Liturgia Católica
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La Imitación de Cristo
Libro cuarto
Capítulo XVI
Que debemos manifestar a Cristo nuestras necesidades y pedirle su
gracia.
EL ALMA:
1. ¡Oh dulcísimo y amantísimo Señor, a quien deseo recibir ahora devotamente! Tú
conoces mi flaqueza y la necesidad que padezco, en cuantos males y vicios estoy
abismado, cuántas veces me veo agobiado, tentado, turbado y amancillado. A Ti
vengo por remedio, a Ti acudo por consuelo y alivio. Hablo a quien todo lo sabe,
a quien son manifiestos todos los secretos de mi corazón, y a quien solo me
puede consolar y ayudar perfectamente. Tú sabes los bienes que más falta me
hacen, y cuán pobre soy en virtudes.
2. Vesme aquí delante de Ti, pobre y desnudo, pidiendo gracia e implorando
misericordia. Da de comer a este tu hambriento mendigo, enciende mi frialdad con
el fuego de tu amor, alumbra mi ceguedad con la claridad de tu presencia.
Conviérteme todo lo terreno en amargura, todo lo pesado y contrario en
paciencia, todo lo ínfimo y criado en menosprecio y olvido. Levanta mi corazón a
Ti en el cielo, y no me dejes andar vagando por la tierra. Tú solo me seas dulce
desde ahora para siempre; pues Tú solo eres mi manjar y bebida, mi amor, mi
gozo, mi dulzura y todo mi bien.
3. ¡Oh, si me encendieses todo con tu presencia, y me abrasases y transformases
en Ti para ser un espíritu contigo, por la gracia de la unión interior y por la
efusión de un amor abrasado! No consientas que me separe de Ti ayuno y seco; si no pórtate conmigo piadosamente, como lo has hecho muchas veces con tus Santos
de un modo admirable. ¡Qué extraño sería que yo me abrasase todo en tu amor, sin
acordarme de mí, siendo Tu fuego que siempre arde y nunca cesa, amor que limpia
los corazones y alumbra el entendimiento!