Liturgia Católica
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Tercera parte de la Introducción a la vida devota
CAPÍTULO XXX
ALGUNOS OTROS AVISOS ACERCA DEL HABLAR
Que tu manera de hablar sea dulce, franca, sincera, espontánea, ingenua y fiel.
Guárdate de la doblez, del artificio y de la ficción; aunque no siempre es
oportuno decir toda clase de verdades, nunca, empero, está permitido faltar a la
verdad. Acostúmbrate a no mentir nunca a sabiendas, ni para excusarte, ni por
otro cualquier motivo, y acuérdate de que Dios es el Dios de la verdad. Si dices
mentiras por descuido, y puedes retractarlas al momento, mediante alguna
explicación o reparación, retráctalas; una razón verdadera tiene más gracia y
fuerza, para excusar, que una mentira.
Aunque, en alguna ocasión, se puede, con discreción y prudencia, disimular y
encubrir la verdad con algún artificio de palabras, únicamente se ha de hacer en
cosas de importancia y cuando claramente lo exigen la gloria y el servicio de
Dios; fuera de este caso, los artificios son muy peligrosos, porque, como dice
la Sagrada Escritura, el Espíritu Santo no habita en un espíritu fingido y
doble. No existe delicadeza tan buena y tan deseable como la simplicidad. La
prudencia mundana y los artificios carnales pertenecen a los hijos de este
siglo; pero los hijos de Dios caminan rectamente y tienen el corazón sin
dobleces. «Quien anda con simplicidad -dice el Sabio- anda seguro». La mentira,
la doblez y el disimulo suponen siempre un espíritu flaco y envilecido.
San Agustín había dicho en el libro de sus Confesiones, que su alma y la de su
amigo no eran más que una sola alma, y que esta vida era para él horrible
después de la muerte de aquél, porque no quería vivir a medias, pero que, por
este motivo no quería morir, a saber, por temor de que su amigo muriese del
todo. Estas palabras le parecieron después demasiado artificiosas y afectadas,
por lo que se desdice de ellas en el libro de sus Retractaciones, llamándolas
necedad. ¿No ves, amada Filotea, cuán delicada es esta hermosa alma, en lo que
atañe a la afectación en las palabras? Ciertamente, es un gran adorno de la vida
cristiana la fidelidad, la franqueza y la sinceridad en el hablar. «Yo dije:
tendré cuidado en mis caminos, para no pecar con mi lengua... ¡Ah Señor!, pon
guardia en mi boca, y una puerta que cierre mis labios», decía David.
Es una advertencia del rey San Luis, que a nadie se contradiga, fuera del caso
en que el consentir sea pecado o acarree un gran mal, con el fin de evitar
disputas y discordias. Ahora bien, cuando conviene contradecir a alguno y oponer
la propia opinión a la de otro, es menester emplear mucha dulzura y
flexibilidad, y no querer violentar el ánimo del contrario, pues nada se gana
tomando las cosas con aspereza. El hablar poco, tan recomendado por los sabios
antiguos, no significa que se hayan de decir pocas palabras, sino que no hay que
decir muchas inútiles; porque, en cuanto al hablar, no se mira la cantidad, sino
la calidad. Y me parece que se han de evitar los dos extremos, ya que el querer
sentar plaza de sabio y de severo, negándose, al efecto a tomar parte en los
pasatiempos familiares, como son las conversaciones, parece que arguye falta de
confianza o desdén; como el hablar y el bromear continuamente, sin dar a los
demás tiempo y oportunidad de hablar cuando quieren, es propio de personas
livianas y ligeras.
A San Luis no le parecía bien que, en presencia de los demás, se hablase
secretamente y con misterio, particularmente en la mesa, para no dar motivo de
sospecha de que se hablaba mal de alguno. «Aquel -decía--que está en la mesa con
buena compañía, y quiere decir alguna cosa jocosa y divertida, debe decirla de
manera que la oiga todo el mundo, si es cosa de importancia, debe callarla, sin
hablar de ella».
Ave María Purísima
Cristiano Católico 19-12-2012 Año de la Fe
Vida Devota
Sea Bendita la Santa e Inmaculada Purísima Concepción de
la Santísima Virgen María