Liturgia Católica
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La Imitación de Cristo
LIBRO PRIMERO
CAPÍTULO 16
DE SOBRELLEVAR LOS DEFECTOS AJENOS
1. Lo que no puede un hombre enmendar en sí ni en los otros, débelo sufrir con
paciencia, hasta que Dios lo ordene de otro modo. Piensa que por ventura te está
así mejor para tu probación y paciencia, sin la cual no son de mucha estimación
nuestros merecimientos.
Más debes rogar a Dios por estos estorbos, porque tenga por bien de socorrerte
para que buenamente los toleres.
2. Si alguno, amonestado una vez o dos, no se enmendare, no porfíes con él, si no
recomiéndalo todo a Dios, para que se haga su voluntad, y Él sea honrado en todos
sus siervos, que sabe sacar de los males bienes.
Estudia y aprende a sufrir con paciencia cualesquiera defectos y flaquezas
ajenos, pues tú también tienes mucho en que te sufran los otros.
Si no puedes hacerte a ti cuál deseas, ¿cómo quieres tener a otro a la medida de
tu deseo? De buena gana queremos a los otros perfectos, y no enmendamos los
propios defectos.
3. Queremos que los otros sean castigados con rigor, y nosotros no queremos ser
corregidos.
Parécenos mal si a los otros se les da larga licencia, y nosotros no queremos
que cosa que pedimos se nos niegue.
Queremos que los demás estén sujetos a las ordenanzas, pero nosotros no sufrimos
que nos sea prohibida cosa alguna. Así parece claro cuán pocas veces amamos al
prójimo como a nosotros mismos.
Si todos fuesen perfectos, ¿qué teníamos que sufrir por Dios de nuestros
hermanos?
4. Pero así lo ordenó Dios para que aprendamos a Llevar recíprocamente nuestras
cargas (Gal, 6, 2}; porque ninguno hay sin ellas, ninguno sin defecto, ninguno
es suficiente ni cumplidamente sabio para sí; antes importa llevarnos,
consolarnos y juntamente ayudarnos unos a otros, instruirnos y amonestarnos.
De cuánta virtud sea cada uno, mejor se descubre en la ocasión de la adversidad.
Porque las ocasiones no hacen al hombre flaco, pero declaran lo que es.