Liturgia Católica
home La Imitación de Cristo Libro tercero Capítulo LI
Que debemos emplearnos en ejercicios humildes cuando no podemos en los
sublimes. Jesucristo:
1. Hijo, no puedes permanecer siempre en el deseo fervoroso de las virtudes, ni
perseverar en el más alto grado de la contemplación; sino que es necesario por
el vicio original, que desciendas alguna vez a cosas bajas, y también a llevar
la carga de esta vida corruptible, aunque te pese y fastidie. Mientras lleves el
cuerpo mortal, sentirás tedio e inquietud de corazón. Es preciso, pues, mientras
vives en carne, gemir muchas veces por el peso de la carne, porque no puedes
ocuparte perfectamente en los ejercicios espirituales, en la divina
contemplación.
2. Entonces conviene que te emplees en ejercicios humildes y exteriores,
consolándote con hacer buenas obras; y espera mi venida y la visita del cielo
con firme confianza; sufre con paciencia tu destierro, y la sequedad del
espíritu, hasta que otra vez yo te visite, y seas libre de toda congoja. Porque
te haré olvidar las penas, y que goces de gran serenidad interior. Yo extenderé
delante de ti los prados de las Escrituras, para que, dilatado tu corazón,
corras la carrera de mis mandamientos. Entonces dirás: No son comparables las
penas de este tiempo con la gloria que se nos descubrirá.