendimiento natural, cuya luz,
como dice Isaías en el capítulo 5 (v. 30), obtenebrata est in caligine eius.
12. ¡Oh mísera suerte de vida, donde con tanto peligro se vive y con tanta
dificultad la verdad se conoce, pues lo más claro y verdadero nos es más oscuro
y dudoso, y por eso huimos de ello siendo lo que más nos conviene, y lo que más
luce y llena nuestro ojo lo abrazamos y vamos tras de ello, siendo lo que peor
nos está y lo que a cada paso nos hace dar de ojos! ¡En cuánto peligro y temor
vive el hombre, pues la misma lumbre de sus ojos natural, con que se ha de
guiar, es la primera que le encandila y engaña para ir a Dios, y, que si ha de
acertar a ver por dónde va, tenga necesidad de llevar cerrados los ojos y de ir
a oscuras para ir seguro de los enemigos domésticos de su casa, que son sus
sentidos y potencias!
13. Bien está, pues, el alma aquí escondida y amparada en esta agua tenebrosa,
que está cerca de Dios. Porque, así como al mismo Dios sirve de tabernáculo y
morada, le servirá, ni más ni menos, al alma de otro tanto y de amparo perfecto
y seguridad, aunque a ella en tinieblas, en que está escondida y amparada de sí
misma y de todos los daños de criaturas, como habemos dicho. Porque de los tales
se entiende lo que también David dice en otro salmo (30, 21), diciendo:
Esconderlos has en el escondrijo de tu rostro de la turbación de los hombres;
ampararlos has en tu tabernáculo de la contradicción de las lenguas, en lo cual
se entiende toda manera de amparo. Porque "estar escondidos en el rostro de Dios
de la turbación de los hombres" es estar fortalecidos en esta oscura
contemplación contra todas las ocasiones que de parte de los hombres les pueden
sobrevenir. Y "estar amparados en su tabernáculo de la contradicción de las
lenguas" es estar el alma engolfada en esta agua tenebrosa, que es el
tabernáculo que habemos dicho de David. Donde, por tener el alma todos los
apetitos y afecciones destetados y las potencias oscurecidas, está libre de
todas las imperfecciones que contradicen al espíritu, así de su misma carne como
de las demás criaturas. De donde esta alma bien puede decir que va a oscuras y
segura.
14. Hay también otra causa no menos eficaz que la pasada para acabar bien de
entender que esta tal alma va segura a oscuras, y es por la fortaleza que esta
oscura, penosa y tenebrosa agua de Dios desde luego pone en el alma. Que, en
fin, aunque es tenebrosa, es agua, y por eso no ha de dejar de reficionar y
fortalecer al alma en lo que más le conviene, aunque a oscuras y penosamente.
Porque, desde luego, ve el alma en sí una verdadera determinación y eficacia de
no hacer cosa que entienda ser ofensa de Dios, ni dejar de hacer lo que parece
cosa de su servicio; porque aquel amor oscuro se le pega con un muy vigilante
cuidado y solicitud interior de qué hará o dejará por él para contentarle,
mirando y dando mil vueltas si ha sido causa de enojarle; y todo esto con mucho
más cuidado y solicitud que antes, como arriba queda dicho en lo de las ansias
de amor. Porque aquí todos los apetitos y fuerzas y potencias del alma están
recogidas de todas las demás cosas, empleando su conato y fuerza sólo en
obsequio de su Dios.
De esta manera sale el alma de sí misma y de todas las cosas criadas a la dulce
y deleitosa unión de amor de Dios, a oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada.
CAPÍTULO17
Pónese el segundo verso y explícase cómo esta oscura contemplación sea secreta.
1. Tres propiedades conviene declarar acerca de tres vocablos que contiene el
presente verso. Las dos, conviene a saber, secreta escala, pertenecen a la noche
oscura de contemplación que vamos tratando; la tercera, conviene a saber,
disfrazada,pertenece al alma por razón del modo que lleva en esta noche.
Cuanto a lo primero, es de saber que el alma llama aquí en este verso a esta
oscura contemplación por donde ella va saliendo a la unión de amor, secreta
escala por estas dos propiedades que hay en ella, es a saber, ser secreta y ser
escala, y diremos de cada una de por sí.
2. Primeramente llama secretaa esta contemplación tenebrosa, por cuanto, según
habemos tocado arriba, ésta es la teología mística, que llaman los teólogos
sabiduría secreta, la cual dice Santo Tomás que se comunica e infunde en el alma
por amor, lo cual acaece secretamente a oscuras de la obra del entendimiento y
de las demás potencias. De donde, por cuanto las dichas potencias no la
alcanzan, sino que el Espíritu Santo la infunde y ordena en el alma, como dice
la Esposa en los Cantares (2, 4) sin ella saberlo, ni entenderlo cómo sea, se
llama secreta. Y, a la verdad, no sólo ella no lo entiende, pero nadie, ni el
mismo demonio; por cuanto el Maestro que la enseña está dentro del alma
sustancialmente, donde no puede llegar el demonio, ni el sentido natural, ni el
entendimiento.
3. Y no sólo por esto se puede llamar secreta, sino también por los efectos que
hace en el alma. Porque no solamente en las tinieblas y aprietos de la
purgación, cuando esta sabiduría de amor purga el alma, es secreta, para no
saber decir de ella el alma nada; mas también después en la iluminación, cuando
más a las claras se le comunica esta sabiduría, le es al alma tan secreta para
decir y ponerle nombre para decirla, que, demás de que ninguna gana le dé al
alma de decirla, no halla modo ni manera ni símil que le cuadre para poder
significar inteligencia tan subida y sentimiento espiritual tan delicado. Y así,
aunque más gana tuviese de decirlo, y más significaciones trajese, siempre se
quedaría secreto y por decir.
Porque, como aquella sabiduría interior es tan sencilla y tan general y
espiritual, que no entró al entendimiento envuelta ni paliada con alguna especie
o imagen sujeta al sentido, de aquí es que el sentido e imaginativa, como no
entró por ellas ni sintieron su traje y color, no saben dar razón ni imaginarla
para decir algo de ella, aunque claramente ve que entiende y gusta aquella
sabrosa y peregrina sabiduría. Bien así como el que viese una cosa nunca vista,
cuyo semejante tampoco jamás vio, que, aunque la entendiese y gustase, no le
sabría poner nombre ni decir lo que es, aunque más hiciese, y esto con ser cosa
que la percibió con los sentidos; cuánto menos se podrá manifestar lo que no
entró por ellos. Porque esto tiene el lenguaje de Dios, que por ser muy íntimo
al alma y espiritual, en que excede todo sentido, luego hace cesar y enmudecer
toda la armonía y habilidad de los sentidos exteriores e interiores.
4. De lo cual tenemos autoridad y ejemplos juntamente en la divina Escritura.
Porque la cortedad del manifestarlo y hablarlo exteriormente mostró Jeremías (1,
6), cuando, habiendo Dios hablado con él, no supo qué decir, sino: a, a, a. Y la
cortedad interior, esto es, del sentido interior de la imaginación, y juntamente
la del exterior acerca de esto, también la manifestó Moisés delante de Dios en
la zarza (Ex. 4, 10), cuando, no solamente dijo a Dios que después que hablaba
con él, no sabía ni acertaba a hablar, pero aun, según se dice en los Actos de
los Apóstoles (7, 32), con la imaginación interior no se atrevía a considerar,
pareciéndole que la imaginación estaba muy lejos y muda, no sólo para formar
algo de aquello que entendía en Dios, pero ni aun capacidad para recibir algo de
ello. De donde, por cuanto la sabiduría de esta contemplación es lenguaje de
Dios al alma de puro espíritu a espíritu puro, todo lo que es menos que
espíritu, como son los sentidos, no lo reciben, y así les es secreto y no lo
saben ni pueden decir, ni tienen gana porque no ven cómo.
