Liturgia Católica
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La Imitación de Cristo
Libro tercero
Capítulo XXIX
Cómo debemos llamar a Dios y bendecirle en el tiempo de la tribulación.
El Alma:
1. Sea tu nombre, Señor, para siempre bendito, que quisiste que viniese sobre mí
esta tentación y tribulación. Yo no puedo huirla; sino que necesito acudir a Ti,
para que me ayudes, y me la conviertas en provecho. Señor; ahora estoy
atribulado, y no le va bien a mi corazón; sino que me atormenta mucho esta
pasión. Y ¿qué diré ahora, Padre amado? Rodeado estoy de angustias. Sálvame en
esta hora. Más he llegado a este trance, para que seas Tú glorificado cuando yo
estuviere muy humillado y fuere librado por Ti. Dígnate, Señor, librarme; porque
yo, pobre, ¿qué puedo hacer, y adónde iré sin Ti? Dame paciencia, Señor, también
en este trance. Ayúdame, Dios mío, y no temeré por más atribulado que me halle.
2. Y entre estas congojas, ¿qué diré ahora? Hágase, Señor, tu voluntad. Bien he
merecido yo ser atribulado y angustiado. Aún me conviene sufrir; y ¡ojalá sea
con paciencia, hasta que pase la tempestad y haya bonanza! Pues poderosa es tu
mano omnipotente para quitar de mí esta tentación, y amansar su furor, porque
del todo no caiga; así como antes lo has hecho muchas veces, Dios mío,
misericordia mía. Y cuanto para mí es más difícil, tanto es para Ti fácil esta
mudanza de la diestra del Altísimo.