Liturgia Católica
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La Imitación de Cristo
Libro tercero
Capítulo XIX
De la tolerancia de las injurias, y cómo se prueba el verdadero
paciente.
Jesucristo:
1. Hijo, ¿qué es lo que dices? Cesa de quejarte considerando mi pasión y la de
los Santos. Aún no has resistido hasta derramar sangre. Poco es lo que padeces,
en comparación de lo que padecieron tantos, tan fuertemente tentados, tan
gravemente atribulados, probados y ejercitados de tan diversos modos.
Conviénete, pues, traer a la memoria las cosas muy graves de otros, para que
fácilmente sufras tus pequeños trabajos. Y si no te parecen pequeños, mira, no lo
cause tu impaciencia. Pero sean grandes o pequeños, procura llevarlos todos con
paciencia.
2. Cuánto más te dispones para padecer, tanto más cuerdamente obras, y más
mereces, y lo llevarás también más ligeramente si preparas con diligencia tu
ánimo, y lo acostumbras a esto. No digas: No puedo sufrir esto de aquel hombre,
ni debo aguantar semejantes cosas; porque me injurió gravemente, y me levanta
cosas que nunca pensé; más de otro sufriré de grado, y según me pareciere se
debe sufrir. Indiscreto es tal pensamiento, que no considera la virtud de la
paciencia, ni mira quién la ha de galardonar; antes se ocupa en hacer caso de
las personas, y de las injurias que le hacen.
3. No es verdadero paciente el que no quiere padecer, sino lo que le acomoda, y
de quien le parece. El verdadero paciente no mira quién le ofende, si es
superior, igual o inferior; si es hombre bueno y santo, o perverso e indigno. Si no que cualquier adversidad que le venga de cualquiera criatura
indiferentemente, y en cualquier tiempo, la recibe de buena gana, como de la
mano de Dios, y la estima por mucha ganancia. Porque nada de cuanto se padece
por Dios, por poco que sea, puede pasar sin mérito ante su divino acatamiento.
4. Está, pues, preparado para la batalla, si quieres conseguir la victoria. Sin
pelear no puedes alcanzar la corona de la paciencia. Si no quieres padecer,
rehúsa ser coronado; pero si deseas ser coronado, pelea varonilmente, sufre con
paciencia. Sin trabajo no se llega al descanso, ni sin pelear se consigue la
victoria.
El Alma:
5. Hazme, Señor, posible por la gracia, lo que me parece imposible por mi
naturaleza. Tú sabes cuán poco puedo yo padecer, y qué presto desfallezco a la
más leve adversidad. Séame por tu nombre amable y deseable cualquier ejercicio
de paciencia; porque el padecer y ser atormentado por Ti, es de gran salud para
mi alma.