Liturgia Católica
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La Imitación de Cristo
Libro tercero
Capítulo XXXVI
Contra los vanos juicios de los hombres.
Jesucristo:
1. Hijo, pon tu corazón fijamente en Dios, y no temas los juicios humanos cuando
la conciencia no te acusa. Bueno, es, y dichoso, también padecer de esta suerte; y
esto no es duro al corazón humilde que confía más en Dios que en sí mismo. Los
más hablan demasiadamente, y por eso se les debe poco crédito. Y también
satisfacer a todos no es posible. Aunque San Pablo trabajó en contentar a todos
en el Señor, y fue para todos; sin embargo, en nada tuvo el ser juzgado del
mundo.
2. Mucho hizo por la salud y edificación de los otros trabajando cuanto pudo y
estaba de su parte; pero no se pudo librar de que le juzgasen y despreciasen
alguna veces. Por eso lo encomendó todo a Dios, que le conoce todo, y con
paciencia y humildad se defendía de las malas lenguas y de los que piensan
vanidades y mentiras, y las dicen como se les antoja. Y también respondió
algunas veces, porque no se escandalizasen algunas almas débiles en verle
callar.
3. ¿Quién eres tú para que temas al hombre mortal? Hoy es, y mañana no parece.
Teme a Dios, y no te espantes de los hombres. ¿Qué te puede hacer el hombre con
palabras o injurias? Más bien se daña a sí mismo que a ti; y cualquiera que sea,
no podrá huir el juicio de Dios. Ten presente a Dios, y no contiendas con
palabras de queja. Y si ahora quedas debajo, al parecer, y sufres la humillación
que no mereciste, no te indignes por eso, ni por la impaciencia disminuyas tu
victoria. Si no mírame a Mí en el cielo, que puedo librar de toda confusión e
injuria, y dar a cada uno según sus obras.