Liturgia Católica
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La Imitación de Cristo
Libro segundo
Capítulo III
Del hombre bueno y pacífico.
1. Ponte primero a ti en paz, y después podrás apaciguar a los otros. El hombre
pacífico aprovecha más que el muy letrado. El hombre apasionado, aun el bien,
convierte en mal, y de ligero cree lo malo. El hombre bueno y pacífico, todas
las cosas echa a la buena parte. El que está en buena paz, de ninguno sospecha.
El descontento y alterado, con diversas sospechas, se atormenta; ni él sosiega,
ni deja descansar a los otros. Dice muchas veces lo que no debiera, y deja de
hacer lo que más le convendría. Piensa lo que otros deben hacer, y deja él sus
obligaciones. Ten, pues, primero celo contigo, y después podrás tener buen celo
con el prójimo.
2. Tú sabes excusar y disimular muy bien tus faltas, y no quieres oír las
disculpas ajenas. Más justo sería que te acusases a ti, y excusases a tu
hermano.
Sufre a los otros si quieres que te sufran. Mira cuán lejos estás aún de la
verdadera caridad y humildad, la cual no sabe desdeñar y airarse sino contra sí.
No es mucho conversar con los buenos y mansos, pues esto a todos da gusto
naturalmente; y cada uno de buena gana tiene paz, y ama a los que concuerdan con
él. Pero poder vivir en paz con los duros, perversos y mal acondicionados, y
con quien nos contradice, grande gracia es, y acción varonil y loable.
3. Hay algunos que tiene paz consigo, y también con los otros. Otros hay que ni
la tienen consigo, ni la dejan tener a los demás: molestos para los otros, lo
son más para sí mismos. Y hay otros que tienen paz consigo, y trabajan en
reducir a paz a los otros. Pues toda nuestra paz en esta miserable vida, está
puesta más en el sufrimiento humilde, que en dejar de sentir contrariedades. El
que sabe mejor padecer, tendrá mayor paz. Este es el vencedor de sí mismo y
señor del mundo, amigo de Cristo y heredero del cielo.