Liturgia Católica
home
Segunda parte de la Introducción
a la vida devota
CAPÍTULO II
BREVE MÉTODO PARA MEDITAR, Y PRIMERAMENTE DE LA PRESENCIA DE
DIOS
PRIMER PUNTO DE LA PREPARACION
Tal vez no sabes, Filotea, cómo se ha de hacer la oración mental,
porque es una cosa que, en nuestros tiempos, son, por desgracia, muy
pocos los que la saben. Por esta razón, te presento un método sencillo y
breve, confiando en que, con la lectura de muchos y muy buenos libros
que se han escrito acerca de esta materia, y, sobre todo, por la
práctica, serás más ampliamente instruida. Te indico, en primer lugar,
la preparación, que consiste en dos puntos, el primero de los cuales es
ponerte en la presencia de Dios, y el segundo, invocar su auxilio. Ahora
bien, para ponerte en la presencia de Dios, te propongo cuatro
importantes medios, de los cuales podrás servirte en los comienzos.
El primero consiste en formarse una idea viva y
completa de la presencia de Dios, es decir, pensar que Dios está en
todas partes, y que no hay lugar ni cosa en este mundo donde no esté con
su real presencia; de manera que, así como los pájaros, por dondequiera
que vuelan, siempre encuentran aire, así también nosotros, dondequiera
que estemos o vayamos, siempre encontramos a Dios. Todos conocemos esta
verdad, pero no todos la consideramos con atención. Los ciegos, que no
ven al rey, cuando está delante de ellos no dejan de tomar una actitud
respetuosa si alguien les advierte su presencia; pero, a pesar de ello,
es cierto que, no viéndole, fácilmente se olvidan de que está presente y
aflojan en el respeto y reverencia. ¡Ay, FiIotea! Nosotros no vemos a
Dios presente, y, aunque la fe nos lo dice, no viéndole con los ojos,
nos olvidamos con frecuencia de Él y nos portamos como si estuviese muy
lejos de nosotros; pues, aunque sabemos que está presente en todas las
cosas, como quiera que no pensamos en Él, equivale a no saberlo. Por
esta causa, es menester que, antes de la oración, procuremos que en
nuestra alma se actúe, reflexionando y considerando esta presencia de
Dios. Este fue el pensamiento de David, cuando exclamó: «Si subo al
cielo, ¡oh Dios mío!, allí estás Tú; si desciendo a los infiernos, allí
te encuentro»; y, en este sentido, hemos de tomar las palabras de Jacob,
el cual, al ver la sagrada escalera, dijo: «¡Oh! ¡Qué terrible es este
lugar! Verdaderamente, Dios está aquí y yo no lo sabía». Al querer,
pues, hacer oración, has de decir de todo corazón a tu corazón: « ¡Oh
corazón mío, oh corazón mío! Realmente, Dios está aquí».
El
segundo medio para ponerse en esta sagrada presencia, es pensar que no
solamente Dios está presente en el lugar donde te encuentras, sino que
está muy particularmente en tu corazón y en el fondo de tu espíritu, al
cual vivifica y anima con su presencia, y es allí el corazón de tu
corazón y el alma de tu alma; porque, así como el alma, infundida en el
cuerpo, se encuentra presente en todas las partes del mismo, pero reside
en el corazón con una especial permanencia, así también Dios, que está
presente en todas las cosas, mora, de una manera especial, en nuestro
espíritu, por lo cual decía David: «Dios de mi corazón», y San Pablo
escribía que «nosotros vivimos, nos movemos y estamos en Dios». Al
considerar, pues, esta verdad, excitarás en tu corazón una gran
reverencia para con Dios, que está en él íntimamente presente.
El tercer medio es considerar que nuestro Salvador, en su humanidad,
mira desde el cielo todas las personas del mundo, especialmente los
cristianos que son sus hijos, y todavía de un modo más particular, a los
que están en oración, cuyas acciones y movimientos contempla. Y esto no
es una simple imaginación, sino una verdadera realidad, pues aunque no
le veamos, es cierto que Él nos mira, desde arriba. Así le vió San
Esteban, durante su martirio. Podemos, pues, decir muy bien con la
Esposa de los Cantares: «Vedle detrás de la pared, mirando por las
ventanas, a través de las celosías».
El cuarto medio consiste
en servirse de la simple imaginación, representándonos al Salvador, en
su humanidad sagrada, como si estuviese junto a nosotros, tal como
solemos representarnos nuestros amigos, cuando decimos: me parece que
estoy viendo a tal persona, que hace esto y aquello; diría que la veo, y
así por el estilo. Pero si el Santísimo Sacramento estuviese presente en
el altar, entonces esta presencia será real y no puramente imaginaria,
porque las especies y las apariencias del pan serían tan sólo como un
velo, detrás del cual Nuestro Señor realmente presente, nos vería y
contemplaría, aunque nosotros no le viésemos en su propia forma.
Emplearás, pues, uno de estos cuatro medios para poner tu alma en la
presencia de Dios antes de la oración, y no es menester que uses a la
vez de todos ellos, sino ora uno, ora otro, y aun sencilla y libremente.
Dios te salve Santa María del Pilar; Ruega por
nosotros.
Cristiano Católico
14-12-2012