Liturgia Católica
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La Imitación de Cristo
Libro segundo
Capítulo IV
Del corazón puro y sencilla intención.
1. Con dos alas se levanta el hombre de las cosas terrenas, que son sencillez y
pureza. La sencillez ha de estar en la intención y la pureza en la afición. La
sencillez pone la intención en Dios; la pureza le reconoce y gusta. Ninguna
buena obra te impedirá, si interiormente estuvieres libre de todo desordenado
deseo. Si no piensas ni buscas, sino el beneplácito divino y el provecho del
prójimo, gozarás de interior libertad. Si fuese tu corazón recto, entonces te
sería toda criatura, espejo de vida, y libro de santa doctrina. No hay criatura
tan baja ni pequeña, que no represente la bondad de Dios.
2. Si tú fueses bueno y puro en lo interior, luego verías y entenderías bien
todas las cosas sin impedimento. El corazón puro penetra al cielo y al infierno. Cuál es cada uno en lo interior, tal juzga lo de fuera. Si hay gozo en el mundo,
el hombre de puro corazón le posee. Y si en algún lugar hay tribulación y
congojas, es donde habita la mala conciencia. Así como el hierro, metido en el
fuego, pierde el orín y se pone todo resplandeciente; así el hombre que
enteramente se convierte a Dios, se desentorpece y muda en nuevo hombre.
3. Cuando el hombre comienza a entibiarse, entonces teme el trabajo, aunque
pequeño, y toma con gusto la consolación exterior. Más cuando se comienza
perfectamente a vencer y andar alentadamente en la carrera de Dios, tiene por
ligeras las cosas que primero tenía por pesadas.