5. De donde podríamos sacar la causa por que algunas personas que van por este
camino, que, por tener almas buenas y temerosas, querrían dar cuenta a quien las
rige de lo que tienen, no saben ni pueden. De aquí tienen en decirlo grande
repugnancia, mayormente cuando la contemplación es algo más sencilla, que la
misma alma apenas la siente; que sólo saben decir que el alma está satisfecha y
quieta y contenta, o decir que sienten a Dios y que les va bien, a su parecer;
mas no hay decir lo que el alma tiene ni la sacarán más que términos generales
semejantes a éstos. Otra cosa es cuando las cosas que el alma tiene son
particulares, como visiones, sentimientos, etc., las cuales, como ordinariamente
se reciben debajo de alguna especie en que participa el sentido, que entonces
debajo de aquella especie se puede, o de otra semejanza, decir. Pero este
poderlo decir ya no es en razón de pura contemplación, porque ésta es indecible,
como habemos dicho, y por eso se llama secreta.
6. Y no sólo por eso se llama y es secreta,sino porque también esta sabiduría
mística tiene propiedad de esconder al alma en sí. Porque, demás de lo
ordinario, algunas veces de tal manera absorbe al alma y sume en su abismo
secreto, que el alma echa de ver claro que está puesta alejadísima y remotísima
de toda criatura; de suerte que le parece que la colocan en una profundísima y
anchísima soledad, donde no puede llegar alguna humana criatura, como un inmenso
desierto que por ninguna parte tiene fin, tanto más deleitoso, sabroso y
amoroso, cuanto más profundo, ancho y solo, donde el alma se ve tan secreta
cuando se ve sobre toda temporal criatura levantada.
Y tanto levanta entonces y engrandece este abismo de sabiduría al alma,
metiéndola en las venas de la ciencia de amor, que le hace conocer no solamente
quedar muy baja toda condición de criatura acerca de este supremo saber y sentir
divino, sino también echar de ver cuán bajos y cortos y en alguna manera
impropios son todos los términos y vocablos con que en esta vida se trata de las
cosas divinas, y cómo es imposible, por vía y modo natural, aunque más alta y
sabiamente se hable en ellas, poder conocer ni sentir de ellas como ellas son,
sin la iluminación de esta mística teología. Y así, viendo el alma en la
iluminación de ella esta verdad, de que no se puede alcanzar y menos declarar
por términos vulgares y humanos, con razón la llama secreta.
7. Esta propiedad de ser secreta y sobre la capacidad natural esta divina
contemplación, tiénela no sólo por ser cosa sobrenatural, sino también es cuanto
es vía que guía y lleva al alma a las perfecciones de la unión de Dios; las
cuales, como son cosas no sabidas humanamente, hase de caminar a ellas
humanamente no sabiendo y divinamente ignorando. Porque, hablando místicamente,
como aquí vamos hablando, las cosas y perfecciones divinas no se conocen ni
entienden como ellas son cuando las van buscando y ejercitando, sino cuando las
tiene halladas y ejercitadas. Porque a este propósito dice el profeta Baruc (3,
31) de esta Sabiduría divina: No hay quien pueda saber, dice, sus vías, ni quien
pueda pensar sus sendas. También el profeta real de este camino del alma dice de
esta manera, hablando con Dios: Y tus ilustraciones lucieron y alumbraron a la
redondez de la tierra, conmovióse y contremió la tierra. En el mar está tu vía,
y tus sendas en muchas aguas, y tus pisadas no serán conocidas(Sal. 76, 19-20).
8. Todo lo cual, hablando espiritualmente, se entiende al propósito que vamos
hablando. Porque "alumbrar las coruscaciones de Dios a la redondez de la tierra"
es la ilustración que hace esta divina contemplación en las potencias del alma;
y "conmoverse y tremer la tierra" es la purgación penosa que en ella causa; y
decir que "la vía y camino de Dios", por donde el alma va a él, "es en el mar, y
sus pisadas en muchas aguas y que por eso no serán conocidas" es decir que este
camino de ir a Dios es tan secreto y oculto para el sentido del alma como lo es
para el del cuerpo el que se lleva por la mar, cuyas sendas y pisadas no se
conocen. Que esta propiedad tienen los pasos y pisadas que Dios va dando en las
almas que Dios quiere llegar a sí, haciéndolas grandes en la unión de su
Sabiduría, que no se conocen. Por lo cual, en el libro de Job (37, 16) se dicen,
encareciendo este negocio, estas palabras: ¿Por ventura, dice, has tú conocido
las sendas de las nubes grandes o las perfectas ciencias?;entendiendo por esto
las vías y caminos por donde Dios va engrandeciendo a las almas y
perfeccionándolas en su sabiduría, las cuales son aquí entendidas por las nubes.
Queda, pues, que esta contemplación, que va guiando al alma a Dios, es sabiduría
secreta.
CAPÍTULO18
Declárase como esta sabiduría secreta sea también escala.
1. Pero resta ahora ver lo segundo, conviene saber, cómo esta sabiduría secreta
sea también escala.Acerca de lo cual es de saber que por muchas razones podemos
llamar a esta secreta contemplación escala.
Primeramente, porque así como con la escala se sube y escalan los bienes y
tesoros y cosas que hay en las fortalezas, así también por esta secreta
contemplación, sin saberse cómo, sube el alma a escalar, conocer y poseer los
bienes y tesoros del cielo. Lo cual da bien a entender el real profeta (Sal. 83,
6-8), cuando dice: Bienaventurado el que tiene tu favor y ayuda, porque en su
corazón este tal puso sus subidas en el valle de lágrimas en el lugar que puso;
porque de esta manera el señor de la ley dará bendición, e irán de virtud en
virtud como de grado en grado, y será visto el Dios de los dioses en Sión,el
cual es el tesoro de la fortaleza de Sión, que es la bienaventuranza.
2. Podemos también llamarla escala porque, así como la escala, esos mismos pasos
que tiene para subir, los tiene también para bajar, así también esta secreta
contemplación, esas mismas comunicaciones que hace al alma, que la levanta en
Dios, la humillan en sí misma. Porque las comunicaciones que verdaderamente son
de Dios esta propiedad tienen: que de una vez levantan y humillan al alma;
porque en este camino el bajar es subir, y el subir, bajar, pues el que se
humilla es ensalzado, y el que se ensalza, humillado(Lc. 14, 11). Y, demás de
esto de que la virtud de la humildad es grandeza, para ejercitar al alma en
ella, suele Dios hacerla subir por esta escala para que baje, y hacerla bajar
para que suba, para que así se cumpla lo que dice el Sabio (Pv. 18, 12), es a
saber: Antes que el alma sea ensalzada, es humillada; y antes que sea humillada,
es ensalzada.
3. Lo cual, hablando ahora naturalmente, echará bien de ver el alma que quisiere
mirar en ello, y cómo en este camino (dejando aparte lo espiritual que no se
siente) echará de ver cuántos altos y bajos padece, y cómo tras la prosperidad
que goza, luego se sigue alguna tempestad y trabajo, tanto, que parece que le
dieron aquella bonanza para prevenirla y esforzarla para la siguiente penuria, y
cómo también, después de la miseria y tormenta, se sigue abundancia y bonanza;
de manera que le parece al alma que, para hacerla aquella fiesta, la pusieron
primero en aquella vigilia. Y éste es el ordinario estilo y ejercicio del estado
de contemplación hasta llegar al estado quieto: que nunca permanece en un
estado, sino todo es subir y bajar.
