Liturgia Católica
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La Imitación de Cristo 
Libro segundo
Capítulo X
Del agradecimiento por la gracia de Dios.
1. ¿Para qué buscas descanso, pues naciste para el trabajo?
Ponte a paciencia, más que a consolación: y a llevar cruz, más que a tener 
alegría. ¿Qué hombre del mundo no tomaría de muy buena gana la consolación y 
alegría espiritual, si siempre la pudiese tener? Porque las consolaciones 
espirituales exceden a todos los placeres del mundo, y a los deleites de la 
carne. Porque todos los deleites del mundo, o son torpes o vanos; más los 
deleites espirituales, solo son alegres y honestos; engendrados de las virtudes, 
e infundidos de Dios en los corazones limpios. Más no puede ninguno usar de 
continuo de estas consolaciones divinas, como quiere; porque el tiempo de la 
tentación pocas veces cesa.
2. Muy contraria es a la soberana visitación, la falsa libertad del alma, y la 
gran confianza de sí. Bien hace Dios dando la gracia de la consolación, pero el 
hombre hace mal, no atribuyéndolo todo a Dios, haciéndole gracias. Y por esto no 
abundan en nosotros los dones de la gracia, porque somos ingratos al Hacedor, y 
no lo atribuimos todo a la fuente original. Porque siempre se debe gracia al que 
dignamente es agradecido; y es quitado al soberbio lo que se suele dar al 
humilde.
3. No quiero consolación que me quite la compunción; ni deseo contemplación que 
me lleve en soberbia. Pues no es santo todo lo alto; ni todo lo dulce, bueno; ni 
todo deseo puro; ni todo lo que amamos agradable a Dios. De grado acepto yo la 
gracia que me haga más humilde y temeroso, y me disponga más a renunciarme a mí. 
El enseñado con el don de la gracia y avisado con el escarmiento de haberla 
perdido, no osará atribuirse a sí bien alguno; más antes confesará ser pobre y 
desnudo. Da a Dios lo que es de Dios, y atribuye a ti lo que es tuyo: esto es, 
da gracias a Dios por la gracia, y solo a ti atribuye la culpa, y conoce serte 
debida por la culpa dignamente la pena.
4. Ponte siempre en lo más bajo, y se te dará lo alto: porque no está lo muy 
alto sin lo más bajo. Los grandes Santos cerca de Dios, son pequeños cerca de 
sí; y cuanto más gloriosos, tanto en sí más humildes. Los llenos de verdad y de 
gloria celestial, no son codiciosos de gloria vana. Los que están fundados y 
confirmados en Dios, en ninguna manera, pueden ser soberbios. Y los que atribuyen 
a Dios todo cuando bien reciben, no buscan ser loados unos de otros: más quieren 
la gloria que de solo Dios viene, y codician que sea Dios glorificado sobre 
todos en Sí mismo, y en todos los Santos, y siempre tienen esto por fin.
5. Pues sé agradecido en lo poco, y serás digno de recibir cosas mayores. Ten en 
muy mucho lo poco, y lo más despreciado por singular don. Si miras a la dignidad 
del dador, ningún don te parecerá pequeño o vil. Por cierto, no es poco lo que el 
soberano Dios da. Y aunque da penas y castigos, se lo debemos agradecer, que 
siempre es para nuestra salud todo lo que permite que nos venga. El que desea 
guardar la gracia de Dios, agradézcale la gracia que le ha dado, y sufra con 
paciencia cuando le fuere quitada. Haga oración continua, para que le sea 
tornada, y sea cauto y humilde, porque no la pierda.
 
