Liturgia Católica
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La Imitación de Cristo
Libro tercero
Capítulo XXIII
Cuatro cosas que causan paz.
Jesucristo:
1. Hijo, ahora te enseñaré el camino de la paz y de la verdadera libertad.
El Alma:
2. Haz, Señor, lo que dices, que me alegra mucho de oírlo.
Jesucristo:
3. Procura, hijo, hacer antes la voluntad de otro que la tuya. Escoge siempre
tener menos que más. Busca siempre el lugar más bajo, y está sujeto a todos.
Desea siempre, y ruega que se cumpla en ti enteramente la divina voluntad. Así
entrarás en los términos de la paz y descanso.
El Alma:
4. Señor, este tu breve sermón, mucha perfección contiene en sí. Corto es en
palabras, pero lleno de sentido y de copioso fruto. Que si lo pudiese yo
fielmente guardar, no había de entrar en mí la turbación tan fácilmente. Porque
cuantas veces me siento inquieto y agravado, hallo haberme apartado de esta
doctrina. Más Tú que todo lo puedes, y buscas siempre el provecho del alma, dame
gracia más abundante para que pueda cumplir tu doctrina, y hacer lo que importa
para mi salvación. Oración contra los malos pensamientos.
5. Señor, Dios mío, no te alejes de mí: Dios mío, cuida de ayudarme, pues se han
levantado contra mí varios pensamientos y grandes temores que afligen mi alma.
¿Cómo saldré sin daño? ¿Cómo los desecharé?
6. Yo, dices, iré delante de ti, y humillaré los soberbios de la tierra. Abriré
las puertas de la cárcel, y te revelaré los secretos de las cosas escondidas.
7. Haz, Señor, como lo dices, y huyan de tu presencia todos los malos
pensamientos. Esta es mi esperanza y única consolación, acudir a Ti en toda
tribulación, confiar en Ti, invocarte de veras, y esperar constantemente que me
consueles. Oración pidiendo la luz del entendimiento.
8. Alúmbrame, buen Jesús, con la claridad de tu lumbre interior, y quita de la
morada de mi corazón toda tiniebla. Refrena mis muchas distracciones, y
quebranta las tentaciones que me hacen violencia. Pelea fuertemente por mí, y
ahuyenta las malas bestias que son los apetitos halagüeños, para que venga la
paz con tu virtud, y resuene la abundancia de tu alabanza en el santo palacio;
esto es, en la conciencia limpia. Manda a los vientos y tempestades. Di al mar:
sosiégate; y al cierzo: No soples; y habrá gran bonanza.
9. Envía tu luz y tu verdad para que resplandezcan sobre la tierra, porque soy
tierra vana y vacía hasta que Tú me alumbres. Derrama de lo alto tu gracia;
riega mi corazón con el rocío celestial; concédeme las aguas de la devoción para
sazonar la superficie de la tierra; porque produzca fruto bueno y perfecto.
Levanta el ánimo oprimido por el peso de los pecados, y emplea todo mi deseo en
las cosas del cielo: porque después de gustada suavidad de la felicidad
celestial, me sea enfadoso pensar en lo terrestre.
10. Apártame y líbrame de la transitoria consolación de las criaturas; porque
ninguna cosa criada basta para aquietar y consolar cumplidamente mi apetito. Úneme a Ti con el vínculo inseparable del amor; porque Tú solo bastas al que te
ama, y sin Ti todas las cosas son despreciables.