4. Y la causa de esto es que, como el estado de perfección, que consiste en
perfecto amor de Dios y desprecio de sí, no puede estar sino con estas dos
partes, que es conocimiento de Dios y de sí mismo, de necesidad ha de ser el
alma ejercitada primero en el uno y en el otro, dándole ahora a gustar lo uno
engrandeciéndola, y haciéndola ahora probar lo otro y humillándola, hasta que,
adquiridos los hábitos perfectos, cese ya el subir y bajar, habiendo ya llegado
y viéndose con Dios, que está en el fin de esta escala, en quien la escala se
arrima y estriba.
Porque esta escala de contemplación, que, como habemos dicho, se deriva de Dios,
es figurada por aquella escala que vio Jacob durmiendo, por la cual subían y
descendían ángeles de Dios al hombre y del hombre a Dios, el cual estaba
estribando en el extremo de la escala (Gn. 28, 12). Todo lo cual dice la
Escritura divina que pasaba de noche y Jacob dormido para dar a entender cuán
secreto y diferente del saber del hombre es este camino y subida para Dios. Lo
cual se ve bien, pues que, ordinariamente, lo que en él es de más provecho, que
es irse perdiendo y aniquilando a sí mismo, tiene por peor, y lo que menos vale,
que es hallar su consuelo y gusto, en que ordinariamente antes pierde que gana,
si a eso se hace, tiene por mejor.
5. Pero, hablando ahora algo más sustancialmente de esta escala de contemplación
secreta, diremos que la propiedad principal por que aquí se llama escalaes
porque la contemplación es ciencia de amor, la cual, como habemos dicho, es
noticia infusa de Dios amorosa, que juntamente va ilustrando y enamorando el
alma, hasta subirla de grado hasta Dios, su Criador, porque sólo el amor es el
que une y junta al alma con Dios.
De donde, porque más claro se vea, iremos aquí apuntando los grados de esta
divina escala, diciendo con brevedad las señales y efectos de cada uno, para que
por allí pueda conjeturar el alma en cual de ellos estará. Y así, los
distinguiremos por sus efectos, como hace san Bernardo y santo Tomás; porque
conocerlos en sí, por cuanto esta escala de amor es, como habemos dicho, tan
secreta que sólo Dios es el que la mide y pondera, no es posible por vía
natural.
CAPÍTULO19
Comienza a explicar los diez grados de la escala mística de amor divino según
San Bernardo y Santo Tomás. Pónense los cinco primeros.
1. Decimos, pues, que los grados de esta escala de amor, por donde el alma de
uno en otro va subiendo a Dios, son diez.
El primer grado de amor hace enfermar al alma provechosamente. En este grado de
amor habla la Esposa (Ct. 5, 8) cuando dice: Conjúroos, hijas de Jerusalén, que,
si encontráredes a mi Amado, le digáis que estoy enferma de amores. Pero esta
enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, porque en esta
enfermedad desfallece el alma al pecado y a todas las cosas que no son Dios, por
el mismo Dios, como David (Sal. 142, 7) testifica diciendo: Desfalleció mi
alma,esto es, acerca de todas las cosas a tu salud. Porque así como el enfermo
pierde el apetito y gusto de todos los manjares y muda de color primero, así
también en este grado de amor pierde el alma el gusto y apetito de todas las
cosas, y muda como amante el color y accidente de la vida pasada. Esta
enfermedad no cae en ella el alma si de arriba no le envían el exceso de calor,
según se da a entender por este verso de David (Sal. 67, 10), que dice: Pluviam
voluntariam segregabis, Deus, haereditati tuae, et infirmata est, etc.
Esta enfermedad y desfallecimiento a todas las cosas, que es el principio y
primer grado para ir a Dios, bien lo habemos dado a entender arriba, cuando
dijimos la aniquilación en que se ve el alma cuando comienza a entrar en esta
escala de purgación contemplativa, cuando en ninguna cosa puede hallar gusto,
arrimo, ni consuelo, ni asiento. Por lo cual, de este grado luego va comenzando
a subir al segundo grado, y es:
2. El segundo grado hace al alma buscar sin cesar. De donde, cuando la Esposa
dice que, buscándole de noche en su lecho, cuando según el primer grado de amor
estaba desfallecida, y no le halló, dijo (Ct. 3, 2): Levantarme he, y buscaré al
que ama mi alma. Lo cual, como decimos, el alma hace sin cesar, como lo aconseja
David (Sal. 104, 4), diciendo: Buscando siempre la cara de Dios, y, buscándole
en todas las cosas, en ninguna repare hasta hallarle, como la Esposa, que, en
preguntando por él a las guardas, luego pasó y las dejó (Ct. 3, 3-4). María
Magdalena ni aun en los ángeles del sepulcro reparó (Jn 20, 14).
Aquí, en este grado, tan solícita anda el alma, que en todas las cosas busca al
Amado; en todo cuanto piensa, luego piensa en el Amado; en cuanto habla, en
cuantos negocios se ofrecen, luego es hablar y tratar del Amado; cuando come,
cuando duerme, cuando vela, cuando hace cualquier cosa, todo su cuidado es en el
Amado, según arriba queda dicho en las ansias de amor.
Aquí, como va ya el alma convaleciendo y cobrando fuerzas en el amor de este
segundo grado, luego comienza a subir al tercero por medio de algún grado de
nueva purgación en la noche, como después diremos, el cual hace en el alma los
efectos siguientes.
3. El tercer grado de la escala amorosa es el que hace al alma obrar y la pone
calor para no faltar. De esto dice el Real Profeta (Sal. 111, 1) que:
Bienaventurado el varón que teme al Señor, porque sus mandamientos codicia obrar
mucho. Donde, si el temor, por ser hijo del amor, le hace esta obra de codicia,
¿qué hará el mismo amor? En este grado las obras grandes por el Amado tiene por
pequeñas, las muchas por pocas, el largo tiempo en que le sirve por corto, por
el incendio de amor que ya va ardiendo. Como a Jacob, que, con haberle hecho
servir siete años sobre otros siete, le parecían pocos por la grandeza del amor
(Gn. 29, 20). Pues si el amor con Jacob, con ser de criatura, tanto podía, ¿qué
podrá el del Criador cuando en este tercer grado se apodera del alma?
Tiene el alma aquí, por el grande amor que tiene a Dios, grandes lástimas y
penas de lo poco que hace por Dios; y, si le fuese lícito deshacerse mil veces
por él, estaría consolada. Por eso se tiene por inútil en todo cuanto hace, y le
parece vive de balde.
Hácele aquí otro efecto admirable, y es que se tiene por más mala
averiguadamente para consigo que todas las otras almas: lo uno, porque le va el
amor enseñando lo que merece Dios; y lo otro, porque, como las obras que aquí
hace por Dios son muchas, y todas las conoce por faltas e imperfectas, de todas
saca confusión y pena, conociendo tan baja manera de obrar por un tan alto
Señor. En este tercer grado, muy lejos va el alma de tener vanagloria o
presunción y de condenar a los otros. Estos solícitos efectos causa en el alma,
con otros muchos a este talle, este tercer grado; y por eso en él cobra ánimo y
fuerzas para subir hasta el cuarto, que es el que sigue.
