Liturgia Católica
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La Imitación de Cristo
LIBRO PRIMERO
CAPÍTULO 23
De la meditación de la muerte.
1. Muy presto será contigo este negocio; mira cómo te has de componer. Hoy es el
hombre y mañana no parece. En quitándolo de la vista, se va presto también de la
memoria. ¡Oh torpeza y dureza del corazón humano, que solamente piensa en lo
presente, sin cuidado de lo por venir! Así habías de conducirte en toda obra y
pensamiento, como si hoy hubieses de morir. Si tuvieses buena conciencia, no
temerías mucho la muerte. Mejor fuera evitar los pecados que huir de la muerte.
Si no estás dispuesto hoy, ¿cómo lo estarás mañana? Mañana es día incierto; y
¿qué sabes si amanecerás mañana?
2. ¿Qué aprovecha vivir mucho, cuando tan poco nos enmendamos? ¡Ah! La larga
vida no siempre nos enmienda, antes muchas veces añade pecados.
¡Ojalá hubiéramos vivido un día bien en este mundo! Muchos cuentan los años de
su conversión, pero muchas veces es poco el fruto de la enmienda.
Si es temeroso el morir, puede ser que sea más peligroso el vivir mucho.
Bienaventurado el que tiene siempre la hora de la muerte delante de sus ojos y
se dispone cada día a morir. Si has visto alguna vez morir un hombre, piensa que
por aquella carrera has de pasar.
3. Cuando fuere de mañana, piensa que no llegarás a la noche, no te atrevas a
prometer ver la mañana. Por eso está siempre prevenido, y vive de tal manera,
que nunca te halle la muerte desapercibido. Muchos mueren de repente: porque en
la hora que no se piensa vendrá el Hijo del hombre.
Cuando viniere aquella hora postrera, de otra suerte comenzarás a sentir de toda
tu vida pasada, y te dolerás mucho de haber sido tan negligente y perezoso.
4. ¡Qué bienaventurado y prudente es el que vive de tal modo, cuál desea le
halle Dios en la hora de la muerte! El perfecto desprecio del mundo, el ardiente
deseo de aprovechar en las virtudes, el amor de la austeridad, el trabajo de la
penitencia, la prontitud de la obediencia, el renunciarse a sí mismo, la
paciencia en toda adversidad por amor de nuestro Señor Jesucristo, gran
confianza le darán de morir felizmente. Muchas cosas buenas podrías hacer
mientras estás sano; pero cuando enfermo no sé qué podrás.
5. No confíes en amigos, ni en vecinos, ni dilates para después tu salvación;
porque más presto de lo que piensas estarás olvidado de los hombres.
Mejor es ahora con tiempo prevenir algunas buenas obras que envíes adelante, que
esperar en el socorro de otros. Si tú no eres solícito para ti ahora, ¿quién
tendrá cuidado de ti después? Ahora es el tiempo muy precioso; ahora son los
días de salud; ahora es el tiempo aceptable. Pero ¡ay dolor! Que lo gastas sin
aprovecharte, pudiendo en él ganar para vivir eternamente. Vendrá cuando
desearás un día o una hora para enmendarte, y no sé si te será concedida.
6. ¡Oh hermano! ¡De cuánto peligro te podrías librar, y de cuán grave espanto
salir, si estuvieses siempre temeroso de la muerte y preparado para ella!
Trata ahora de vivir de modo que en la hora de la muerte puedas más bien
alegrarte que temer. Aprende ahora a morir al mundo, para que entonces comiences
a vivir con Cristo. Aprende ahora a despreciarlo todo, para que entonces puedas
libremente ir a Cristo. Castiga ahora tu cuerpo con penitencia, porque entonces
puedas tener confianza cierta.
7. ¡Oh necio! ¿Por qué piensas vivir mucho, no teniendo un día seguro? ¡Cuántos
que pensaban vivir mucho, se han engañado, y han sido separados del cuerpo
cuando no lo esperaban! ¿Cuántas veces oíste contar que uno murió a cuchillo,
otro se ahogó, otro cayó de alto y se quebró la cabeza, otro comiendo, se quedó
pasmado, a otro jugando le vino su fin? Uno murió con fuego, otro con hierro,
otro de peste, otro pereció a manos de ladrones; y así la muerte es fenecimiento
de todos, y la vida de los hombres se pasa como sombra rápidamente.
8. ¿Quién se acordará de ti, y quién rogará por ti después de muerto? Haz ahora,
hermano, lo que pudieres; que no sabes cuándo morirás, ni lo que acaecerá
después de la muerte. Ahora que tienes tiempo, atesora riquezas inmortales. Nada
pienses fuera de tu salvación, y cuida solamente de las cosas de Dios.
Granjéate ahora amigos venerando a los Santos de Dios, e imitando sus obras,
para que cuando salieres de esta vida te reciban en las moradas eternas.
9. Trátate como huésped y peregrino sobre la tierra, a quien no le va nada en
los negocios del mundo. Guarda tu corazón libre y levantado a Dios, porque aquí
no tienes domicilio permanente. A Él dirige tus oraciones y gemidos cada día con
lágrimas, porque merezca tu espíritu, después de la muerte, pasar dichosamente
al descanso del Señor.
Amén.