Liturgia Católica
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La Imitación de Cristo
LIBRO PRIMERO
CAPÍTULO 6
DE LOS DESEOS DESORDENADOS
1. Cuantas veces desea el hombre desordenadamente alguna cosa, luego pierde el
sosiego.
El soberbio y el avariento nunca están quietos; el pobre y el humilde de
espíritu viven en mucha paz.
El hombre que no es perfectamente mortificado en sí, presto, es tentado y vencido
de cosas pequeñas y viles.
El flaco de espíritu y que aún está inclinado a lo animal y sensible, con
dificultad se puede abstraer totalmente de los deseos terrenos.
Y cuando se abstiene recibe muchas veces tristeza, y se enoja presto si alguno
le contradice.
Pero si alcanza lo que desea, siente luego pesadumbre por el remordimiento de la
conciencia; porque siguió a su apetito, el cual nada aprovecha, para alcanzar la
paz que busca.
En resistir, pues, a las pasiones se halla la, verdadera paz del corazón, y no
en seguirlas.
No hay, pues, paz en el corazón del hombre carnal, ni del que se entrega a lo
exterior, sino en el que es fervoroso y espiritual