4. El cuarto grado de esta escala de amor es en el cual se causa en el alma, por
razón del Amado, un ordinario sufrir sin fatigarse. Porque, como dice san
Agustín, todas las cosas grandes, graves y pesadas, casi ningunas las hace el
amor. En este grado hablaba la Esposa (Ct. 8, 6), cuando, deseando ya verse en
el último dijo al Esposo: Ponme como señal en tu corazón, como señal en tu
brazo; porque la dilección, esto es, el acto y obra de amor, es fuerte como la
muerte, y dura emulación y porfía como el infierno.El espíritu aquí tiene tanta
fuerza, que tiene tan sujeta a la carne y la tiene tan en poco como el árbol a
una de sus hojas. En ninguna manera aquí el alma busca su consuelo ni gusto, ni
en Dios ni en otra cosa, ni anda deseando ni pretendiendo pedir mercedes a Dios,
porque ve claro que hartas las tiene hechas, y queda todo su cuidado en cómo
podrá dar algún gusto a Dios y servirle algo por lo que él merece y de él tiene
recibido, aunque fuese muy a su costa. Dice en su corazón y espíritu: ¡Ay, Dios
y Señor mío, cuán muchos hay que andan a buscar en ti consuelo y gusto y a que
les concedas mercedes y dones, mas los que a ti pretenden dar gusto y darte algo
a su costa, pospuesto su particular, son muy pocos. Porque no está la falta,
Dios mío, en no nos querer tú hacer mercedes de nuevo, sino en no emplear
nosotros las recibidas sólo en tu servicio, para obligarte a que nos las hagas
de continuo!
Harto levantado es este grado de amor, porque, como aquí el alma con tan
verdadero amor se anda siempre tras Dios con espíritu de padecer por él, dale Su
Majestad muchas veces y muy de ordinario el gozar, visitándola en espíritu
sabrosa y deleitablemente, porque el inmenso amor del Verbo Cristo no puede
sufrir penas de su amante sin acudirle. Lo cual por Jeremías (2, 2) lo afirma
él, diciendo: Acordádome he de ti, apiadándome de tu adolescencia y ternura
cuando me seguiste en el desierto. Hablando espiritualmente es el desarrimo que
aquí interiormente trae el alma de toda criatura, no parando ni quietándose en
nada. Este cuarto grado inflama de manera al alma y la enciende tal deseo de
Dios, que la hace subir al quinto, el cual es el que se sigue.
5. El quinto grado de la escala de amor hace al alma apetecer y codiciar a Dios
impacientemente. En este grado el amante tanta es la vehemencia que tiene por
comprehender al Amado y unirse con él, que toda dilación, por mínima que sea, se
le hace muy larga, molesta y pesada, y siempre piensa que halla al Amado; y
cuando se ve frustrado su deseo, lo cual es casi a cada paso, desfallece en su
codicia, según hablando en este grado lo dice el Salmista (Sal. 83, 2),
diciendo: Codicia y desfallece mi alma a las moradas del Señor.En este grado el
amante no puede dejar de ver lo que ama o morir; en el cual Raquel, por la gran
codicia que tenía a los hijos, dijo a Jacob su esposo: Dame hijos; si no, yo
moriré (Gn. 30, 1). Padecen aquí hambre como canes y cercan y rodean la ciudad
de Dios(Sal. 58, 7). En este hambriento grado se ceba el alma en amor, porque
según la hambre es la hartura. De manera que de aquí puede subir al sexto grado,
que hace los efectos que se siguen.
CAPÍTULO20
Pónense los otros cinco grados de amor.
1. El sexto grado hace correr al alma ligeramente a Dios y dar muchos toques en
él, y sin desfallecer corre por la esperanza, que aquí el amor (que) la ha
fortificado la hace volar ligero. En el cual grado también dice el profeta
Isaías: Los santos que esperan en Dios mudarán la fortaleza, tomarán alas como
de águila y volarán y no desfallecerán (Is. 40, 31), como hacían en el grado
quinto. A este grado pertenece también aquello del salmo (41, 2): Así como el
ciervo desea las aguas, mi alma desea a ti, Dios; porque el ciervo en la sed con
gran ligereza corre a las aguas. La causa de esta ligereza en amor que tiene el
alma en este grado es por estar ya muy dilatada la caridad en ella, por estar
aquí el alma poco menos que purificada del todo, como se dice también en el
salmo (58, 5), es a saber: Sine iniquitate cucurri; y en otro salmo (118, 32):
El camino de tus mandamientos corrí cuando dilataste mi corazón.Y así, de este
sexto grado se pone luego en el séptimo, que es el que sigue.
2. El séptimo grado de esta escala hace atrever al alma con vehemencia. Aquí el
amor ni se aprovecha del juicio para esperar, ni usa de consejo para se retirar,
ni con vergüenza se puede enfrenar, porque el favor, que ya Dios aquí hace al
alma, la hace atrever con vehemencia. De donde se sigue lo que dice el Apóstol
(1 Cor. 13, 7), y es: La caridad todo lo cree, todo lo espera y todo lo puede.De
este grado habló Moisés (Ex. 32, 31-32), cuando dijo a Dios que perdonase al
pueblo, y, si no, que le borrase a él del libro de la vida en que le había
escrito. Estos alcanzan de Dios lo que con gusto le piden. De donde dice David
(Sal. 36, 4): Deléitate en Dios, y darte ha las peticiones de tu corazón.En este
grado se atrevió la Esposa (Ct. 1, 1) y dijo: Osculetur me osculo oris sui. A
este grado no le es lícito al alma atreverse, si no sintiere el favor interior
del cetro del rey inclinado para ella (Est. 6, 11), porque por ventura no caiga
de los demás grados que hasta allí ha subido, en los cuales siempre se ha de
conservar en humildad. De esta osadía y mano, que Dios la da al alma en este
séptimo grado para atreverse a Dios con vehemencia de amor, se sigue el octavo,
que es hacer ella presa en el Amado y unirse con él, según se sigue.
3. El octavo grado de amor hace al alma asir y apretar sin soltar, según la
Esposa dice (Ct. 3, 4) en esta manera: Hallé al que ama mi corazón y ánima, y
túvele, y no le soltaré. En este grado de unión satisface el alma su deseo, mas
no de continuo, porque algunos llegan a poner el pie y luego lo vuelven a
quitar; porque si durase, sería cierta gloria en esta vida, y así muy pocos
espacios causa el alma en él. Al profeta Daniel (10, 11), por ser varón de
deseos, se le mandó de parte de Dios que permaneciese en este grado, diciéndole:
Daniel, está sobre tu grado, porque eres varón de deseos.De este grado se sigue
el nono, que es ya el de los perfectos, como diremos después, que es el que se
sigue.
4. El nono grado de amor hace arder al alma con suavidad. Este grado es el de
los perfectos, los cuales arden ya en Dios suavemente, porque este ardor suave y
deleitoso les causa el Espíritu Santo por razón de la unión que tienen con Dios.
Por esto dice san Gregorio de los Apóstoles que, cuando el Espíritu Santo
visiblemente vino sobre ellos, que interiormente ardieron por amor suavemente.
De los bienes y riquezas de Dios que el alma goza en este grado, no se puede
hablar; porque, si de ello escribiesen muchos libros, quedaría lo más por decir.
Del cual, por esto y porque después diremos alguna cosa, aquí no digo más sino
que de éste se sigue el décimo y el último grado de esta escala de amor, que ya
no es de esta vida.
