Liturgia Católica

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La Imitación de Cristo


Libro tercero


Capítulo XXXII


De la abnegación de sí mismo, y abdicación de todo apetito.


Jesucristo:
1. Hijo, no puedes poseer libertad perfecta, si no te niegas del todo a ti mismo. En prisiones están todos los ricos y amadores de sí mismos, los codiciosos, ociosos y vagabundos, y los que buscan siempre las cosas de gusto, y no las de Jesucristo: sino que antes componen e inventan muchas veces lo que no ha de durar. Porque todo lo que no procede de Dios perecerá. Imprime en tu alma esta breve y perfectísima máxima: Déjalo todo, y lo hallarás todo; deja tu apetito, y hallarás sosiego. Reflexiones bien esto; y cuando cumplieres, lo entenderás todo.



El Alma:
2. Señor, no es esta obra de un día, ni juego de niños; antes en tan breve sentencia se encierra toda la perfección religiosa.



Jesucristo:
3. Hijo, no debes volver atrás, ni decaer presto en oyendo el camino de los perfectos; antes debes esforzarte para cosas más altas, o a lo menos aspirar a ellas con deseo. ¡Ojalá hubieses llegado a tanto que no fueses amador de ti mismo, y estuvieses dispuesto puramente a mi voluntad y a la del superior que te he dado! Entonces me agradarías sobremanera, y toda tu vida correría gozosa y pacífica. Aún tienes mucho que dejar, que si no lo renuncias enteramente, no alcanzarás lo que pides. Para que seas rico, te aconsejo que compres de Mí, oro acendrado, esto es, la sabiduría celestial que desprecia complacencia.



4. Yo te dije que las cosas más viles al parecer humano, se deben comprar con las preciosas y altas. Porque muy vil y pequeña parece la verdadera sabiduría celestial, puesta casi en olvido entre los hombres. Ella no sabe grandezas de sí, ni quiere ser engrandecida en la tierra. Está en la boca de muchos, pero muy lejos de sus obras, siendo ella una perla preciosísima, escondida para los más.





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