Liturgia Católica
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La Imitación de Cristo
Libro tercero
Capítulo XXV
En qué consiste la paz firme del corazón, y el verdadero
aprovechamiento.
Jesucristo:
1. Hijo, yo dije: La paz os dejo, mi paz os doy; y no la doy como la del mundo.
Todos desean la paz; más no tienen todos cuidado de las cosas que pertenecen a
la verdadera paz. Mi paz está con los humildes y mansos de corazón. Tu paz la
hallarás en la mucha paciencia. Si me oyeres y siguieres mi voz, podrás gozar de
mucha paz. El Alma: 2. ¿Pues qué haré?
Jesucristo:
3. Mira en todas las cosas lo que haces y lo que dices, y dirige toda tu
intención al fin de agradarme a Mí solo, y no desear ni buscar nada fuera de Mí.
Ni juzgues temerariamente de los hechos o dichos ajenos, ni te entremetas en lo
que no te han encomendado: con esto podrá ser poco o tarde te turbes. Porque el
no sentir alguna tribulación, ni sufrir alguna fatiga en el corazón o en el
cuerpo, no es de este siglo, sino propio del eterno descanso. No juzgues, pues,
haber hallado la verdadera paz, porque no sientas alguna pesadumbre; ni que ya
es todo bueno, porque no tengas ningún adversario; ni que está la perfección en
que todo te suceda según tú quieres. Ni entonces te reputes por grande o digno
especialmente de amor, porque tengas gran devoción y dulzura; porque en estas
cosas no se conoce el verdadero amador de la virtud, ni consiste en ellas el
provecho y perfección del hombre.
El Alma:
4. ¿Pues en qué consiste, Señor?
Jesucristo:
5. En ofrecerte de todo tu corazón a la divina voluntad, no buscando tu interés
en lo poco, ni en lo mucho, ni en lo temporal, ni en lo eterno. De manera que
con rostro igual, des gracias a Dios en las cosas prósperas y adversas,
pensándolo todo con un mismo peso. Si fueres tan fuerte y firme en la esperanza
que, quitándote la consolación interior, aún esté dispuesto tu corazón para
padecer mayores penas, y no te justificares, diciendo que no debieras padecer
tales ni tantas cosas, sino que me tuvieres por justo y alabares por santo en
todo lo que Yo ordenare, cree entonces que andas en el recto camino de la paz, y
podrás tener esperanza cierta de ver nuevamente mi rostro con júbilo. Y si
llegares al perfecto menosprecio de ti mismo, sábete que entonces gozaras de
abundancia de paz, cuanto cabe en este destierro.