5. El décimo y último grado de esta escala secreta de amor hace el alma
asimilarse totalmente a Dios, por razón de la clara visión de Dios que luego
posee inmediatamente el alma, que, habiendo llegado en esta vida al nono grado,
sale de la carne. Porque éstos, pocos que son, por cuanto ya por el amor están
purgadísimos, no entran en el purgatario. De donde san Mateo (5, 8), dice: Beati
mundo corde, quoniam ipsi Deum videbunt, etc. Y, como decimos, esta visión es la
causa de la similitud total del alma con Dios, porque así lo dice san Juan (1
Jn. 3, 2), diciendo: Sabemos que seremos semejantes a él, no porque el alma se
hará tan capaz como Dios, porque eso es imposible, sino porque todo lo que ella
es se hará semejante a Dios; por lo cual se llamará, y lo será, Dios por
participación.
6. Esta es la escala secretaque aquí dice el alma, aunque ya en estos grados de
arriba no es muy secreta para el alma, porque mucho se le descubre el amor por
los grandes efectos que en ella hace. Mas en este último grado de clara visión,
que es lo último de la escala donde estriba Dios, como ya dijimos, ya no hay
cosa para el alma encubierta, por razón de la total asimilación; de donde
nuestro Salvador (Jn. 16, 23) dice: En aquel día ninguna cosa me
preguntaréis,etc. Pero hasta este día todavía, aunque el alma más alta vaya, le
queda algo encubierto, y tanto cuanto le falta para la asimilación total con la
divina esencia.
De esta manera, por esta teología mística y amor secreto, se va el alma saliendo
de todas las cosas y de sí misma y subiendo a Dios. Porque el amor es asimilado
al fuego, que siempre sube hacia arriba, con apetito de engolfarse en el centro
de su esfera.
CAPÍTULO21
Declárase esta palabra "disfrazada", y dícense los colores del disfraz del alma
en esta noche.
1. Resta, pues, ahora saber, después que habemos declarado las causas por que el
alma llamaba a esta contemplación secreta escala, acerca de la tercera palabra
del verso, conviene a saber disfrazada,por qué causa también dice el alma que
ella salió por esta secreta escala disfrazada.
2. Para inteligencia de esto conviene saber que disfrazarse no es otra cosa que
disimularse y encubrirse debajo de otro traje y figura que de suyo tenía: ahora
por debajo de aquella forma y traje, mostrar de fuera la voluntad y pretensión
que en el corazón tiene para ganar la gracia y voluntad de quien bien quiere;
ahora también para encubrirse de sus émulos, y así poder hacer mejor su hecho. Y
entonces aquellos trajes y librea toma que más represente y signifique la
afección de su corazón, y con que mejor se pueda acerca de los contrarios
disimular.
3. El alma, pues, aquí tocada del amor del Esposo Cristo, pretendiendo caerle en
gracia y ganarle la voluntad, aquí sale disfrazada con aquel disfraz que más al
vivo represente las afecciones de su espíritu y con que más segura vaya de los
adversarios suyos y enemigos, que son: demonio, mundo y carne. Y así, la librea
que lleva es de tres colores principales, que son blanco, verde y colorado, por
los cuales son denotadas las tres virtudes teologales, que son: fe, esperanza y
caridad, con las cuales no solamente ganará la gracia y voluntad de su Amado,
pero irá muy amparada y segura de sus tres enemigos. Porque la fe es una túnica
interior de una blancura tan levantada, que disgrega la vista de todo
entendimiento. Y así, yendo el alma vestida de fe, no ve ni atina el demonio a
empecerla, porque con la fe va muy amparada, más que con todas las demás
virtudes, contra el demonio, que es el más fuerte y astuto enemigo.
4. Que, por eso, san Pedro (1 Pe. 5, 9) no halló otro mayor amparo que ella para
librarse de él, cuando dijo: Cui resistite fortes in fide. Y para conseguir la
gracia y unión del Amado no puede el alma haber mejor túnica y camisa interior,
para fundamento y principio de las demás vestiduras de virtudes, que esta
blancura de fe, porque sin ella, como dice el Apóstol (Heb. 11, 6), imposible es
agradar a Dios, y con ella es imposible dejarle de agradar, pues él mismo dice
por el profeta Oseas (2, 20): Desponsabo te mihi in fide.Que es como decir: Si
te quieres, alma, unir y desposar conmigo, has de venir interiormente vestida de
fe.
5. Esta blancura de fe llevaba el alma en la salida de esta noche oscura, cuando
caminando, como habemos dicho arriba, en tinieblas y aprietos interiores, no
dándole su entendimiento algún alivio de luz, ni de arriba, pues le parecía el
cielo cerrado y Dios escondido, ni de abajo, pues los que la enseñaban no le
satisfacían, sufrió con constancia y perseveró, pasando por aquellos trabajos
sin desfallecer y faltar al Amado; el cual en los trabajos y tribulaciones
prueba la fe de su Esposa, de manera que pueda ella después con verdad decir
aquel dicho de David (Sal. 16, 4), es a saber: Por las palabras de tus labios yo
guardé caminos duros.
6. Luego, sobre esta túnica blanca de fe se sobrepone aquí el alma el segundo
color, que es una almilla de verde, por el cual, como dijimos, es significada la
virtud de la esperanza; con la cual, cuanto a lo primero, el alma se libra y
ampara del segundo enemigo, que es el mundo. Porque esta verdura de esperanza
viva en Dios da al alma una tal viveza y animosidad y levantamiento a las cosas
de la vida eterna, que, en comparación de lo que allí espera, todo lo del mundo
le parece, como es la verdad, seco y lacio y muerto, de ningún valor. Y aquí se
despoja y desnuda de todas estas vestiduras y traje del mundo, no poniendo su
corazón en nada, ni esperando nada de lo que hay o ha de haber en él, viviendo
solamente vestida de esperanza de vida eterna. Por lo cual, teniendo el corazón
tan levantado del mundo, no sólo no le puede tocar y asir el corazón, pero ni
alcanzarle de vista.
7. Y así, con esta verde librea y disfraz va el alma muy segura de este segundo
enemigo del mundo. Porque a la esperanza llama san Pablo (1 Tes. 5, 8) yelmo de
salud, que es una arma que ampara toda la cabeza y la cubre de manera que no la
queda descubierto sino una visera por donde ver. Y eso tiene la esperanza, que
todos los sentidos de la cabeza del alma cubre, de manera que no se engolfan en
cosa ninguna del mundo, ni les quede por donde les pueda herir alguna saeta del
siglo. Sólo le deja una visera para que el ojo pueda mirar hacia arriba, y no
más, que es el oficio que de ordinario hace la esperanza en el alma, que es
levantar los ojos a mirar a Dios, como dice David (Sal. 24, 15) que hacía en él
cuando dijo: Oculi mei semper ad Dominum, no esperando bien ninguno de otra
parte, sino, como él mismo en otro salmo (122, 2) dice: Que así como los ojos de
la sierva están en las manos de su señora puestos, así los nuestros en Nuestro
Señor Dios, hasta que se apiade de nosotros, esperando en él.
8. Por esta causa, (es) esta librea verde, porque siempre está mirando a Dios y
no pone los ojos en otra cosa ni se paga sino sólo de él; se agrada tanto el
Amado del alma, que es verdad decir que tanto alcanza de él cuanto ella de él
espera. Que por eso el Esposo en los Cantares (4, 9) le dice a ella, que en solo
el mirar de un ojo le llagó el corazón. Sin esta librea verde de sólo esperanza
de Dios no le convenía al alma salir a esta pretensión de amor, porque no
alcanzara nada, por cuanto la que mueve y vence es la esperanza porfiada.
