Liturgia Católica

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La Imitación de Cristo


Libro cuarto


Capítulo III


Que es provechoso comulgar con frecuencia.


El Alma:
1. A Ti vengo, Señor, para disfrutar de tu don sagrado, y regocijarme en tu santo convite, que en tu dulzura preparaste, Dios mío, para el pobre. En Ti está cuanto puedo y debo desear; Tú eres mi salud y redención, mi esperanza y fortaleza, mi honor y mi gloria. Alegra, pues, hoy el alma de tu siervo, porque a Ti, Jesús mío, he levantado mi espíritu. Deseo yo recibirte ahora con devoción y reverencia, deseo hospedarte en mi casa, de manera que merezca como Zaqueo tu bendición, y ser contado entre los hijos de Abrahán. Mi alma anhela tu sagrado cuerpo; mi corazón desea ser unido contigo.



2. Date, Señor, a mí, y me basta; porque sin Ti ninguna consolación satisface. Sin Ti no puedo existir; y sin tu visitación no puedo vivir. Por eso me conviene llegarme muchas veces a Ti, y recibirte para remedio de mi salud, porque no me desmaye en el camino, si fuere privado de este manjar celestial. Pues Tú, benignísimo Jesús, predicando a los pueblos y curando diversas enfermedades, dijiste: No quiero consentir que se vayan ayunos a su casa, porque no desmayen en el camino. Haz, pues, ahora conmigo de esta suerte; pues te quedaste en el Sacramento para consolación de los fieles. Tú eres suave alimento del alma, y quien te comiere dignamente será participante y heredero de la gloria eterna. Yo que tantas veces caigo y peco, tan presto me entibio y desmayo, necesito verdaderamente renovarme, purificarme y alentarme por la frecuencia de oraciones y confesiones, y de la sagrada participación de tu cuerpo; no sea que absteniéndome de comulgar por mucho tiempo, decaiga de mi santo propósito.



3. Porque las inclinaciones del hombre son hacia lo malo desde su juventud; y si no le socorre la medicina celestial, al punto va del mal en pero. Así es que la santa Comunión retrae de lo malo, y conforta en lo bueno. Y si ahora que comulgo o celebro soy tan negligente y tibio, ¿qué sucedería si no tomase tal medicina y si no buscase auxilio tan grande? Y aunque no esté preparado cada día, ni bien dispuesto para celebrar, procuraré, sin embargo, recibir los divinos misterios en los tiempos convenientes, para hacerme participante de tanta gracia. Porque el principal consuelo del alma fiel, mientras peregrina unida a este cuerpo mortal, es acordarse frecuentemente de su Dios, y recibir a su amado con devoto corazón.



4. ¡Oh admirable dignación de tu clemencia para con nosotros, que Tú, Señor Dios, Criador y vivificador de todos los espíritus, te dignas de venir a una pobrecilla alma y satisfacer su hambre con toda tu divinidad y humanidad! ¡Oh feliz espíritu y dichosa alma la que merece recibir con devoción a su Dios y Señor, y rebosar así de gozo espiritual! ¡Oh, qué Señor tan grande recibe, qué huésped tan amable aposenta, qué compañero tan agradable admite, qué amigo tan fiel elige, qué esposo abraza tan noble y tan hermoso, y más amable que todo cuanto se puede amar ni desear! Callen en tu presencia, mi dulcísimo amado, el cielo y la tierra con todo su ornato, porque todo cuanto tienen de esplendor y de hermosura lo han recibido de tu beneficencia; y nunca pueden aproximarse a la gloria de tu nombre, cuya sabiduría es infinita.




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