Liturgia Católica
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La Imitación de Cristo
Libro segundo
Capítulo II
De la humilde sumisión.
1. No te importe mucho quién es por ti o contra ti; si no busca y procura que sea
Dios contigo en todo lo que haces.
Ten buena conciencia, y Dios te defenderá. Al que Dios quiere ayudar, no le
podrá dañar la malicia de alguno.
Si sabes callar y sufrir, sin duda verás el favor de Dios.
Él sabe el tiempo y el modo de librarte; y por eso te debes ofrecer a Él.
A Dios pertenece ayudar y librar de toda confusión.
Algunas veces conviene mucho, para guardar mayor humildad, que otros sepan
nuestros defectos y los reprendan.
2. Cuando un hombre se humilla por sus defectos, entonces fácilmente aplaca a
los otros, y sin dificultad satisface a los que le odian.
Dios defiende y libra al humilde; al humilde ama y consuela; al hombre humilde
se inclina; al humilde concede gracia, y después de su abatimiento le levanta a
gran honra.
Al humilde descubre sus secretos, y le trae dulcemente a Sí y le convida.
El humilde, recibida la afrenta, está en paz; porque está con Dios y no en el
mundo.
No pienses haber aprovechado algo, si no te estimas por el más inferior de
todos.