9. De esta librea de esperanza va disfrazada el alma por esta oscura y secreta
noche que habemos dicho, pues que va tan vacía de toda posesión y arrimo, que no
lleva los ojos en otra cosa ni el cuidado si no es en Dios, poniendo en el polvo
su boca si por ventura hubiere esperanza,como entonces alegamos de Jeremías (Lm.
3, 29).
10. Sobre el blanco y verde, para el remate y perfección de este disfraz y
librea, lleva el alma aquí el tercer color, que es una excelente toga colorada,
por la cual es denotada la tercera virtud, que es caridad, con la cual no
solamente da gracia a las otras dos colores, pero hace levantar tanto al alma de
punto, que la pone cerca de Dios tan hermosa y agradable, que se atreve ella a
decir: Aunque soy morena, ¡oh hijas de Jerusalén!, soy hermosa; y por eso me ha
amado el rey, y metídome en su lecho (Ct. 1, 4).
Con esta librea de caridad, que es ya la del amor, que en el Amado hace más
amor, no sólo se ampara y encubre el alma del tercer enemigo, que es la carne
(porque donde hay verdadero amor de Dios, no entrará amor de sí ni de sus
cosas), pero aun hace válidas a las demás virtudes, dándoles vigor y fuerza para
amparar al alma, y gracia y donaire para agradar al Amado con ellas, porque sin
caridad ninguna virtud es graciosa delante de Dios; porque ésta es la púrpura
que se dice en los Cantares (3, 10), sobre que se recuesta Dios, viéndose en el
alma. De esta librea colorada va el alma vestida, cuando, como arriba queda
declarado en la primera canción, en la noche oscura sale de sí y de todas las
cosas criadas, con ansias en amores inflamada, por esta secreta escala de
contemplación, a la perfecta unión de amor de Dios, su amada salud.
11. Este, pues, es el disfraz que el alma dice que lleva en la noche de fe por
esta secreta escala, y éstas son las tres colores de él; las cuales son una
acomodadísima disposición para unirse el alma con Dios según sus tres potencias,
que son: entendimiento, memoria y voluntad.
Porque la fe oscurece y vacía al entendimiento de toda su inteligencia y en esto
le dispone para unirle con la Sabiduría divina.
Y la esperanza vacía y aparta la memoria de toda la posesión de criatura,
porque, como dice san Pablo (Rm. 8, 24), la esperanza es de lo que no se posee,
y así aparta la memoria de lo que se puede poseer, y pónela en lo que espera. Y
por esto la esperanza de Dios sola dispone la memoria puramente para unirla con
Dios.
La caridad, ni más ni menos, vacía y aniquila las afecciones y apetitos de la
voluntad de cualquiera cosa que no es Dios, y sólo se los pone en él; y así esta
virtud dispone esta potencia y la une con Dios por amor. Y así, porque estas
virtudes tienen por oficio apartar al alma de todo lo que es menos que Dios, le
tienen consiguientemente de juntarla con Dios.
12. Y así, sin caminar a las veras con el traje de estas tres virtudes, es
imposible llegar a la perfección de unión con Dios por amor. De donde, para
alcanzar el alma lo que pretendía, que era esta amorosa y deleitosa unión con su
Amado, muy necesario y conveniente traje y disfraz fue este que tomó aquí el
alma. Y también atinársele a vestir y perseverar con él hasta conseguir
pretensión y fin tan deseado como era la unión de amor, fue gran ventura, y por
eso nos lo dice este verso:
¡Oh dichosa ventura!
CAPÍTULO22
Explícase el tercer verso de la segunda canción.
1. Bien claro está que le fue dichosa ventura al alma salir con una tal empresa,
como ésta su salida fue; en la cual se libró del demonio y del mundo y de su
misma sensualidad, como habemos dicho, y, alcanzado la libertad dichosa y
deseada de todos, del espíritu, salió de lo bajo a lo alto, de terrestre se hizo
celestial, y de humana, divina, viniendo a tener su conversación en los
cielos(Fil. 3, 20), como acaece en este estado de perfección al alma, como en lo
restante se irá diciendo, aunque ya con alguna más brevedad.
2. Porque lo que era de más importancia, y por lo que yo principalmente me puse
en esto, que fue declarar esta noche a muchas almas que, pasando por ella,
estaban de ella ignorantes, como en el prólogo se dice, está ya medianamente
declarado, y dado a entender, aunque harto menos de lo que ello es: cuántos sean
los bienes que consigo trae al alma, y cuán dichosa venturale sea al que por
ella va, para que, cuando se espantaren con el horror de tantos trabajos, se
animen con la cierta esperanza de tantos y tan aventajados bienes de Dios como
en ella se alcanzan.
También, demás de esto, le fue dichosa ventura al alma por lo que dice luego en
el verso siguiente, es a saber:
A oscuras y en celada.
CAPÍTULO23
Declárase el cuarto verso. Dice el admirable escondrijo en que es puesta el alma
en esta noche, y cómo, aunque el demonio tiene entrada en otros muy altos no en
éste.
1. En celada es tanto como decir: escondido o encubierto. Y así, lo que aquí
dice el alma, conviene a saber, que a oscuras y en celada salió, es más
cumplidamente dar entender la gran seguridad que ha dicho en el primer verso de
esta canción que lleva por medio de esta oscura contemplación en el camino de la
unión de amor de Dios. Decir, pues, el alma a oscuras y en celada,es decir que,
por cuanto iba a oscuras de la manera dicha, iba encubierta y escondida del
demonio y de sus cautelas y asechanzas.
2. La causa por que el alma en la oscuridad de esta contemplación va libre y
escondida de las asechanzas del demonio, es porque la contemplación infusa, que
aquí lleva, se infunde pasiva y secretamente en el alma a excusas de los
sentidos y potencias interiores y exteriores de la parte sensitiva. Y de aquí es
que no sólo del impedimento, que con su natural flaqueza le pueden ser estas
potencias, va escondida y libre, sino también del demonio, el cual, si no es por
medio de estas potencias de la parte sensitiva, no puede alcanzar ni conocer lo
que hay en el alma, ni lo que en ella pasa. De donde, cuanto la comunicación es
más espiritual, interior y remota de los sentidos, tanto menos el demonio
alcanza a entenderla.
3. Y así, es mucho lo que importa para la seguridad del alma que el trato
interior con Dios sea de manera que sus mismos sentidos de la parte inferior
queden a oscuras y ayunos de ello y no lo alcancen: lo uno, porque haya lugar
que la comunicación espiritual sea más abundante, no impidiendo la flaqueza de
la parte sensitiva la libertad del espíritu; lo otro, porque, como decimos, va
más segura, no alcanzando el demonio tan adentro. De donde podemos entender a
este propósito aquella autoridad de nuestro Salvador (Mt. 6, 3), hablando
espiritualmente, conviene a saber: No sepa tu siniestra lo que hace tu diestra,
que es como si dijera: Lo que pasa en la parte diestra, que es la superior y
espiritual del alma, no lo sepa (la siniestra), esto es, sea de manera que la
porción inferior de tu alma, que es la parte sensitiva, no lo alcance; sea sólo
secreto entre el espíritu y Dios.
4. Bien es verdad que muchas veces, cuando hay en el alma y pasan estas
comunicaciones espirituales muy interiores y secretas, aunque el demonio no
alcance cuáles y cómo sean, por la gran pausa y silencio que causan algunas de
ellas en los sentidos y potencias de la parte sensitiva, por aquí hecha de ver
que las hay y que recibe el alma algún bien. Y entonces, como ve que no puede
alcanzar a contradecirlas al fondo del alma, hace cuanto puede por alborotar y
turbar la parte sensitiva, que es donde alcanza, ahora con dolores, ahora con
horrores y miedos, con intento de desquietar y turbar por este medio a la parte
superior y espiritual del alma, acerca de aquel bien que entonces recibe y goza.
