Liturgia Católica
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La Imitación de Cristo
Libro segundo
Capítulo VI
La alegría de la buena conciencia.
1. La gloria del hombre bueno, es el testimonio de la buena conciencia. Ten
buena conciencia, y siempre tendrás alegría. La buena conciencia, muchas cosas
puede sufrir, y muy alegre está en las adversidades. La mala conciencia siempre
está con inquietud y temor. Suavemente, descansarás, si tu corazón no te
reprende. No te alegres sino cuando obrares bien. Los malos nunca tienen alegría
verdadera ni sienten paz interior; porque dice el Señor: No tienen paz los
malos. Y si dijeren: En paz estamos, no vendrá mal sobre nosotros: ¿quién se
atreverá a ofendernos? No los creas, porque de repente se levantará la ira de
Dios, y pararán en nada sus obras, y perecerán sus pensamientos.
2. No es dificultoso el que ama gloriarse en la tribulación; porque gloriarse de
esta suerte, es gloriarse en la cruz del Señor. Breve es la gloria que se da y
recibe de los hombres. La gloria del mundo siempre va acompañada de tristeza. La
gloria de los buenos está en sus conciencias, y no en la boca de los hombres. La
alegría de los justos es de Dios, y en Dios, y su gozo es la verdad. El que
desea la verdadera y eterna gloria, no hace caso de la temporal. Y el que busca
la gloria temporal, o no la desprecia de corazón, señal es que ama menos la
celestial. Gran quietud de corazón tiene el que no se le da nada de las
alabanzas ni de las afrentas.
3. Fácilmente, estará contento y sosegado el que tiene la conciencia limpia. No
eres más santo porque te alaben, ni más vil porque te desprecien. Lo que eres,
eso eres; y por más que te estimen los hombres, no puedes ser, ante Dios, más
grande de lo que eres. Si miras lo que eres dentro de ti, no tendrás cuidado de
lo que de ti hablen los hombres. El hombre ve lo de fuera, más Dios el corazón.
El hombre considera las obras, y Dios pesa las intenciones. Hacer siempre bien,
y tenerse en poco, señal es de un alma humilde. No querer consolación de
criatura alguna, señal de gran pureza y de cordial confianza.
4. El que no busca la aprobación de los hombres, claramente muestra que se
entregó del todo a Dios. Porque dice San Pablo: No el que se alaba a sí mismo es
aprobado, sino el que Dios alaba. Andar en lo interior con Dios, y no
embarazarse de fuera con alguna aflicción, estado es de varón espiritual.