Pero muchas veces, cuando la comunicación de la tal contemplación tiene su puro
embestimiento en el espíritu y hace fuerza en él, no le aprovecha al demonio su
diligencia para desquietarle, antes el alma entonces recibe nuevo provecho y
mayor y más segura paz. Porque, en sintiendo la turbadora presencia del enemigo,
¡cosa admirable!, que, sin saber cómo es aquello y sin ella hacer nada de su
parte, se entra ella más adentro del fondo interior, sintiendo ella muy bien que
se pone en cierto refugio, donde se ve estar más alejada del enemigo y
escondida, y allí aumentársele la paz y el gozo que el demonio le pretendía
quitar. Y entonces todo aquel temor le cae por defuera, sintiéndolo ella
claramente y holgándose de verse tan a lo seguro gozar de aquella quieta paz y
sabor del Esposo escondido, que ni mundo ni demonio puede dar ni quitar,
sintiendo allí el alma la verdad de lo que la Esposa a este propósito dice en
los Cantares (3, 7-8), es a saber: Mirad que al lecho de Salomón cercan sesenta
fuertes, etc., por los temores de la noche. Y esta fortaleza y paz siente,
aunque muchas veces siente atormentar la carne y los huesos por defuera.
5. Otras veces, cuando la comunicación espiritual no comunica mucho en el
espíritu, sino que participa en el sentido, con más facilidad alcanza el demonio
a turbar el espíritu y alborotarle por medio del sentido con estos horrores. Y
entonces es grande el tormento y pena que causa en el espíritu, y algunas veces
más de lo que se puede decir; porque, como va de espíritu a espíritu
desnudamente, es intolerable el horror que causa el malo en el bueno, digo en el
del ánima, cuando le alcanza su alboroto. Lo cual también da a entender la
Esposa en los Cantares (6, 10), cuando dice haberle a ella acaecido así al
tiempo que quería descender al interior recogimiento a gozar de estos bienes,
diciendo: Descendí al huerto de las nueces para ver las manzanas de los valles y
si había florecido la viña; no supe; conturbóme mi alma por las cuadrigas, esto
es, por los carros y estruendos de Aminadab, que es el demonio.
6. Otras veces acaece, y esto cuando es por medio del ángel bueno, que algunas
veces el demonio echa de ver alguna merced que Dios quiere hacer al alma. Porque
las que son por este medio del ángel bueno, ordinariamente permite Dios que las
entienda el adversario: lo uno, para que haga contra ellas lo que pudiere según
la proporción de la justicia, y así no pueda alegar el demonio de su derecho,
diciendo que no le dan lugar para conquistar al alma, como hizo de Job (1, 9-11;
2, 4-8); lo cual sería si no dejase Dios lugar a que hubiese cierta paridad en
los dos guerreros, conviene a saber, el ángel bueno y el malo, acerca del alma,
y así la victoria de cualquiera sea más estimada, y el alma victoriosa y fiel en
la tentación sea más premiada.
7. Donde nos conviene notar que ésta es la causa por que, a la misma medida y
modo que va Dios llevando al alma y habiéndose con ella, da licencia al demonio
para que de esa misma manera se haya él con ella: que, si tiene visiones
verdaderas por medio del ángel bueno (que ordinariamente son por este medio,
aunque se muestre Cristo, porque él en su misma persona casi nunca parece),
también da Dios licencia al ángel malo para que en aquel mismo género se las
pueda representar falsas, de manera que, según son de aparentes, el alma que no
es cauta fácilmente puede ser engañada, como muchas de esta manera lo han sido.
De lo cual hay figura en el Exodo (7, 11-12; 8, 7), donde se dice que, todas las
señales que hacía Moisés verdaderas, hacían también los mágicos de Faraón
aparentes; que, si él sacaba ranas, ellos también las sacaban; si él volvía el
agua en sangre, ellos también la volvían.
8. Y no sólo en este género de visiones corporales imita, sino también en las
espirituales comunicaciones, cuando son por medio del ángel, alcanzándolas a
ver, como decimos, porque, como dice Job (41, 25): Omne sublime videt, imita y
se entremete. Aunque en éstas, como son sin forma y figura (porque de razón del
espíritu es no tenerla), no las puede él imitar y formar como las otras que
debajo de alguna especie o figura se representan. Y así, para impugnarla, al
mismo modo que el alma es visitada, represéntala su temor espiritual para
impugnar y destruir espiritual con espiritual.
Cuando esto acaece así, al tiempo que el ángel bueno va a comunicar al alma la
espiritual contemplación, no puede el alma ponerse tan presto en lo escondido y
celada de la contemplación que no sea notada del demonio y la alcance de vista
con algún horror y turbación espiritual, a veces harto penosa para el alma.
Entonces algunas veces se puede el alma despedir presto, sin que haya lugar de
hacer en ella impresión en el dicho horror del espíritu malo, y se recoge dentro
de sí, favorecida para esto de la eficaz merced espiritual que el ángel bueno
entonces le hace.
9. Otras veces prevalece el demonio y comprehende al alma la turbación y el
horror, lo cual es al alma de mayor pena que ningún tormento de esta vida le
podría ser; porque, como esta horrenda comunicación va de espíritu a espíritu,
algo desnuda y claramente de todo lo que es cuerpo, es penosa sobre todo
sentido; y dura esto algún tanto en el espíritu, no mucho, porque saldría el
espíritu de las carnes con la vehemente comunicación del otro espíritu; después
queda la memoria que basta para dar gran pena.
10. Todo esto que habemos dicho pasa en el alma pasivamente, sin ser ella parte
en hacer y deshacer acerca de ello. Pero es aquí de saber que, cuando el ángel
bueno permite al demonio esta ventaja de alcanzar al alma con este espiritual
horror, hácelo para purificarla y disponerla con esta vigilia espiritual para
alguna gran fiesta y merced espiritual: que le quiere hacer el que nunca
mortifica sino para dar vida, ni humilla sino para ensalzar (1 Re. 2, 6-7). Lo
cual acaece de allí a poco, que el alma, conforme a la purgación tenebrosa y
horrible que padeció, goza de admirable y sabrosa contemplación espiritual, a
veces tan subida, que no hay lenguaje para ella; pero sutilizóla mucho el
espíritu para poder recibir este bien el antecedente horror del espíritu malo;
porque estas visiones espirituales más son de la otra vida que de ésta, y,
cuando se ve una, dispone para otra.
11. Lo dicho se entiende acerca de cuando visita Dios al alma por medio del
ángel bueno, en lo cual no va ella, según se ha dicho, totalmente tan a oscuras
y en celada, que no le alcance algo el enemigo. Pero cuando Dios por sí mismo la
visita, entonces se verifica bien el dicho verso, porque totalmente a oscuras y
en celada del enemigo recibe las mercedes espirituales de Dios. La causa es
porque como Su Majestad mora sustancialmente en el alma, donde ni ángel ni
demonio puede llegar a entender lo que pasa, no puede conocer las íntimas y
secretas comunicaciones que entre ella y Dios allí pasan. Estas, por cuanto las
hace el Señor por sí mismo, totalmente son divinas y soberanas, porque todos son
toques sustanciales de divina unión entre el alma y Dios, en uno de los cuales,
por ser éste el más alto grado de oración que hay, recibe el alma mayor bien que
en todo el resto.
12. Porque éstos son los toques que ella le entró pidiendo en los Cantares (1,
1), diciendo: Osculetur me osculo oris sui, etc. Que por ser cosa que tan a lo
justo pasa con Dios, donde el alma con tantas ansias codicia llegar, estima y
codicia un toque de esta Divinidad más que todas las demás mercedes que Dios le
hace. Por lo cual, después que en los dichos Cantares le había hecho muchas, que
ella allí ha contado, no hallándose satisfecha, dice, pidiendo estos toques
divinos: ¿Quién te me dará hermano mío, que te hallase yo sola afuera mamando de
los pechos de mi madre, porque con la boca de mi alma te besase, y así no me
despreciase ni se me atreviese ninguno?(8, 1). Dando a entender por esto que,
siendo la comunicación que Dios le hiciese para sí sólo, como vamos diciendo,
afuera y a excusa de todas las criaturas, que esto quiere decir "solo y afuera
mamando", esto es, enjugando y apagando los pechos de los apetitos y afecciones
de la parte sensitiva (lo cual es cuando ya con libertad de espíritu, sin que la
parte sensitiva alcance a impedirlo, ni el demonio por medio de ella a
contradecirlo, goza el alma en sabor y paz íntima estos bienes), que entonces no
se le atrevería el demonio, porque no lo alcanzaría, ni podrá llegar a entender
estos divinos toques en la sustancia del alma en la amorosa sustancia de Dios.
13. A este bien ninguno llega si no es por íntima purgación y desnudez y
escondrijo espiritual de todo lo que es criatura. Lo cual a oscuras, como
largamente habemos dicho atrás y decimos acerca de este verso en celaday
escondido; en el cual escondido, como ahora habemos dicho, se va confirmando el
alma en la unión con Dios por amor. Y, por eso lo canta ella en el dicho verso,
diciendo: a oscuras y en celada.
14. Cuando acaece que aquellas mercedes se le hacen al alma en celada, que es
sólo, como habemos dicho, en espíritu, suele en algunas de ellas el alma verse
sin saber cómo es aquello, tan apartada y alejada según la parte espiritual y
superior de la porción inferior y sensitiva, que conoce en sí dos partes tan
distintas entre sí, que le parece no tiene que ver la una con la otra,
pareciéndole que está muy remota y apartada de la una. Y la verdad, en cierta
manera así lo está; porque según la operación, que entonces es toda espiritual,
no comunica en la parte sensitiva. De esta suerte se va haciendo el alma toda
espiritual; en estos escondrijos de contemplación unitiva se le acaban por sus
términos de quitar las pasiones y apetitos espirituales en mucho grado. Y así,
hablando de la porción superior del alma, dice luego este último verso:
Estando ya mi casa sosegada.
CAPÍTULO24
Acábase de explicar la segunda canción.
1. Lo cual es tanto como decir: estando la porción superior de mi alma ya
también, como la inferior, sosegada según sus apetitos y potencias, salí a la
divina unión de amor de Dios.
2. Por cuanto de dos maneras por medio de aquella guerra de la oscura noche,
como queda dicho, es combatida y purgada el alma, conviene a saber, según la
parte sensitiva y la espiritual, con sus sentidos, potencias y pasiones, también
de dos maneras, conviene saber, según estas dos partes sensitiva y espiritual,
con todas sus potencias y apetitos, viene el alma a conseguir paz y sosiego.
Que, por eso, como también queda dicho, repite dos veces este verso, conviene a
saber, en esta canción y la pasada, por razón de estas dos porciones del alma,
espiritual y sensitiva; las cuales, para poder ella salir a la divina unión de
amor, conviene que estén primero reformadas, ordenadas y quietas acerca de lo
sensitivo y espiritual conforme al modo del estado de la inocencia que había en
Adán. Y así este verso, que en la primera canción es entendido del sosiego de la
porción inferior y sensitiva, en esta segunda se entiende particularmente de la
superior y espiritual, que por eso le ha repetido dos veces.
3. Este sosiego y quietud de esta casa espiritual viene a conseguir el alma,
habitual y perfectamente, según esta condición de vida sufre, por medio de los
actos de toques sustanciales de unión que acabamos de decir, y que, en celada y
escondida de la turbación del demonio y de los sentidos y pasiones, ha ido
recibiendo de la Divinidad, en que el alma se ha ido purificando, como digo,
sosegando y fortaleciendo y haciendo estable para poder de asiento recibir la
dicha unión, que es el divino desposorio entre el alma y el Hijo de Dios.
El cual, luego que estas dos casas del alma se acaban de sosegar y fortalecer en
uno con todos sus domésticos de potencias y apetitos, poniéndolos en sueño y
silencio acerca de todas las cosas de arriba y de abajo, inmediatamente esta
divina Sabiduría se une en el alma con un nuevo nudo de posesión de amor, y se
cumple como ella lo dice en el libro de la Sabiduría (18, 14-15) diciendo: Dum
quietum silentium contineret omnia, et nox in suo cursu medium iter haberet,
omnipotens sermo tuus, Domine, a regalibus sedibus.Lo mismo da a entender la
Esposa en los Cantares, diciendo que después que pasó los que la desnudaron el
manto de noche y la llagaron (5, 7), halló al que deseaba su ánima(3, 4).
4. No se puede venir a esta unión sin gran pureza, y esta pureza no se alcanza
sin gran desnudez de toda cosa criada y viva mortificación. Lo cual es
significado por desnudar el manto a la Esposa y llagarla de noche en la busca y
pretensión del Esposo; porque el nuevo manto que pretendía del desposorio no se
le podía vestir sin desnudar el viejo. Por tanto, el que rehusare salir en la
noche ya dicha a buscar al Amado y ser desnudado de su voluntad y mortificado,
sino que en su lecho y acomodamiento le busca, como hacía la Esposa, no llegará
a hallarle, como esta alma dice de sí que lo halló, saliendo ya a oscuras y con
ansia de amor.
CAPÍTULO25
En que brevemente se declara la tercera canción.
CANCIÓN 3ª
En la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra
luz y guía sino la que en el corazón ardía.
DECLARACIÓN
1. Continuando todavía el alma la metáfora y semejanza de la noche temporal en
esta suya espiritual, va todavía contando y engrandeciendo las buenas
propiedades que hay en ella, y que por medio de ella halló y llevó, para que
breve y seguramente consiguiese su deseado fin, de las cuales aquí pone tres.
2. La primera, dice, es que en esta dichosa noche de contemplación lleva Dios el
alma por tan solitario y secreto modo de contemplación y tan remoto y ajeno del
sentido, que cosa ninguna perteneciente a él, ni toque de criatura, alcanza a
llegarle al alma, de manera que la estorbase y detuviese en el camino de la
unión de amor.
3. La segunda propiedad que dice, es por causa de las tinieblas espirituales de
esta noche, en que todas las potencias de la parte superior del alma están a
oscuras; no mirando el alma ni pudiendo mirar en nada, no se detiene en nada
fuera de Dios para ir a él, por cuanto va libre de los obstáculos de formas y
figuras y de las aprehensiones naturales, que son las que suelen empachar el
alma para no se unir siempre con el ser de Dios.
4. La tercera es que, aunque ni va arrimada a alguna particular luz interior del
entendimiento ni a alguna guía exterior para recibir satisfacción de ella en
este alto camino, teniéndola privada de todo esto estas oscuras tinieblas; pero
el amor solo que en este tiempo arde, solicitando el corazón por el Amado, es el
que guía y mueve al alma entonces, y la hace volar a su Dios por el camino de la
soledad, sin ella saber cómo y de qué manera.
Continua en: Clasicos